Juan Carlos Cal y Mayor
Si no sucede otra cosa este domingo se llevará a cabo una manifestación multitudinaria en la CDMX en defensa del INE. Quizás con menos afluencia en distintas ciudades del país, pero no por eso menos significativas. Se trata de hacer público el rechazo a la intentona de modificar nuestro sistema electoral a iniciativa del gobierno.
La primera gran reforma fue promovida por Don Jesús Reyes Heroles en 1997 con una visión de estado. Veníamos de una elección presidencial de la que resultó electo José López Portillo que literalmente fue el candidato único a la presidencia ante la decisión de los partidos de oposición de no avalar, ni competir, para no legitimar un modelo obsoleto de democracia en que el gobierno era juez y parte, además de ejercer un predominio absoluto de la representación política en el poder legislativo. Entre otras cosas se garantizó la representación plural y proporcional de los partidos políticos. Faltaba mucho para construir la autonomía de la que hoy goza el INE.
En 1988 la gota derramó el vaso. Se cayó el sistema. Manuel Bartlett, entonces secretario de gobernación, anunció una falla en el conteo de los votos que restó toda credibilidad a la elección de Carlos Salinas de Gortari. El gobierno seguía siendo juez y parte. Se habló incluso del fraude “patriótico”. La lucha democrática comenzó a darle triunfos a la oposición que fueron desconocidos por el gobierno. Toda la oposición se unificó para exigir democracia y Salinas de Gortari se vio obligado a reconocer los primeros triunfos importantes de la oposición como sucedió en Baja California con Ernesto Ruffo Appel y luego con Fox en Guanajuato donde se terminó cediendo el gobierno al PAN con Carlos Medina a la cabeza.
La vida política del país llegó a su momento más álgido con el asesinato de Colosio y el levantamiento zapatista. Ernesto Zedillo llegó a la presidencia de la república en el 94 y seis años después le entregó el gobierno a la oposición dando paso a la presidencia de Vicente Fox. Poco antes, en el 97, Cuauhtémoc Cárdenas ganó la jefatura del gobierno de la ciudad de México. En el 2006 López Obrador compitió por primera ocasión por la presidencia y acusó fraude electoral ante una elección muy cerrada que dio el triunfo a Felipe Calderón. La exigencia del voto por voto, obligó al entonces Instituto Federal Electoral (IFE) a recontar votos y abrir miles de urnas a pesar de que la ley no lo preveía. Se le hizo su antojo a López Obrador. Aun así, prevaleció la ventaja de Felipe Calderón, incluso aumentó la diferencia.
Sin embargo, se instaló la narrativa de que se había presentado un fraude. Los seguidores de Amlo tomaron la avenida Reforma y se plantaron ahí durante meses. Obrador se autoproclamó presidente legítimo de México. De nueva cuenta se volvieron a reformar las leyes electorales. Literalmente se le cumplieron todos los caprichos a la entonces oposición. En 2012 Peña Nieto ganó la presidencia con una diferencia de tres millones de votos. De nueva cuenta Obrador acusó fraude. Pudo crear su propio partido y con ello promover de nuevo su postulación. Se puede decir que fue un activo promotor de las reformas electorales que hoy nos rigen y que su iniciativa pretende modificar sustancialmente. Llegó incluso a aplaudir la autonomía del INE.
Todos esos cambios fueron encareciendo el costo de nuestra democracia además de endurecer las reglas de la competencia que hoy afectan incluso al partido gobernante como es el caso de los actos anticipados de campaña de los aspirantes presidenciales que el propio presidente destapó.
Los argumentos de que el INE sale demasiado caro y debe pasar por el tamiz de la austeridad son falaces. Todas las reformas electorales a lo largo de la historia se han logrado con el consenso de las fuerzas políticas y nunca por una imposición unilateral. La percepción de quienes no se encuentran encandilados por la cuarta transformación es de que está en riesgo la democracia en nuestro país. A ello hay que agregar la militarización, la injerencia del narco en las elecciones y el uso indiscriminado de los programas sociales para tener un electorado cautivo.
Hasta ahora nada había logrado unificar a la oposición como la está logrando la defensa del INE. Si al gobierno le queda un ápice de inteligencia y sentido común, debería reconsiderar su postura. Sino lo hacen, en el pecado pueden llevar la penitencia. Están logrando lo que ni las propias dirigencias de la oposición pudieron conseguir y que es, sin duda, unificar a buena parte de los electores, pero en su contra.