Por Rodulfo Reyes
Son muchos los que creen que Andrés Manuel López Obrador dedica como presidente sus horas laborables para agredir a los periodistas Carlos Loret de Mola y Carmen Aristegui, entre otros, como estrategia para desviar la atención ante la falta de resultados de su administración, cuando –en realidad– su trayectoria lo muestra como agresor de reporteros que le resultan molestos.
La mejor prueba de que no son cortinas de humo las acometidas a comunicadores se dio en 1994 que fue candidato del PRD a la gubernatura de Tabasco (en 1988 abanderó al Frente Democrático Nacional, FDN, que devino en el sol azteca), cuando sostuvo un abierto enfrentamiento con la prensa priísta de su estado.
Eso que ha dicho el de Macuspana de que la prensa se combate con la prensa ya lo había ensayado en su tierra: en 1991 patrocinó la aparición del diario La Verdad del Sureste, desde donde su movimiento contestaba a las agresiones que le lanzaban los medios locales bajo el control del PRI.
Entre los socios de La Verdad del Sureste, que ahora solo circula en forma digital, se encontraba Alberto Pérez Mendoza, quien falleció el 13 de marzo de 2013 y era considerado el brazo derecho de López Obrador; otro socio de ese diario obradorista es Ricardo Pascoe Pierce, ex diputado federal por el PRD y, en algún momento, partidario de la lucha del tabasqueño que hoy despacha en Palacio Nacional.
Según el comportamiento que tuvo con sus paisanos periodistas, el de Macuspana no deja pasar ninguna crítica en su contra. Así, en la campaña de 1994, entrevistado en el noticiero de radio Telerreportaje, el de mayor audiencia en la entidad, a una pregunta sobre cuál sería su relación con los medios en caso de ganarle al priísta Roberto Madrazo Pintado, contestó que su Gobierno les daría créditos a los comunicadores para adquirir carritos de hot dogs.
En los micrófonos del llamado periódico del aire, el único medio tabasqueño que al inicio de su carrera le abrió sus espacios, en una época en que los gobiernos priístas presionaban a las empresas del ramo para impedirles que publicaran sus actividades, López Obrador se refirió con desdén a los reporteros, a quienes, dijo, volvería vendedores ambulantes de comida rápida.
Pero cada que hacía declaraciones en contra de periodistas tabasqueños, a quienes señalaba con nombres y apellidos como lo hace ahora con Loret y Aristegui, no era para desviar la atención sobre algún tema en particular, sino solo para su derecho de réplica por alusiones personales.
De hecho, el papel que juegan hoy algunos espacios –sobre todo de redes sociales– para atacar a periodistas críticos del presidente, en Tabasco lo tuvo en su momento el diario La Verdad del Sureste, que mediante columnas anónimas desacreditaba a comunicadores señalados como adversarios de AMLO.
Sin embargo, durante el período de Manuel Gurría Ordóñez (1992-1994) la oficina de Comunicación Social del gobierno estatal cooptó a los directivos del llamado
periódico de la sociedad civil, pero López Obrador logró destituir a los periodistas vendidos y retomó el control del medio.
Mientras el de Macuspana fue dirigente opositor, La Verdad del Sureste sirvió para defender los intereses de su movimiento, convirtiéndose en su vocero y en el espacio desde donde se respondía a los ataques periodísticos lanzados por los gobiernos priístas.
Durante el lapso que estuvo en Tabasco, de 1988 que fue abanderado del FDN a la gubernatura hasta 1996 que partió a la Ciudad de México para dirigir al PRD nacional, los periódicos nacionales La Jornada y El Financiero, así como la revista Proceso, eran los únicos medios que le cubrían sus actividades.
El corresponsal de La Jornada en Tabasco, René Alberto López, es ahora uno de los principales críticos del Gobierno de AMLO, como lo fue en su momento de administraciones priístas y panistas, lo que le ha valido ataques en redes sociales con señalamientos de que forma parte del PRI-AN.