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Castaño oscuro / La Feria

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Sr. López

 

Allá, en esa tierra de hombres cabales que al despertar la mañana quieren cantar su alegría a su tierra mexicana, en mero Autlán de la Grana, Jalisco, territorio macho-macho (ahora, no, ya no, para nada), en la primera década del siglo pasado era del todo impensable llevar a una hija soltera y en ‘edad de merecer’, a que el doctor del pueblo le hiciera una revisión obstétrica (además, el viejo doctor sabía que eso ahí, no se hacía, y que los partos eran cosa de las matronas de confianza de cada casa). Es el caso que Elisa, una prima hermana de la abuela Elena, discurrió que para obtener el repetidamente negado permiso de casarse con un mocetón que le alborotaba neuronas y faldas, dijo a su mamá que estaba en ‘buena esperanza’, informe que la mamá transmitió al papá, varón matrero de pocas pulgas y buena puntería, quien se mordió los bigotes y acariciando la cacha de su revólver, respondió rechinando las muelas que no era posible, pues el muchacho sabía a ‘qué se atenía’. La hija insistía en que era cierta su situación y que si no le creían la llevaran con el doctor, sabiendo que su papá, su mamá y sus hermanos eso sí que no aceptarían. El papá, con sentido práctico, resolvió: -La niña no pone un pie fuera de la casa, ni sola ni acompañada; tú -dijo a la mamá- me la vigilas y en un mes, sabemos –y supieron, porque nuestra madre Natura, cómplice no es.

 

El equipo de especialistas de la Escuela Bloomberg de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins de los EUA, estudió el pavoroso caso del Covid-19, concluyendo (datos obtenidos de BBC mundo, marzo 3 de este 2020):

 

1. La mayoría de los infectados por ese virus, presentan síntomas alrededor del quinto día.

 

2. Aunque es poco probable, hay portadores asintomáticos del virus, durante 12 días, tiempo durante el cual pueden infectar a otros.

 

3. La mayoría de los contagiados enferman de manera leve y algunos incluso nunca presentan síntomas.

 

Por su lado, el profesor Jonathan Ball, experto en virología molecular de la Universidad de Nottingham (Inglaterra), dijo que para la gran mayoría de los casos, la incubación y por tanto, el período de cuarentena para este coronavirus debería ser de hasta 14 días. Y agregó: “Hay poca o ninguna evidencia de que las personas puedan transmitir virus de manera rutinaria durante el período asintomático”.

 

Recomiendan estos señores que se supone sabe de lo que hablan, que la mejor manera de protegerse y prevenir contagios es: a). Evitar el contacto cercano con personas que no se encuentran bien (bueno… esa recomendación es considerando que hay gente tonta, ni modo, lo tienen que decir); b). No tocarse  ojos, nariz y boca con las manos sin lavar (los de usted, agrega este menda en plan servicial); c). Usar pañuelos desechables para toser y estornudar, tirarlos y lavarse las manos (al bote de basura, no a la banqueta ni sobre la mesa del restorán, si no, mientras, métaselos en la bolsa o en donde pueda; aclara este López; d). Lavarse las manos con agua y jabón, bien y muchas veces (podría usarse como medio de difusión aquello de “Pimpón es un muñeco…”).

 

Por otro lado, el 80% de los infectados se curan y la mayoría de los que anticipan su estado fiambre, son personas de más de 60 años (ponga atención), QUE YA ESTABAN ENFERMOS, con su sistema inmune debilitado, por cardiopatías, hipertensión, diabetes, enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias crónicas o cáncer… o sea: el Covid-19, viene a ser la gota que derrama el vaso.

 

Esto del Covid-19 ratifica la vocación al pánico colectivo de los humanos (de ahí el despelote bursátil). No es la primera vez que se observan casos de susto masivo sobre cosas ciertas y falsas, piense nomás en las tragedias que provocó la cacería de brujas en Europa (siglos XV al XVII), que costó la vida a tal vez 60 mil mujeres aunque hay autores que hablan de millones, sin contar el desconocido número de linchadas y torturadas. La histeria creció sin un solo caso en que se aportaran pruebas, si acaso confesiones forzadas, al grado que, al inicio, se estimaba que en toda Europa había 30 mil brujas y luego, se llegó a afirmar que un 30% de las mujeres practicaban esas artes satánicas. El asunto inició en 1233, por la Bula ‘Vox in Rama’ del papa Gregorio IX, para predicar (no decapitar ni quemar), contra el luciferismo de una secta en Marburgo (Alemania); luego, el papa Inocencio VIII, en 1484 emitió la Bula “Summis desiderantes afectivus”, para perseguir la brujería en cinco diócesis alemanas (Mainz, Köln, Trier, Salzburgo y Bremen): se regó el pánico y la cosa creció escandalosamente por Francia, Italia, Inglaterra y España, y la adoptaron los no católicos (luteranos, reformados, anglicanos y puritanos)… y se aseguraba que algunas volaban en sus escobas desde la Nueva España a Europa, para esparcir pestes y enfermedades, al grado que  la misma iglesia le puso el alto a semejante barbaridad prohibiéndola explícitamente en 1657 el papa Alejandro VII (Bula ‘Pro formandis’). Y si le parece que eso pasaba en aquellos lejanos tiempos, entérese que en nuestros días, en Tanzania entre 500 y 1,500 mujeres con asesinadas al año acusadas de brujería (misógina la cosa, por cierto).

 

Otros casos de terror grupal han sido por ejemplo, el miedo a que en el año 1000 se acababa el mundo; luego no, que en el 2000; y como el planeta no reventó, resultó que la fecha buena era el 2012 (Profecía Maya)… bueno, ya andamos en el 2020, habrá que esperar a que alguien traduzca como le parezca alguna ‘Cuarteta’ inventada de Nostradamus, que sigue teniendo clientela. ¡Dioses!

 

Y lo contrario también existe, como sostener que vacunarse es malísimo, lo que está causando el retorno de enfermedades erradicadas, como la viruela. Hay ignorancia que debería estar penada en el Código Penal.

 

Pánico colectivo. Hay algunos casos no del todo infundados, otros muy válidos, como una real pandemia de un virus… pero solo oyendo y obedeciendo los consejos médicos, las cosas no se pondrían castaño oscuro.

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