Sr. López
En la familia materno-toluqueña de este menda, hubo historias de amor y liviandad muy sabrosas, aunque procuraban taparlas. Ahí está por ejemplo, el sonado asunto de las tías Margarita y Hortensia, hermanas “quedadas” por no tener marido antes de los 18 de edad (eran los años 40 del siglo pasado), mientras su hermana menor, Dalia, se casó a los 16 con tío Nacho, un veracruzano muy alegre que quedó viudo al nacer su cuarto hijo, lo que para las dos vivas, lo hizo más apetecible que una cerveza helada en el desierto de Altar, Sonora. Con la muerta aun fresca, las “quedadas” pactaron ayudar en todo a tío Nacho con las cuatro criaturas y portarse como lo que eran, unas damas cristianas (… mmhú). Toluca observaba. Al año, retumbaron los cielos por el pleito entre las dos: se arrastraron mutuamente el prestigio. Tío Nacho le puso casa a cada una, con las dos tuvo hijos y años después, muy contento, se casó con una costeña de fuego, joven paisana suya, quien plácidamente aceptó todo el enredo, tuvo sus respectivos críos y a fin de cuentas heredó todo. Decía la abuela de Autlán, Elena: -“La tenían fácil pero… por peleoneras”.
La suma es una de las operaciones elementales de la aritmética, la resta también, junto con la división y la multiplicación. La suma aritmética sirve para muchas cosas, para la política, la política electoral, no; la multiplicación, tampoco; la resta y la división, sí, mucho.
Este domingo Morena se alzó con el triunfo en otros cuatro estados de la república. Muy bien. Ahora, el partido del Presidente, suyo de él, organizado y fundado por él para él, gobierna 20 entidades del país.
Sus admiradores, partidarios, adeptos, simpatizantes, incondicionales, fanáticos y discípulos, tienen calambres en ambos brazos de tanto celebrar con matracas este triunfo, otro triunfo que suceda lo que suceda en 2023, piensan algunos, les asegura el control territorial de los procesos electorales de la nación. Eso piensan esos algunos. Y eso les hace pensar que la elección federal de 2024, va a ser un día de campo.
Vistas las cosas como están las cosas, no se equivocan y lo más probable es que la próxima Presidenta o Presidente de la república, sea el que Andrés Manuel López Obrador ponga de candidata (o)… pero no por la suma de votos posibles de esos 24 estados. En política no vale la suma aritmética sino para contar boletas electorales, eso sí.
A quienes necean en que el número de gobiernos estatales es definitorio por lo que significa de control territorial del electorado, se les recuerda que el PRI, cuando perdió la presidencia de la república en el año 2000, tenía 20 estados gobernados y el PAN, solo ocho… sí, pero la gente vota como le da la gana y don Chente, se terció la banda presidencial.
Igual pasó cuando triunfó Calderón, el PAN seguía gobernando solo en ocho estados y se repitió la historia, ganó el PAN por más que algunos sigan terqueando en que no… pues no, pero don Calderón fue el que se sentó en La Silla. Luego en 2012, ganó don Peña Peñita Peña, logrando lo histórica y políticamente impensable: el regreso del PRI al Poder Ejecutivo Federal, sí, pero en 2018 triunfó arrolladoramente López Obrador, teniendo el
gobierno de solo cuatro estados. En una elección presidencial no hay relación aritmética entre número de estados gobernados y número de votos cosechados.
El triunfo de don Fox obedeció a que el PRI vivía dormido en sus laureles echado sobre una pila de reclamos sociales y el hartazgo de la gente, de acuerdo, pero no es cosa de negar el arrastre que como candidato tenía el esposo de doña Martita; hervía la gente en sus mítines.
Calderón en 2006, no tenía ese arrastre y por poquito la pierde, pero como sea (“haiga sido como haiga sido”), con don Chente metido hasta el cuello, la ganó aunque haya sido por poquito. Y eso significó doce años más de amarga espera para López Obrador.
En 2012, ganó don Quique Copete. Usted podrá sentir que se le hacen nudo las tripas nomás de oír mentarlo, pero no solo ganó sino que le sacó casi seis puntos porcentuales de ventaja a quien ahora es Presidente de nuestro país, casi mil por ciento (sí, 1,000%) arriba de lo que Calderón consiguió sobre el tenaz candidato (Calderón ganó con el 0.58% de votos arriba de López Obrador; Peña Nieto con el 5.59%… el 963.79% arriba respecto de la ventaja de Calderón. Arde).
Llegó el 2018 y los electores nacionales se cubrieron de gloria. López Obrador ganó avasalladoramente y fue un triunfo limpio (aunque con una ayudadita de algunos de sus amigos priistas -familia es familia-, que nunca quisieron a José Antonio Meade; más otra ayudadita de algunos del PVEM, que hicieron honor a sus costumbres del tacón dorado… más la dúctil falta de principios y convicciones del Peña Nieto que no sacó las manos del proceso por demócrata sino por miedo a la revancha de quien ya veía como seguro ganador… y atinó).
Como están las cosas, se puede vaticinar como lo más seguro que Morena gane la presidencia de la república, porque este Presidente es capaz de todo y es capaz de mucho, nada más tenga usted presente cómo le hizo para llegar, solo, solito, a alojarse en Palacio Nacional, con todo en contra. Ahora con el poder federal y el erario en sus manos, no se necesita ser sabio para suponer qué va a pasar en 2024… pero quien crea que es cosa ya irreversible, imposible de evitar, se equivoca.
Ese error de apreciación en primer primerísimo lugar, es porque en 2024 López Obrador no estará en la boleta, detallito. En segundo lugar porque promete ser épico el pleito interno en Morena a la hora de seleccionar candidata (o).
Es palmario: Morena no tiene oposición enfrente (sí, pero anémica, no sea rigorista), pero el enemigo lo tiene en casa: va a ser un pleito a navaja, sin reglas y nos divertirán con la guerra sucia que tanto gustan practicar.
Las dos corcholatas presidenciales más visibles, tanto doña Sheinbaum como Marcelito, cargan sus propios esqueletos, literalmente, esqueletos. ¡Cierren las puertas!