Antonio Cruz Coutiño
Escribo esto como un tributo. Contribución al estudio de la crónica de la nota roja en México, en el quinto aniversario luctuoso del buen FAR, Fernando Alegría Ramírez. El FAR, don FAR, Farcito o Fernando Alegría a secas. Uno de los personajes típicos populares más intensos, y carismáticos de Tuxtla Gutiérrez. Un tipo de los que no hay muchos. Escasean. De los que, sin proponérselo, con tenacidad y constancia, contribuyen a la definición de la identidad de todos, de nuestra cultura e incluso de la sociogeografía regional.
Y es que, don Fernando Alegría Ramírez, fue heredero de algún modo, de la oralidad sabrosa, característica de nuestros pueblos, ágrafos de toda la vida, analfabetas hasta hace poco.
FAR fue un genuino recreador de la peculiaridad radiofónica inaugurada por el famoso Chilo Pistolas, don Isidro Aguilar López “patrullero 9-20” (1934-2010), cuyo noticiario policial de la tarde ―durante las últimas décadas del siglo pasado― fue transmitido por la estación XEVV, o equis e doble ve. Portador de las enseñanzas reporteriles, bohemias, ilustradas, desmadrosas y eruditas de don Gervasio Grajales Gómez (1914-1992), en cuyo periódico ¡Es! Diario Popular escribió sus únicos textos, verdaderas joyas de la crónica nacional.
De modo que es una lástima que el mejor cronista de la nota roja, se haya muerto a sus setenta y seis años, cuando apenas decidía escribir sus memorias. Personaje representativo de Chiapas, aunque originario, vecino, residente y andariego de las calles de Tuxtla Gutiérrez. Vasallo y señor de la ciudad, ambas cosas al mismo tiempo.
Cuando la mayor parte de sus textos no se encuentran sobre el papel, pues se escaparon con las alas del viento, con las ondas sonoras de la radio, la que esparció su voz durante los últimos años de su vida.
Desafortunados somos pues, quienes habitamos Chiapas, pues el buen FAR, nacido el 30 de mayo de 1934, criado en el barrio de Las Canoítas, aderezado en el Mercado Viejo, muerto y sepultado el 26 de agosto de 2010… no aprendió a garabatear lo suficiente, ni a teclear duro a las máquinas, razón por la que escribió muy poco y entonces, la mayor parte de sus crónicas fueron narradas oralmente: tan sólo pronunciadas ante los micrófonos de los noticiarios radiofónicos de la ciudad. Originalmente en varios programas que hoy nadie recuerda, aunque también en Reporteros en Acción de Augusto Solórzano ―casi desde su fundación―, en Radio Prensa del viejo Leonel Palacios Pérez, y durante los últimos tiempos en ORM Noticias, de XEUE, junto al buen Mario Tasías Aquino.
Dejó entonces, tan sólo para el oído y el viento, tan sólo para el argüende y el comentario festivo, sus incontables y asiduas crónicas, aunque es probable se descubran algunas grabaciones rescatables. Y es que, fueron ricas en verdad, sus narraciones sobre policías, ladrones y asaltantes; sobre peleas de cantina y descalabrados; sobre apedreados, destazados y rotos, y aquella historia del buscapleitos que, tras la rebatinga, detenía las tripas con sus propias manos. ¿Quién no recuerda, al final de los noticiarios de la tarde, a sus automovilistas despanzurrados, a sus acuchillados, borrachos y dementes?
A los de mi generación, siempre nos parecieron sabrosas e hilarantes sus crónicas de prostis, madrotas, travestidos y padrotes; testimonios en algunos casos, aunque en otros: verdaderos relatos imaginarios sobre timadores, farsantes y merolicos, o aquellas relaciones literalmente sangrantes, de apuñalados, ciclistas atropellados y delincuentes nóveles; crónicas que refieren homosexuales y proxenetas, o sobre canasteras, pozoleras y cargadores; gente del mercado.
Hermosas fueron aquellas sus referencias frescas, geniales; las que describían fiestas, cumpleaños, velorios, marimbeadas, comilonas asociadas a las copoyitas, borracheras y cabos-de-año. O bien, sus desembarazados comentarios y salutaciones sinceras a comadres, ahijados, diputados, comerciantes, “licenciados” e incluso a los gobernantes en turno.
