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Con una palabra suya / A Estribor

Con una palabra suya / A Estribor
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Juan Carlos Cal y Mayor

 

Cada día estoy más convencido de que buena parte del gran éxito electoral de la campaña de López Obrador se debió al uso perfectamente orquestado y coordinado de las redes sociales. A la derrota en 2012, López Obrador convocó a sus seguidores en múltiples ocasiones al zócalo para que no se enfriara el movimiento. Desde ahí anunció que para la continuidad y el éxito de su próxima campaña se formaría un equipo de trabajo encabezado por el productor de novelas Epigmenio Ibarra y el dominicano Héctor Díaz Polanco.

Ese anuncio público se consolidó con la muy discreta puesta en marcha de un equipo de trabajo operado por un selecto grupo de hackers cuya premisa fue conceptualizar e implantar ideas. A partir del decálogo de Goebbels, se unificó el diseño de contenidos discursivos  entre el futuro candidato y sus mensajes dirigidos, atendiendo al manejo de sus emociones y principios de fe religiosa.

La premisa fue polarizar a los futuros electores. Crear un mundo maniqueo, bipolar y sin medias tintas. La “mafia del poder”, el Prian, los engendros del mal personificados en la clase política culpable de todos los males: la corrupción, la inseguridad y la impunidad. Y paralelo a ello ¿porque no? La esperanza. Eso siempre funciona. Un movimiento convertido en partido y con financiamiento público. ¿Y cómo llamarlo? Morena (en clara alusión al estandarte de Hidalgo) un símbolo religioso profundamente arraigado en el sentimiento popular de los mexicanos.

Ya es hoy bien sabido el uso de algoritmos y la inteligencia artificial en las campañas políticas. El propio Epigmenio Ibarra ha señalado en un video que circula en youtube que el uso de las redes es impresionante para “implantar” ideas, haciendo énfasis en una especie de lobotomía.  

Por eso hoy no deben sorprendernos la confrontación cotidiana y la virulencia verbal. Esa fe casi ciega con abierta intolerancia al que disiente. Tan poco es casual el término de chairos y fifís. La descalificación del neoliberalismo  sin que hasta ahora sepamos que habrá de sustituirlo. La formación de un híbrido ideológico, un modelo económico disfuncional, un mazacote sin pies ni cabeza, donde el único símbolo de identidad es el líder. Una profesión de fe y un fervor creyente que entre más se cuestiona más adhiere y fortalece.

Pero no se crea que son todos. Esos 30 millones de adeptos comienzan a desgranarse. La gente quiere resultados, no atole con el dedo. Y por si fuera poco, reconocida o no la recesión económica, ya se siente en los bolsillos de millones de mexicanos que el dinero no alcanza. Que no hay empleo.

Lamentable haber logrado tanto para nada. Desaprovechar la oportunidad de unificar a los mexicanos. Bastaría con una dosis de humildad. Corregir y rectificar algunas decisiones cuyas consecuencias pronto comenzarán a repercutir. Pero no. No hay macha atrás. La 4ta transformación es como la dimensión desconocida. Es una luz en la obscuridad que nos llevará a la tierra prometida. A lo mejor es cierto eso de que Tabasco es un edén.

Pero no… No hay liderazgo que aguante una crisis. El recurso de culpar al pasado pierde fuerza. La gente quiere resultados ahora. La delincuencia se incrementa. Y mientras la tripulación comienza a abandonar el barco. Las calificadoras pintan un panorama negro. La inversión se paraliza. El INEGI, Hacienda, el IMSS y el Banco de México nos advierten, predicen, documentan que las cosas no van bien. Pero él nos afirma lo contrario, desmiente a sus propios funcionarios, los hace abdicar, los tortura con sus largas letanías. Prefiere ser un 4 x 4, vive, respira, se alimenta del contacto con su gente, es un redentor. Ha convencido a sus seguidores que no solo de pan vive el hombre. Que con una palabra suya bastará para sanar sus almas.

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