Guillermo Ochoa-Montalvo
Amanda duerme con los pies firmes; un sueño conduce a otro y enlaza a otros más; podría perderse en ese infinito; perderse por ejemplo, en otros brazos; aspirar otros aromas; sentir unas manos recorriendo su piel y en ese ensueño, quizá, ya no querrá volver a despertar.
El estruendo de los cohetes la despierta de madrugada. En Comitán se celebra algo todos los días y cuando no hay nada que celebrar, se inventa algo para lanzar los cohete al aire. Su vida es una fugitiva tratando de huir de sí misma.
Aún con la monserga encima cargando historias reservadas a su memoria jamás compartidas, se mira así misma a través de su ventana, caminando por las calles sombrías de Comitán, tratando de reinventarse.Recuerda el motivo por el cual llegó a este Pueblo llamado Mágico, aunque ahora se niega a recordar por qué decidió permanecer aquí.
Presurosa por llegar puntual a su cita, aun sabiendo que en Comitán nadie es puntual, acude al baño tratando de olvidar; pero al mirarse en el espejo se encuentra con el rostro de Martín, quien desapareció de su vida sin despedirse siquiera; se miran en silencio; sin hablar se los dicen todo.
Detrás de ella, observa a la otra Amanda asida al brazo de aquel hombre con quien solía recorrer los Barrios antiguos de Comitán; leer al atardecer en el Parque central o en las escaleras del templo de San Caralampio. Los recuerdos pertenecen a un pasado imposible de borrar hasta que llega el olvido.
Sin hablar, Amanda le confiesa a la otra Amanda, “Cuando muera, todos dirán: ¡era tan buena, tan creativa y ocurrente! Era una gran persona. Y nadie o muy pocos, mencionarán los 12,753 defectos que cargué en vida. Entonces, me sentiré feliz sabiendo que frente a la muerte y al amor, todos mienten por consideración”.
Amanda sale de la regadera con el cabello escurriendo sobre su espalda. Martín solía secársela frotándola con su pecho Eran días de girasoles y saliva; de escapadas a las aguas refrescantes de Tzimol o simplemente a tomar café en Giraluna. Lejos quedaban los otros, los autos y las voces de la humanidad.En aquellos días, escribieron una historia en cada rincón de Comitán. ¿Te conté de aquella noche, cuando se robaron la Luna y tres días después, muy tímida, una pestaña asomó?, le decía Amanda al mirar hacia el cielo mientras avanzaban por las calles empedradas a medianoche.
Aquellas, fueron grandiosas noches con el señor Fantasma. Sus cuerpos convertidos en sábanas de nube antes de romper como aguaceros pasionales para desvanecerse al amanecer. Las historias de amor en Comitán se escriben con tinta indeleble; pueden borrarse de la mente; aún así, lo escrito, escrito está.
Para Martín, Amanda era el eje imaginario donde dibujaba la hipérbole a partir de ese punto de fuga que traza un final feliz. Más tarde, los libros murmuraban dejando lejos a la otra Amanda y al otro Marín; los que durante meses fueron un nosotros. Ahora ambos caminaban en sentidos opuestos lejos del parque, con la mochila llena de responsabilidades y sueños de cuerda rota.
Amanda llegó a su cita. Observó la construcción señorial del hotel que en otra época fuese la mansión de algún noble comiteco. Trató de imaginar cómo sería Comitán antes de convertir sus palaciegas mansiones en hoteles, restaurantes o locales comerciales. Imaginó a la gente paseando en carruajes o cabalgando finos corceles a principios del Siglo XX. Evocó cada construcción antes de convertirse en los museos de Belisario Domínguez, Hermila Domínguez. Nunca preguntó sobre el origen del Teatro de la Ciudad Junchavin ni del Centro Cultural “Rosario Castellanos”. Aún siendo asidua a los museos jamás tuvo curiosidad por conocer los antecedentes del Museo “Rosario Castellanos” ni del Museo de la Ciudad.
Entonces se dio cuenta de cómo los espacios podían disfrutarse sin adentrarse en su historia, así como sucede con las parejas cuando se disfruta de su compañía sin conocer la vida del otro.
Espero a la amiga tomando café en los jardines del hotel.
—Ayer quedamos de vernos en punto de las 8, le reclamó Amanda, a lo que la amiga respondió:
— Lo que se promete con el vino, se olvida en el camino”.
—Ya lo sé, Todo vino es bueno, cuando se acaba el fino, le reviró Amanda.
—Pues no hay juicio más frío que el de la tía. Pero como sea, los hermanos no siempre serán amigos; pero los amigos, siempre serán hermanos. Y eso somos ú y yo.
—Está bien, donde el corazón se inclina, el pie camina, respondió Amanda tratando de conciliar.
—Ahhh!! El amor. Amar, no es solamente querer es sobre todo comprender.
Así continuaron hablándose con refranes y modismos comitecos, algo tan característico entre los cositias.
Cuando la amiga quiso compartir los poemas seleccionados para su próxima publicación. Amanda con la mente puesta en sus emociones le respondió: “Hoy no estoy para los versos de Neruda; estoy más biencomo para la amargura de Poe, o como para las borracheras de Bukowski”.
—La pasiones son una adicción y como dicen por allí: “La adicción es una prisión con la cerradura por dentro…”
—Eso ¿qué significa?, preguntó Amanda.
—Descífralo tú.
Amanda regresa a su casa; con los pies firmes, se mira al espejo. El rostro del otro ha desaparecido. El fantasma ya no existe. Giró la cerradura repitiendo las palabras de su amiga: Amar, no es solamente querer es sobre todo comprender.
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