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Defender la democracia / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor

El autoritarismo nos muestra sus fauces. Se apresta a destruir todo aquel contrapeso que amenace su poder omnímodo. A mitad de la tormenta del coronavirus, con un aumento dramático del desempleo y la quiebra de miles de pequeñas y medianas empresas en todo el país, el presidente se da el tiempo en consumar sus planes para desmantelar las instituciones.

Por un altercado en redes sociales López Obrador descubrió que existía la CONAPRED y ahora se propone destruirla sin comprender su origen y su naturaleza. Nadie le ha dicho que dicha institución no es parte del gobierno, por tanto, no puede depender de la Secretaria de Gobernación como si fuera una oficina de mero trámite. La CONAPRED al igual que otros organismos autónomos como el INEGI o el Banco de México, no son parte del gobierno sino del estado. Representan la evolución al modelo tradicional de división de poderes en un sistema de pesos y contrapesos. Cualquier teórico moderno del estado lo sabe.

Pero no bastó con la CONAPRED. De nuevo volvió a arremeter contra el INE cuando creíamos que ya lo había dejado en paz. Dice que él se convertirá en el “guardián” de las elecciones porque el INE nunca ha garantizado elecciones limpias. Que él ganó porque su triunfo fue arrasador y no hubo manera de frenarlo. Y volvió a insistir en que nuestras elecciones son las más caras del mundo. Olvida que cuando militó e incluso encabezó al PRD, su entonces partido ganó muchas elecciones en todo el país, incluyendo la suya propia como Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal. Para él solo existe la democracia cuando gana las elecciones. No comprende que el INE es una institución ciudadana y tiene que ser absolutamente autónoma del poder. No se puede ser “guardián” (juez) y parte. No nos interesa que vigile las elecciones porque bastante es su tarea y a decir de los resultados no lo está haciendo bien.

Aunque desestime -como siempre- las encuestas que no lo favorecen, es un hecho que la caída se popularidad ha sido dramática durante su primer año de gobierno y se acentuará aún más por su pésima gestión en el manejo de la pandemia. Ya no puede seguir culpando al pasado como acostumbra. Sabe que Morena está mucho peor que él en las preferencias y que sino les mete el hombro es previsible que pierdan las elecciones el próximo año. Aunque, a estas alturas, quien sabe si no esa suma, resta. El desencanto es enorme.

Por eso es que resultan graves las aseveraciones del presidente. Falta poco menos de un año para las elecciones y desde ahora ya está previendo descalificar sus resultados si estos no lo benefician. Por eso la impresentable alianza con el partido Verde. Se trata de sumar a sirios y troyanos, porque cunde la desesperación. Aunque la oposición esté, como suelen afirmar “moralmente derrotada” la intención de voto útil contra Morena puede resquebrajar esa mayoría de la que tanto han abusado desde que llegaron al poder. Ya no se trata de que gane uno u otro partido sino de lograr un equilibrio que frene el autoritarismo. Se trata de defender la democracia, la libertad de expresión y de prensa, el derecho a la manifestación y la pluralidad del país ante ese chaleco maniqueo de fuerzas entre buenos y malos que a nos han querido someter. Se trata de rescatar al país de la tragedia a la que nos está llevando la caquistocracia empoderada.

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