Rodulfo Reyes Aguilar
El reciente anuncio de Luis Carlos Dupeyrón y Fernando Mayans Canabal de buscar la presidencia municipal de Centro por el PAN y Movimiento Ciudadano, respectivamente, no solo le pone sal y pimienta al todavía lejano menú electoral de 2027: también confirma una constante de la política local. Cada aspiración opositora que emerge sin acuerdo previo no erosiona al poder; lo fortalece. Y el poder hoy se llama Morena.
En esta dispersión participa Evaristo Hernández Cruz, ya apuntado por el PVEM, mientras se da por hecho que Luis Felipe Graham Zapata decidió bajarse del hándicap emecista. La salida del ex secretario de Salud no es menor: se trata de un personaje con trayectoria en la vida pública real, no de redes sociales, aunque cargue todavía con la sombra que le dejó la metralla política disparada por Arturo Núñez Jiménez contra la administración de Andrés Granier Melo. En política, los pecados ajenos también se heredan.
La oposición, aquí y en China, cuando se fragmenta, se convierte en aliada involuntaria del partido en el gobierno. Morena no necesita hacer nada extraordinario cuando sus adversarios riñen entre sí antes de competir contra él. Llegar divididos a la contienda equivale a entregar la plaza sin resistencia.
La única ruta mínimamente racional para que la oposición construya una candidatura competitiva sería una elección primaria real —no de membretes— que decante al aspirante mejor posicionado. Todo lo demás es simulación y vanidad.
Por el PAN aparece el ex delegado de Economía, cuyo último registro público relevante fue haberse desempeñado como secretario particular del rector de la UJAT, Guillermo Narváez Osorio. Poco ruido, poca calle y nula épica electoral.
En Movimiento Ciudadano figura el ex director del ISSET, personaje que quedó severamente desfondado en la elección de 2024, cuando el hoy gobernador Javier May Rodríguez lo pulverizó con una frase que aún resuena como epitafio político: “hay algunos que en vez de andar en campaña deberían andar pidiendo perdón por su pasado en el gobierno”. En Tabasco, ciertas frases no se olvidan; se reciclan.
Quizá quien conserva una estructura más robusta sea Evaristo Hernández, veterano de mil batallas y ex alcalde de Centro, pero ni siquiera él parece contar hoy con la fuerza suficiente para incomodar seriamente al partido vinotinto. Su capital político existe, sí, pero no crece.
Del lado de Morena, el tablero es distinto. Ahí se mueven, por ahora, dos aspirantes con seriedad: el secretario de Ordenamiento Territorial y Obras Públicas, Daniel Casasús Ruz, y el presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso local, Jorge Bracamonte Hernández.
Casasús carga con un padrinazgo que pesa: el de los hijos de Andrés Manuel López Obrador, mientras que Bracamonte presume la ventaja más codiciada en cualquier proceso interno: encabezar las encuestas.
Y en los últimos días comienza a asomar un tercer nombre que no debe subestimarse: Efraín Reséndez Medina, presidente del Tribunal Superior de Justicia de Tabasco, quien en la elección judicial demostró que no es un improvisado y que sabe sortear obstáculos, incluso cuando estos provienen de los “duros” del gabinete.
Pero ese, como suele decirse en política, es otro expediente… y otra entrega de De Primera Mano.