Esdras Camacho
En estos tiempos de vendedores de humo que se llaman a si mismos, creadores digitales o de contenido, hay tantos impostores jugando a ser originales, conformando tribus de idolatras de bagatelas, cosas amorfas, juegos de palabras, superchería inconexa presentada como arte.
Se hace celebridad hasta los indigentes que han extraviado la razón debido a la intoxicación con sustancias psicotrópicas, o pseudoactores que fingen vivir dentro series tele novelescas, hay público para todo.
Pero por otras partes, hay tanto artista salvaje que no sabe que hay domesticarse para ingresar a los círculos del reconocimiento.
Conocí un poeta en Cacahoatán, fuimos a su casa y nos leyó dos otres poemas suyos. Sus poemas eran estertóreos, revelaciones filosóficas bien aterrizadas. Nos mostró su biblioteca de unos 4 mil ejemplares, libros y más libros, algunos aún con el plástico celofán que indican que no han sido abiertos, discos se acetato y un sinfín de objetos mal acomodados y empolvados. También había revistas actuales y atrasadas de política, ciencia, mecánica, eran torres y pirámides apelmazadas de chacharería valiosa seguramente.
Nos enseñó una guitarra eléctrica modelo 1962, diseño exclusivo, luego otra modelo 1985 de hechura similar, al fondo de ese lugar, su habitación tenía una armadura oxidada, así como de los caballeros de la edad media, el lugar estaba atestado de ropa, libros y artículos varios.
Al saludar a su madre, nos dijo que soportaba a su hijo “porque que más puedo yo hacer…” Es mi hijo. Yo no podía hacer más que decirle “Al menos su vicio no es de aquellos desagradables en tema de inmoralidad o de consecuencias a la salud”.
Yo escuchaba pronunciar su perorata atolondrada, y me parecía un personaje de ficción. Me cayó bien el poeta, más gente así me gustaría encontrar, gente real, auténtica, con esa pasión, esa obsesión, esa filia y manía, en la que el arte de verdad importa, por encima de cualquier necesidad.
Encarnar la fascinación.
Una de las frases memorables que pronuncia el poeta Jaime Sabines en uno de sus poemas es: “Los amorosos […] Les preocupa el amor”. Y yo me quedo pensando ¿En serio les preocupa?, en todo caso, les pre ocupa, les ocupa y les obliga. ¿Y que más podría preocuparnos, si ahí radica el principio y el fin: amar hasta la locura?
Así me imagino a los artistas, aquellos que crean desde esa ardiente serenidad, desde esa vocación insaciable, desde el misterio eterno. Saltar desde lo alto al vacío, sin preguntarse si hay red que los espere o paracaídas que se abra, solo disfrutar el vuelo.
Nos intercambiamos teléfono y redes sociales, espero pronto coincidir nuevamente.
28/04/2025