Sr. López
Tío Martín era un pájaro de cuenta y parecía que para él era deporte engañar a tía Azucena, engañar no solo en el sentido genito-festivo, sino engañarla con mentiras de verdad muy buenas. Pero tanto va el cántaro al pozo… una madrugada regresó de una de sus parrandas en tales condiciones que no podía ni desvestirse, lo que no era novedad y la tía, resignada, se levantó para ayudarlo como tantas veces, pero esa vez sí hubo una novedad: llegó sin calzones. Lo dejó a medio desvestir y rapidito aventó por la ventana (un tercer piso), toda la ropa del tío, con él diciendo que “eso” no probaba nada. A él no lo aventó… lo sacó a empujones (con los pantalones enredados en los pies). Se divorciaron, sin pruebas, pero se divorciaron. Mínimo.
Ayer en su madrugadora, el Presidente defendió la idea de iniciar juicio político en la Cámara de Diputados en contra del ministro Alberto Pérez Dayán (lo de idea es un decir, es una ocurrencia de humorismo involuntario, como de diálogo de los Xochimilcas… ¿alguien recuerda quiénes fueron?), bueno, da igual, el Presidente dijo estar de acuerdo con eso porque votó en contra de la inconstitucional ley eléctrica.
Pedagógico como es él, explicó que semejante barbaridad se justifica debido a que actuó como un “lacayo de oligarcas”. Dijo más cosas, pero de veras, agradezca que no se las transcriba.
El punto es que el Presidente suponga que se puede juzgar a un Ministro de la Corte, por la comisión del delito de leso morenismo, de no aprobar una ley emitida a contrapelo de la Constitución y que el delito imputado sea inexistente: no son delitos ser lacayo (que no es), ni oligarca (que no hay).
Se dice lacayo al servil, al rastrero; pero lacayo también se llama al criado cuya principal ocupación es acompañar a su amo. Y sin que se vaya a interpretar como falta de respeto, el que sí tiene lacayos es él -el Presidente-, y eso no requiere prueba, están a la vista, le aplauden cuando corta el listón de obras sin terminar o cuando dice disparates y sonríen sentaditos a un lado en su mañanera, asintiendo como buenos chicos. En rigor, esos son lacayos y ni quien diga nada ni vaya a presentar denuncia ante la Fiscalía. Cada quien su gusto (y su sueldo).
Luego se siguió de frente y sin retoque, con la explicación de su reciente iniciativa de demoler la Suprema Corte: “(…) si este bloque conservador, corrupto tiene tomado el Poder Judicial, que lo corrompieron por completo, pues tenemos que, por la vía legal, buscar los cambios. No quedarnos con los brazos cruzados”. (Se le olvidó rematar preguntando: ¿y además, cuánto gana Loret?, ahí para la otra).
Es su modo, ni quien se sorprenda, pero en esas 31 palabras (cuéntelas), comete al menos un delito que sí está tipificado, porque andar calumniando no es gracia. En fin, no pasará nada (y qué bueno, imagínese la catarata de denuncias que habría por las calumnias presidenciales, públicamente dichas algunos millares de veces; mejor así le seguimos, al fin que ya falta poquito).
Llama la atención de su texto servidor lo grueso que hila el Presidente cuando algo lo contraría. Nada ni nadie le merecen respeto, sabido es. Y simultáneamente, hila muy finito cuando él es el sujeto de una calumnia, como esa de que lo financiaba el Cartel de Sinaloa, que sí es mentira, no lo dude: no hay borracho que coma lumbre, se sabía vigilado y espiado, ni loco se hubiera arriesgado y menos teniendo seguras sus fuentes domésticas de financiamiento, en efectivo, como hemos visto en varios videos (y él mismo ha aceptado: “eran aportaciones de la gente”, pues claro que eran eso, y claro que eran de gente, ni modo que de marcianos, pero son ilegales). Total.
Interesante es que fiel a su costumbre, elevó la vara y se le fue encima al gobierno de los EUA, acusándolo de orquestar semejantes acusaciones.
Lo ha hecho otras veces, no se le olvide que el 17 de febrero de 2022, desde Tijuana (en su mañanera, claro), dijo muy fresco: “(…) toda la campaña en contra de nuestro gobierno está siendo financiada también por el gobierno de Estados Unidos”. ¡Áchis!
Y nadie de sus cercanos se atreve a decirle que es él quien ha hecho que no pocos de ese gobierno extranjero, alcen las cejas por sus dichos y hechos, como sus repetidas visitas a Badiraguato, cuna del narco nacional, o detenerse a media carretera para ir a saludar a la mamá del Chapo Guzmán, no son gracias.
Él mismo agrava las cosas, recuerde su respuesta al informe del 14 de abril del 2023, del Departamento de Justicia de los EUA, sobre múltiples cargos que había presentado contra Los Chapitos del Cártel de Sinaloa, a resultas de que habían logrado infiltrarlos durante año y medio para recabar información. El Presidente, el nuestro, declaró tres días después, enojadito:
“Es una intromisión abusiva, prepotente que no debe de aceptarse bajo ningún motivo (…) es comportamiento vulgar (…) no van a lograr nada (…) son campañas del Pentágono”.
Dijo campañas. Si se refiere a campañas contra los narcos, sí son y está bien, pero se refiere a campañas contra él y su gobierno. Así lo interpretó y sin darse cuenta, se inculpó. Para acabarla de amolar aseguró que son campañas del Pentágono… ¿del Pentágono dijo?, sí, del Pentágono… ¡úchale!, ya lo perdimos.
Como usted comprende, solo que fueran retrasados mentales todos los funcionarios de seguridad del gobierno yanqui, pensarían que no hay que exagerar, que son palabras y se las lleva el viento. No. Allá sí se toman en serio los dichos de un Presidente. Y si un Presidente reacciona así, con descalificaciones iracundas, ante la magnífica noticia de que se consiguió espiar y obtener información en contra de una inmensa banda de narcos, lo único que se puede pensar es lo que está pensando usted. Y allende el Bravo, tienen la mano muy pesada. No hay necesidad de estas turbulencias. Ya ni modo, el señor no sabe corregir, nunca corrige, lo que hace es exigir pruebas. Con su pan…
Ya de salida: ayer presentó su nuevo libro el Presidente. Lo tituló ‘Gracias’… de nada.