Los de mi generación bien recordamos sus candorosos anuncios, las referencias a sus notas rojas, pues él mismo vendía a la vera de los mercados públicos —triciclo y altavoz a la mano— los ejemplares del ¡Es! Diario Popular, en donde don Gervasio Grajales publicaba sus comentarios y anécdotas. Evocamos ahora mismo su voz chillona y sus alarmantes muertos, descuartizados, cuando leía los títulos de sus notas. He aquí una pequeña muestra:Le partió la cabeza con cuchillo cebollero.Tres tiros nomás le dieron, y hasta sentado quedó.
¡Pobre! Le quebraron las canillas por juilón.
Encuentran cadáver, embrocado como Gabino Barrera.
Embrocado y desnudo, aparece el Mochaorejas.
Tieso fue encontrado en la banqueta. No tenía más dónde vivir.
Bandidos asechan almacén de CONASUPO. Pero ya están a punto de caer.
Pobre hombre cayó de boca. Tan sólo con tres disparos.
Muere y no deja ni para el velorio, reclaman los hijos.
¡Tremenda balacera y harta sangre! Aunque hasta ahora no encuentran los muertos.
Aparece mujer asesinada. ¡Cero y van tres!
Ya no volvieron a casa. Ni sus cabezas aparecen hasta la fecha.
¡A machetazos pierde la vida! Todo por defender a su madre.
No es que quieran paga los policías. Es que les gusta el retrato del billete.
No muere por dinero, sino porque le gustaban los Cuahutémoc.
Multihomicida huye. Dicen que salió volando. Igual que el águila de los billetes.
Muere ahogado, pero no de agua, sino por bolo.
Nomás un tiro le dio, y eso que era su compadre.
¡Le batieron los huevos a la profesora!
Peón muere de un accidente aéreo.
De un garrotazo lo desnucaron a don Arturo.
Cae un peón como anona madura.
Choque mañanero y aparatoso.
Y todo por la muerte de un chucho fino.
Vendedora de Avon regresa herida del Coyol.
Lo agarró la quita hombre a coyolazos.
Es más —esto confirmaría su adiestrado buen humor—, dicen las malas lenguas (y la nuestra que no es de santos), que cuando un día lo entrevistaron para la radio o la televisión, dijo que no le gustaría anunciaran su fallecimiento. Que, con tantos titulares mórbidos en su haber, corría el riesgo de que intitularan en la contraportada de los diarios:Muere FAR en su cumpleañosSe le atoró el pescuezo del jolote
Y así es que de don Fernando, nos acordamos ahora. De cuando el 26 de agosto de 2010, los periódicos y noticiarios de la ciudad anunciaban su deceso. Miguel Ángel Carrillo en su columna “Chispero Político” de esos días, anunciaba: Adiós Fernando Alegría Ramírez, ícono de la nota roja. Luego incluía una especie de obituario o encomio:
“Don Fernando Alegría Ramírez, mejor conocido como El FAR, una leyenda en el periodismo de la nota roja, en Tuxtla Gutiérrez, ha muerto. Su deceso ocurrió a la una de la mañana de este jueves 26 de agosto. Su cuerpo está siendo velado en Funerales Tuxtla, ubicado en la primera sur esquina con décima poniente, frente al Hotel Palmeiras. Agradezco a mi amigo Armando Domínguez el aviso que me hace llegar por vía electrónica, en la que me notifica la muerte del compañero FAR”.
“Fernando Alegría, conocido por amigos y por todos como FAR, tuvo un gran carisma en los medios escritos y radiofónicos de comunicación. El colega [poseía] una gracia natural para decir las cosas; le daba el matiz de [la típica] comunicación regionalista. Muchos años colaboró para Augusto Solórzano López en su noticiario Reporteros en Acción. Luego, en el programa Radio Prensa con Leonel Palacios Pérez, formamos un buen equipo de comunicadores, y era prácticamente [ahí, en] donde Fernando hacía sus crónicas muy peculiares sobre la nota roja.
“A últimas fechas, al FAR ya no se [le] escuchaba en los medios como antes, [cuando] eran cientos o miles [las] personas [quienes] escuchaban la radio. Sólo por oír a este personaje que hoy se nos adelanta en el camino de la vida. Es pues, una pérdida irreparable para el gremio. Descanse en paz Fernando Alegría Ramírez.”