Jorge Castorena
A 200 años de la federación de Chiapas a México se dice fácil, se comprende menos, y lamentablemente para la mayoría de los mexicanos esta fecha está pasando inadvertida.
Una epopeya tan grande, que le da a la nación mexicana una muestra tan importante de generosidad, de orgullo, de nobleza, pero sobre todo de una evocación democrática sin precedentes en nuestra historia.
En momentos trascendentales e históricos como los que estamos viviendo en nuestro país, con un movimiento tan relevante como la Cuarta Transformación y lo que está sucediendo con esta reforma jurídica democrática que esta siendo atacada como en los peores tiempos del oscurantismo y el imperialismo más burdo que amenazan a nuestro país con amenazas bravuconas y cobardes que creen que sojuzgaran la voluntad de este pueblo, que por primera vez en años esta conduciendo su destino con su propia voluntad, después de decenas de años de estar sometidos a los intereses de otros países. De ahí la importancia de recordar estos doscientos años de ese espíritu democrático, que caracteriza a nuestra país, pero que sobre todo se ve reflejada en la vocación profunda y congruente del gran estado de Chiapas, que al ser el único estado de la Federación que mediante un plebiscito decidió incorporarse al naciente Estado mexicano.
Chiapas ha sido para la nación un ejemplo, un dilema, una inspiración por la resistencia de sus pueblo originarios, un orgullo por sus bellezas naturales, una deuda pendiente por la pobreza y el atraso de muchos de sus habitantes, también ha sido fuente de orgullo por todas las expresiones culturales y artísticas que no sólo han engalanado a nuestro país, sino al género humano.
Chiapas, lugar de la última guerrilla del siglo 20, lugar de música y poesía, de dificultad y marginación, de lugares mágicos más allá de la imaginación, de gastronomía prehispánica, hispánica y actualmente moderna.
200 años de una historia que lamentablemente no terminamos de comprender, uno de los estados con menos historiografía palpable, con sus archivos históricos fuera del estado y del país; para conocer sus archivos originales !Hay que salir a las universidades extranjeras! porque unos ladrones las vendieron hace años.
Con un futuro prometedor debido a su pasado misterioso (el maya), que no terminamos de conocer a plenitud, con leyendas, verídicas o no, de ciudades como Palenque o Toniná, que se dice no conocemos
ni hemos descubierto la mitad de esas míticas ciudades. De ahí lo prometedor, un pasado que se nos continúa ocultando, tanto por razones sociales, económicas, ciertamente también de ignorancia, al no
verse el potencial turístico que toda esta cultura ofrece para el visitante tanto local, nacional o extranjero.
Quien entienda todo el tesoro que esta zona contiene, encontrará la recompensa al final del arcoíris.
200 años de ser abusado por una clase política, por una casta social, que no se ha cansado de saquear sus recursos naturales, de ningunear su cultura, de querer enterrar no sólo sus creencias, sino hasta su modo de hablar. Y sin embargo, Chiapas resiste, aguanta, permanece.
Con esta nueva política que ya empieza a recorrer el estado, que está hablando de reivindicación, de chiapanequidad, de reconocer lo chiapaneco no sólo en la marimba, sino en la música milenaria, en el teclado, en el pito y el carrizo, en el pop y en la regional mexicana.
La chiapanequidad tiene la obligación de reconocer todo lo que hace al chiapaneco, al de la Frontera, al de la Zona Norte, al de La Frailesca, al del Soconusco, al de la Costa, al de Centro y al de Los Altos, pero también al chiapaneco de antes, al de Gustavo Montiel, al de Laco Zepeda, al de Sabines, al de Bañuelos.
Al chiapaneco del pasado, al de hoy y al que se construirá con esta nueva identidad.
El futuro de Chiapas está en su glorioso pasado, no sólo el de los pueblos originarios que ven su mayor auge en el pueblo maya, el zoque, y el chiapa(sin demeritar a las otras), sino también en la generación
que nos dio identidad ya como pertenecientes a México, la generación de Albino Corzo y Joaquín Miguel Gutiérrez, el pasado, pero tan vivo, de la dignidad de Belisario Domínguez, prócer de la República. En ese pasado recae el renacimiento de la chiapanequidad, en enseñarle la grandiosidad de esta tierra a sus nuevas generaciones, para que éstas encuentren el orgullo en los orígenes de su piel, en la peculiaridad de su hablar, en sus palabras tan sabrosas y tan nuestras, en sus bailes, en sus cantos, en su ser.
Esperemos que en esta nueva era los chiapanecos comprendamos que no somos como una rosa al cosmos, sino que somos el cosmos en sí.