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Código Nucú / Nos están matando

Código Nucú / Nos están matando
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César Trujillo

 

México es país inseguro: una fosa común en la que cabemos todos. Nos están matando. La violencia nos ha aplastado por completo. A las mujeres, a los niños, a los indígenas, a los periodistas, a los homosexuales, a todos. Nos están matando. A nadie más que a los familiares y los desprotegidos les importa. Ayer asesinaron a otro periodista. Se trata del escritor Javier Valdéz quien fuera cobardemente ultimado en Culiacán. Lo ejecutaron a la mala, como a todos los del gremio. Lo mismo le hicieron en marzo a la periodista Miroslava Breach Velducea y hasta hoy los asesinos se encuentran libres y felices; impunes y viviendo por encima de la ley.  Están tan vivos como los que asesinaron al fotoperiodista Rubén Espinosa en 2015. Vivos como todos los que se prestan a jalar el gatillo en contra de quien tiene como única arma una pluma, una libreta y, quizá, una cámara fotográfica. Mientras los otros portan armas de grueso calibre y son protegidos por las mismas autoridades a nosotros nos están matando.

No se castiga con una sentencia condenatoria por parte de la justicia a quien atenta contra la vida de un periodista. Se hacen promesas, se emiten panfletos, se crean pronunciamientos y todo —lo sabemos—, absolutamente todo, son simples letras huecas y sin sentido que no se hacen realidad. Así fue, también, con la ejecución de Maximinio Rodríguez en abril de 2015 en La Paz, Baja California. Todo quedó en una carpeta que supuestamente sería investigada; nada pasó. No siguen matando. Parece que la muerte de los periodistas no importa a los políticos ni a ningún funcionario.

Curiosamente, la misma Fiscalía para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) señalaba, el año pasado, que más de seis años —es decir: de julio de 2010 al 31 de diciembre de 2016— se registraron 798 denuncias por agresiones contra periodistas. De éstas, 47 fueron asesinatos. L a Fiscalía asegura que sólo hay registro de tres sentencias condenatorias: una en 2012 y dos en 2016, datos risibles para el número de casos denunciados, que es como decir que el 98 por ciento de los ataques contra periodistas queda impune.

Por eso no podemos pasar por alto las agresiones, amenazas y el acoso que han sufrido algunos compañeros en Chiapas. Los casos más recientes del mes de mayo son el de Lennyn Flores, reportero de la Agencia El Estado, quien denunció la presencia de un hombre que preguntaba por él con fotografía en mano. En este caso la Procuraduría General de la República (PGR) se negó a levantar un acta y ni la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) atrajo el caso. El segundo caso es el del periodista Antonio González, corresponsal de El Heraldo de Chiapas,  quien fue amenazado de muerte por cubrir un accidente carretero, denuncia que ya consta en la carpeta de investigación: 0099-097-0701-201. El tercer caso es el de Manuel Morales, periodista oriundo de Pichucalco, que ayer denunciaba intimidación y acoso por parte de los escoltas del diputado presidente de la Mesa Directiva del Congreso del Estado, y presidente del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Eduardo Ramírez Aguilar. Cierto es que el video que circula en redes no dice mucho, más que su malestar por lo que le hicieron. Los defensores de ERA han criticado severamente al reportero como si en un ataque diera tiempo de grabar justo cuando nos intimidan o agreden físicamente. Parece que se necesita ver al periodista golpeado, herido o muerto para poder tomar cartas en el asunto, pues de otra forma las autoridades ignoran la magnitud del problema.

Lo triste es que pareciera que alguien, alguna vez, dijo que era normal que nos mataran, que nos golpearan, que la violencia es algo cotidiano, que no es nada nuevo, que viene de cientos de años atrás. Ese alguien, en su afán de justificar, afirmó que lo teníamos ganado, que habíamos metido las narices en donde no nos llamaban, que andábamos de preguntones o que simplemente no habíamos querido ser parte del juego. Entonces, justificaron la violencia y volvieron natural el homicidio de periodistas. Se perdió el asombro, y la rabia que provoca ver muertos a los compañeros; se escondió nuestro dolor en una caja que nos brinca y rebota en el pecho cada que una mala noticia nos alcanza. #Mientrasnoseayotodoestábien No. Nada está bien. Nos están matando. Y la pregunta es ¿hasta cuándo seguiremos estando en la indefensión?

 

Manjar

Tanto ruido hizo que Enoc Hernández se saliera de Un millón de amigos y regresara a Mover a Chiapas que muchos empezaron a pegarle por todos lados. Si es como dicen que ni peso tiene y que ni alcanzará nada, no entiendo el interés de andarle sonando duro. Parece, entonces, que fuese todo lo contrario y que pone a varios de sus amiguis a idear la forma de ponerle piedras en el zapato. #Dudas // La recomendación de hoy es “Obras maestras” de Aldous Huxley y el disco “Ten” de Pearl Jam. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.

 

@C_T1

 

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