Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida Ana Karen, Nada como dedicarle un texto a la nada. Por ahí leí: “Nada puede sorprendernos; alguien se atraviesa en el camino y cambia el rumbo de nuestro destino”. Nuestro último gobierno surgió como si nada y termina en la nada, cambiando el rumbo del país sin nada contra la violencia; sin nada para frenar el crecimiento de la pobreza; sin nada de obras prometidas; sin nada de reducción a las tarifas eléctricas, de gas y gasolinas; sin nada de transparencia en las licitaciones de obras; sin nada efectivo en el combate a la corrupción y al narcotráfico.
Sin nada mejor qué hacer, le pregunto a mi Vecina si anda ocupada para compartir un café.
—¡Para, nada!, no tengo nada qué hacer, -me responde.
—Pues nada, no se diga más. Vayamos al Café Vicent dedicado a Van Gogh, es un sitio nada convencional. Me recuerda al Café de Nadie de los estridentistas de los años 20 en la ciudad de México. Nada se le compara en Comitán.
—Y ¿de qué platicaremos? Porque a mí no se me ocurre nada en particular.
Llegué media hora antes de la cita. En tanto, pedí una copa de Nada, esa bebida de tequila con jarabe natural y jugo de naranja mientras observo las magníficas litografías adornando los muros sin dejar nada fuera de lugar. Bebí dos copas en silencio, sin pensar en nada más que en mi Vecina a quién conocí bajo el seudónimo “Soy nada” en sus redes sociales. De pronto, aparece de la nada sentada a mi lado. Pasamos unos minutos hablando del Ser y la Nada de Jean Paul Sartre. En maravillosa obra ontológica y fenomenológica explica la corriente del existencialismo. Ella no acepta para nada a Sartre, me dice, argumentando ser un filósofo machista y misógino.
—Yo no leo nada de Sartre; en cambio, no me pierdo nada de la obra de Simone de Beauvoir, -me lo aclara con un gesto nada cordial.
—Bajo es criterio no podrás leer nada de Boudelaire o de los libertinos poetas malditos; ni escucharás nada del disoluto Mozart, Bethoveen o nada de Chaikovski o de Oscar Wilde. Si juzgas las obras de los autores por su vida personal, te quedarán sin nada que apreciar en el arte, e incluso en la ciencia.
—Nada de ellos me agrada. Dalí, Paul Eduard, Nietzsche, Freud y el doctor Andreas fueron unos pervertidos. Y ya no quiero comer nada, perdí el apetito, me dice refunfuñando.
Cuando la pasión se impone a la razón no queda nada por discutir. “Debate no es combate”, recordé en ese momento a mi amiga Astrid y preferí no decir nada más. Tratando de cambiar el tema le pregunto sobre su viaje a Tapachula.
—Será complicado viajar. Ando sin nada de dinero después de pagar renta, deudas y despensas. Además, no me siento nada segura viajando en estas carreteras donde la violencia, los bloqueos o derrumbes te salen al paso como si nada. Nada me asegura el paso por Comalapa y ahora con los 19 homicidios en Ocozocoautla, esa ruta, para nada es transitable.
El tema de inseguridad nos llevó a varios puntos sin concluir en nada. Fue entonces cuando me dice:
—Si no tienes nada que hacer mañana, te invito a cenar en mi casa; no tengo nada extraordinario, pero tu compañía en mejor que nada.
—Mañana debo dedicarme a redactar un artículo sobre derechos humanos con enfoque de género; y de eso, no sé nada.
—¿Ya ves?, no sabré nada de tus autores, pero sé todo del movimiento feminista desde el Siglo XVIII a la actualidad. De hecho, mi tesis al realicé hace 30 años, sobre ese tema enfocado en la violencia de género expresada en los medios de información y comunicación; nada distinto a nuestra realidad. Centro mi interés periodístico en las diversas organizaciones feministas, sus similitudes y diferencias entre ellas. Llevo muchos años recopilando entrevistas, reportajes, artículos y notas políticas, rojas y amarillistas donde nada ni nadie parece frenar el machismo imperante y sobre todo la irresponsabilidad de quien los escribe y de quién permite su publicación. Enfoqué la investigación desde el método histórico dialéctico. Por ese motivo, no coincido en nada con Sartre. Ingresé a esta editora porque ahí se ejerce un periodismo de ética. Cenemos juntos y te explico lo que en verdad es el feminismo; nada que ver con esas versiones distorsionadas que nada aportan al movimientos importantes de los últimos siglos.
Mi Vecina Soy Nada, preparó una cena de antología; esas que las mujeres elaboran cuando parece no haber nada en el refrigerador. Habló durante toda la cena y terminamos sentados en la alfombra hasta entrada la madrugada. La escuché sin objetar nada. En cada frase, mecía su cabello y sus gestos le daban un aspecto doctoral; no improvisaba nada.
Me habló de la explotación y puso hacia las mujeres migrantes en la Frontera Sur sin que Migración hiciera nada por evitar tales flagrancias; comentó del deterioro de la educación donde los niños ya no aprenden nada; expresó su coraje por los pésimo servicios de salud y. Dejar sin nada de presupuesto a las instituciones, incluyendo las de Justicia, cultura, arte y sin nada desesperanza a los agricultores.
De pronto, se levantó regresando con un elegante traje de noche de dormir.
—Es tiempo de descansar, puedes quedarte, pero nada de sexo; te invité a comer, nada más que a eso, -me advirtió; y yo, sin comprender nada la seguí hasta la habitación.
La primera luz matinal me alertó de estar fuera de mi casa; eché un vistazo a su recámara, a sus computadoras y libros; nada de literatura de ficción, nada que uno fuesen investigaciones y ensayos sobre el feminismo.
Regresé a la cama en silencio y al acomodarme, escucho la canción de Manzanero “Nada Personal” sintonizada desde su Alexa.
—Por cierto, me llamo Amanda y aquí no hay nada personal; aquí, no pasó nada de nada como en este país donde cada mañana nos recuerdan que de todas las promesas, nada de nada.
Y así, sin nada que agregar, Ana Karen, sólo puedo decirte que la nada es menos grave que cualquier omisión y a veces, pensar en nada nos salva como una cuestión de amor.