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Cuerno quemado / La Feria

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Sr. López

 

La prima Esther dio mucha lata. Fue un dolor de cabeza perpetuo para sus santos (y guangos) papás. Ya adulta, platicando con este López, después de una fila de amantes (“parejas” se dice hoy), con muchos empleos -con un promedio de permanencia de una semana-, dijo muy seria que iba a cambiar, pero de veras, que ya no iba a seguir así, que aún estaba a tiempo de ser otra. Este su texto servidor, ingenuo tirando a otra cosa, le creyó. Luego se supo que se cambió de nombre. Nada más. 

 

Hasta orgullo sentía uno al ver la precisa planeación del megacorte de agua potable a la CdMx y algunos municipios del Estado de México (siete millones de tenochcas sin poder asearse, que lo de beber se resuelve con refrescos o agua embotellada… ¿o sabe de alguien que beba agua de la llave en este país?).

 

Le decía: hasta orgullo daba… el programa de trabajo era por horas. El corte del servicio sería de las 8:00 horas del 31 de octubre al 3 de noviembre a las 08:00 horas… y para el 1 de noviembre, reportaban las autoridades que llevaban seis horas de adelanto; después, el director de la Conagua, Roberto Ramírez de la Parra, aclaró que no, que el adelanto era de 45 minutos del programa original (¡como de la NASA!), pero, igual, puntualito habría presión adecuada para regularizar el servicio el 3 de noviembre.

 

Lo que se intentó fue conectar dos tubos, el original (de hace 36 años), con uno nuevo, ya tendido, porque no fuera a reventar de repente el viejo (la edad no perdona ni al acero, se lo dice este menda, que de eso, algo sabe): para eso era la “K” invertida. Muy bien. Así lo explicó el 23 de octubre, el director del Organismo de Cuenca Aguas del Valle de México, Antonio Juárez: la razón del megacorte era esa: “Tenemos que insertar, con precisión milimétrica, un tubo en forma de K, con 180 toneladas de peso, en los dos tubos de alta presión, el nuevo y el anterior”.

 

Eso de la “K” invertida no es más que un conector grandote. Lo de la precisión milimétrica es adorno verbal, no hay de otra precisión, cuando falla algo aunque sea por medio milímetro, no fue hubo precisión. Y el peso es lo de menos: hay grúas.

 

Luego, “algo falló” (sí, algo: cuatro centímetros fuera de lugar… “¡precisión milimétrica!”), y el megacorte se prolongaría “unas horas”, que se hicieron días, hasta que finalmente ya se anunció que todo regresaría a la normalidad el sábado próximo, siete días tarde (el tenochca del altiplano, sufre), y por cierto, a fin de cuentas lo que acabaron haciendo, fue dejar las cosas como estaban, quitar la única razón del megacorte, la “K” invertida (500 millones de pesos), pero diciendo que igual los trabajos habían sido culminados. Ya iniciaron los peritajes… mmm.

 

No es por incordiar pero para interconectar dos tuberías no hacía falta cortar el agua un minuto, ni uno (se hace una cajota de concreto, forrada con placas de acero, dividida en dos e interconectada con la súper válvula que haga falta -los tubos atraviesan la cajota, el servicio sigue-; se deja de bombear agua en un tubo, se corta, se cuela la tapa; ya fraguado el concreto, por esa caja se manda el agua -¡la válvula cerrada!-, mientras se corta el otro tubo y se le cuela su tapa; tiempo sin servicio: cero). Por si se ofrece otro día, se le recomienda a Conagua consiga “Arquitectura hidráulica” -está en francés-, de Bernard F. de Bélidor… editado en 1737 (este López tiene una primera edición y no presta).

 

Pero se pusieron en plan de técnicos alemanes dedicados por 15 generaciones a la metalmecánica y sin haber hecho en taller el montaje exactamente igual al real, con presión de agua y todo (igualito, pues, a lo que iban a hacer en Cutzamala), se fueron muy contentos al lugar a que a la primera les saliera bien. Pues no les salió.

 

Ésta metida de pata con los ojos de todo el país encima, es de las que hacen arder de la raíz de los pelos a las uñas de los pies. Da pena pensar en todos los ingenieros, técnicos y obreros, que hicieron semejante papelazo. En serio.

 

¿Es grave?… no, aunque sí muy molesto estarse lavando en las mañanas con un vaso de agua; primero la boca -¡no escupa el agua!, va al vaso de regreso-, luego, con esponja, las axilas, después los pies y al final la cola; el agua oscura resultante de semejante consomé de humano es para peinarse; loción, talco o  perfume resuelven el resto. El que se queja es al que le toca el segundo turno con el mismo vaso de agua.

 

Lo interesante es que por alguna extraña razón en México, insistimos en que las cosas nos salgan bien a la primera, o cambiándoles el nombre. Por eso da miedo la “Cuarta Transformación”.

 

La premisa de que Morena viene a lavar nuestros pecados lo pone a uno en guardia (les vaya a fallar su “K” invertida). Ni estamos tan mal, ni todo está mal; ni todo está bien, ni estamos tan bien… y lo que hay que arreglar, no es todo.

 

Un ejemplo de un cambio que les debe salir bien a la primera, es prescindir de golpe y porrazo del Estado Mayor Presidencial… ¡híjole!

 

Tampoco se crean que impresionan al tenochca simplex con cambios de nombres: de Secretaría de Desarrollo Social a “Secretaría de Bienestar”; de CISEN (Centro de Investigación de Seguridad Nacional), a “CNI” (Centro Nacional de Inteligencia); de Oficialías Mayores a “Unidades de Administración y Finanzas”.   

 

O cambiar los programas asistenciales (fracasados programas que muchísimos miles de millones después, con orgullo presentan como resultado, a la mitad de la población en pobreza), cambiándolos por becas a “ninis”, pensiones a viejitos y similares.

 

Suena a lo mismo de antes con nuevos nombres. Cambiar la responsabilidad de la seguridad pública de la Segob a una secretaría nueva… es lo mismo, es solo un cambio administrativo. Y lo del fin automático de la corrupción a partir del 1 de julio (le damos chance: a partir del 1 de diciembre), suena a burla después de ver a los contratistas del aeropuerto de Texcoco ir a hablar encerrados con el Presidente electo para salir muy orondos, sonrientes… huele a cuerno quemado.

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