Sr. López
En el Campo de Adiestramiento y Doma en que fue domesticado este menda (otros niños le decían “casa” a la suya), una vez, la Directora de Administración y Disciplina (parece que le decían “mamá”, otros a las suyas), se topó con una inocente travesura: su consentido gatito, Lucero, todo peinado con Resistol, y dijo lo que en esos casos siempre decía: -Quién fue, díganme la verdad o es peor –y… solidario silencio, sabiendo que la dama de hierro mentía: decir la verdad era peor; así, calladitos, quedaba con cada quien en su cuarto, pero nadie nalgueado.
Digamos una verdad indiscutible: los políticos mienten. Es real e indudable: mienten. Y otra cosa: lo sabemos.
Contra lo que pudiera parecer, está bien. No se escandalice, es así, aunque se debe acotar que no siempre está bien, claro que no.
Un caso en el que está bien, es cuando se trataba de encontrar la manera de implantar orden, algún orden social. A alguien se le ocurrió la mentira de que el poder lo daba Dios y que el rey lo era por Su voluntad. Funcionó milenios y todavía en algunos países. Ayudó a tener estabilidad y gobernanza, y a no vivir a los macanazos todos contra todos.
Luego, se inventó la democracia, cimentada en otra mentira: la “soberanía del pueblo”. Mentira (gorda), si las hay. El pueblo no es soberano, nunca, está siempre sujeto a lo que dispone una minoría que se hace con el poder, afirmando que es por su voluntad, la del pueblo, cuando la verdad es que grupos de interés y camarillas de vivales, deciden quiénes compiten en las boletas electorales y el pueblo elige del menú hecho por ellos… y encima, créalo, no es raro que hagan trampa en las elecciones (en serio, sí pasa, qué pena abollar su candor).
Lo mismo esa otra mentira de que en democracia, las leyes se las da el pueblo, siendo lo cierto que las cocinan unos cuantos que se las ingenian para que sean aprobadas por sus compañeros en el poder (representantes del pueblo… claro, sí… ¡mentira!).
Vea el caso de la Constitución de los EUA, que empieza diciendo “We the people” (Nosotros el pueblo), cuando la redactaron tres gatos: Madison, Hamilton y John Jay… “We the people”… de risa, pero ni modo que dijera “We three” (nosotros tres); y de cómo se ratificó “por el pueblo”, en otra ocasión lo comentamos (si le interesa). Y cuidado si checa en internet, la IA dice barbaridades, busque en documentos serios, pero no oficiales de los EUA (que dicen la mentira de que su Constitución la hizo el pueblo… ajá, sí claro).
El asunto de la justificación y hasta necesidad de la mentira en política, lo trataron señores con cerebro de dar envidia, como Platón, Gorgias y Protágoras, señalando la conveniencia de la mentira para organizar y dirigir al pueblo, concretamente en democracia. O piense usted qué quedaría de la democracia -en sentido amplio, no solo electoral, sino especialmente en el establecimiento de leyes y su aplicación-, si un gobierno dijera: El pueblo no essoberano y no tiene nada que ver en cómo se gobierna, nosotros por nuestras purititas pistolas y se aguantan… imagínese el despelote.
No, así mejor, además, aceptemos la gran verdad de que decir siempre la verdad puede acarrear tragedias.Y por cierto, eso de que “la verdad os hará libres”, vale en cosas de espiritualidad y el trato con el Buen Dios, pero no para los asuntos humanos, nada más recuerde que está grabado en piedra en la fachada del edificio principal de la CIA, el lema ‘And Ye Shall Know the Truth and the Truth Shall Make You Free’, que traducido a marro dice: ‘Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres’… ahí, en la fábrica de mentiras, de veras, se puede prescindir de decir algunas mentiras.
Dicho lo anterior, importa aclarar que hay mentiras que son reprobables, que no están bien. En cosas de política y gobierno, en especial, las que se dicen para beneficio personal del mendaz, no para beneficio de la sociedad, para mantener el orden, para evitar pánico y cosas así. Junto con esas mentiras por censurable conveniencia individual son inaceptables las que se dicen para llegar al poder o sostenerse en él. Y ojo: no es tan cierto que las mentiras tienen patas cortas, no es muy raro que funcionen años, décadas.
La mentira, también es inaceptable cuando es instrumento principal, herramienta favorita al gobernar. Es cinismo político. Y quienes así se conducen, enferman al grado de creer sus mentiras. No tenga duda, el Señor de los Abrazos está convencido de ser el mejor Presidente que ha tenido México. Y preocúpese si su sucesora realmente cree eso. Va al voladero.
El enorme filósofo Gustavo Bueno (para este menda el más importante del siglo XX, Hegel incluido), tratólargo sobre la mentira política, busque por su cuenta, se va a sorprender, pero con esa su inteligencia todo terreno, advertía que como siempre, la mentira tenía los límites de la prudencia política, más que nunca en estos tiempos en que casi todo es verificable.
Se entiende que la señora del segundo piso festine la supuesta (y falsa) disminución de la pobreza, sí, pero llamarla “hazaña de la cuarta transformación”, es sobreactuar y ponerse en riesgo cierto de hacer el ridículo; y atribuyó esa “hazaña”, en sus palabras, “al incremento en el salario mínimo (que pagan los patrones, ni un quinto es mérito del gobierno), a los programas de bienestar (que son flotadores, respiradores en cuarto de emergencias, instrumento electorero), y al acceso a los derechos (que lo haya dicho es burla, nada más piense en el denegado servicio de salud a la población).
Como mentir se hace vicio, ayer la bastonera nacional, para responder al patán de Trump que dijo “México hace lo que nosotros le decimos que haga” (viejo claridoso), la dama de Palacio, puso un video en el que dice (faltó la bandera):
“Y por cierto, para cualquiera que tenga alguna duda, este es un mensaje de México para el mundo: en México, el pueblo manda”.
Señora, señora, ¡tiene tanto que aprender!: las mentiras de los gobernantes deben ser creíbles o cuando menos, no dar risa.