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Carta al alcalde Fernando Castellanos / Código Núcu

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César Trujillo

Mire usted, señor presidente, que Tuxtla Gutiérrez es ahora una ciudad con muchas carencias. Si me pregunta a mí, deje le comento (aunque no le importe lo que como ciudadano opine) que me da coraje ver las calles hechas pedazos, pero sobre todo ver que la inseguridad nos ha orillado a los vecinos a unir fuerzas y a lanzar “amenazas” contra los ladrones. Sí, esas lonas que están guindadas en varias colonias y que son una advertencia de lo que le espera al que se meta con lo ajeno, no es algo digno de una ciudad segura, de una ciudad en desarrollo y de una ciudad que he visto crecer y deformarse.

Y no lo tome a mal, don Fernando, pero si a esto le sumamos el pésimo servicio de recolección de la basura que brinda Veolia (antes se llamaba Proactiva) a los tuxtlecos, esa empresa que usted y los regidores, legisladores (en todos los órdenes), el gobernador y otros empresarios se han empeñado en proteger, pese a las denuncias de contaminación en los afluentes de Chiapas por los lixiviados, las cosas se ponen mucho peor. Y es triste. Esto ya es un atentado a la salud pública, una bomba de tiempo que se va acumulando hasta que empecemos a marchitarnos con menos años que antes, porque toda esta apatía, todo este pacto de complicidad que traen, deje le digo, lo pagaremos todos.

Esos camiones que recogen la basura expiden un olor nauseabundo por toda la ciudad. Uno ya no puede comerse unos tacos en la calle porque en cuanto éstos pasan, arrancan de las entrañas algo que nos hace cubrirnos la boca o aguantar la respiración, sin entender que todo eso se impregna y nos invade. De verdad que no miento. No imagino (en verdad que no) cómo debe oler esa zona donde esos camiones llegan a tirar todo y sin ningún mecanismo implementado. No imagino ese cúmulo de muerte que nos vigila desde cierta parte, esperando cobrar facturas por la negligencia de los tres órdenes de gobierno y la cerrazón de su administración.

Y si le escribo esta carta (que sé ni va usted a leer o ni le importa) es porque ayer me tocó ver el despliegue para su informe. Bruto: un retetipuchal de tuxtlecos de las periferias bajaron ensartados en playeras con su nombre, coreaban su nombre, le echaban porras a su nombre y parecía que lo querían. Sí, eso parecía. Unos venían contentos, otros como los borregos que trepábamos a las camionetas con mi padre cuando yo le ayudaba en mi infancia. Así caminaban, así se comportaban, así iban: como en filas, como en esos senderos medios curvos que hacen las hormigas para no extraviarse mientras cargan algo: unos un paraguas, otros unas bolsas, otros un bote con agua y otros la ignominia.

Digo, pues, que todo ese despliegue se llama acarreo. Así le llamamos algunos, don Fernando, aunque en su lado, en el de la política, en el de donde pagan por ello, dicen, le llaman “convicción y respaldo”. Quizá por esa “convicción y respaldo” esa gente no da la cara y mira al piso; quizá sea por eso y no por otra cosa: por miedo a que ya no les den ningún apoyo, por miedo a ser quitados de las listas por las lideresas de los barrios, por ejemplo, digo, no sé, eso se me ocurre ahora. Aunque en el fondo, lo sé muy bien, ellos son los menos culpables de todo esto.

Por eso no entiendo esas ganas de mostrar “su músculo político” con base en el acarreo, don Fernando. Yo le confieso que no lo entiendo. Si vieron cómo les fue a los legisladores que hicieron eso en el Polifórum, ¿por qué replicar la misma fórmula añeja y rancia?, ¿por qué subirse al mismo tren descarrilado del descrédito? Tuxtla no está para el derroche de dinero que sirve solamente para alimentar su egoteca, ese que se ve en las revistas de sociales, en las portadas de los diarios o en las redes. Pudo ser diferente y mesurarse, lo sé bien, pero tenía que ser un símil de los otros y cometer el mismo error de los demás que, como usted, ven la política en un recorte de periódico, en un video mal grabado y no en el servir a su pueblo. Todo esto es muy triste, caray. Llegó cargando una acusación de fraude y prometiendo lo imposible, y se irá cargando lo mismo.

¿Sabe? Cuando yo llegué a Tuxtla era julio de 1999. El Parque Central no era esa plancha fría y fea que es ahora (sí, ahí donde se juntaron los que fingen quererlo). Quizá desde esa fecha podría contarle cómo se ha ido desmoronando todo. Sí, el Parque Central era otro, con un quiosco donde tocaban marimba los domingos, donde las familias acudían a dar la vuelta, donde uno podía sentarse y ver la tarde desaparecer entre el desfile de los santos de la catedral, con vendimias y el ir y venir de los chiquillos que alimentaban a las palomas. Hoy, sólo quedan los recuerdos.

Yo no sé de su infancia, don Fernando, pero me gustaría saber qué es lo que tiene planeado para sus hijos, cuál es el recuerdo que usted anhela que ellos tengan de esto. Al fin y al cabo, la historia la escribimos todos y cada uno tendrá, con el tiempo, que pagar por sus acciones u omisión. La historia no miente.

Manjar

Como parte de la celebración de los 500 años de la Reforma Protestante, la Universidad de Chiapas (UDECH), a través de la Facultad de Teología, y con la participación del Consejo Estatal de Iglesias, de la Confraternidad de Pastores en Unidad y las estructuras que abanderan todo el pueblo cristiano evangélico en Chiapas, han convocado a una magna conferencia impartida por el doctor Alberto Montesi, este jueves a partir de las cinco de la tarde en el Centro Cristiano “Sólo Cristo Salva”, ubicado en la tercera oriente, esquina con 17 sur. #InteresanteTema // La recomendación de hoy es el libro Las batallas en el desierto  de José Emilio Pacheco y el disco The Black Saint and the Sinner Lady de Charles Mingus. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.

@C_T1

palabrasdeotro@gmail.com

César Trujillo

9611678707

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