Querida Mariana: el otro día platicamos de la cancha de San Sebastián. Mando copia de una fotografía tomada a finales de los años sesenta o principios de los setenta del siglo XX. Los deportistas levantan el brazo derecho, sin duda hacen el acto de protesta, se comprometen a jugar de acuerdo a lo que indica el reglamento deportivo.
La cancha reluce (mirá el piso), está recién inaugurada, fue conocida como la Cancha del Colegio Mariano, porque quien mandó a hacer la cancha, los tableros, las canastas, las tribunas y las bardas perimetrales, fue el padre Carlos J. Mandujano, fundador del Colegio Mariano N. Ruiz.
El padre Carlos supo que construía en terreno ajeno, porque el terreno había sido adquirido por la Junta de Festejos del barrio. Como el padre Carlos era conocido y tenía gran arraigo en la comunidad le dieron chance que construyera una cancha donde los alumnos de su colegio realizaron prácticas deportivas. Mis compañeros y yo gozamos esa cancha, bajábamos y echábamos la cascarita basquetbolera o el futbolito, improvisando porterías con un par de piedras.
Algunos conocidos me cuentan que hay litigio por la cancha, litigio que inició una mañana donde los del barrio exigieron sus derechos. La autoridad municipal determinó que, en efecto, los propietarios eran los integrantes de la Junta, así que los alumnos del colegio no volvieron a hacer uso de la cancha.
Actualmente, el espacio tiene un hermoso domo, que permite practicar el básquetbol sin exponerse al inclemente sol. El otro día te conté que bajé una tarde y me dio gusto hallar decenas de muchachitos y muchachitas practicando el deporte con bases científicas. La Escuela Mundo Basquet realiza una hermosa actividad profesional. Entiendo que las directivas de la escuela pagan un derecho por hacer uso de la cancha. ¿Sigue siendo un espacio de los vecinos del barrio? No lo sé.
Lo que sé es que las bases donde se asientan los asientos son las mismas bases que mandó a construir el padre Carlos. Los que modificaron el espacio aprovecharon esa estructura. Anteriormente los asientos eran planchones de madera, hoy ya están construidos con otro material. Cuando tomaron esta fotografía los asientos también estaban impecables, pero al ser de madera y estar expuestos al sol y a la lluvia provocó que se dañaran, hubo un tiempo en que era muy emocionante subir a la tribuna, porque había espacios con grietas y vacíos, pero, por supuesto, era peligroso.
Hubo paisanos que también le llamaron Cancha del Padre, así como el Colegio Mariano N. Ruiz fue conocido como La Escuela del Padre. Pero acá se ve el nombre con el que fue inaugurado, no fue cancha, fue Centro Deportivo Comitán, un nombre más adecuado, de mayor raigambre. Lo entiendo, el padre Carlos hacía cosas grandes, no hizo una simple cancha, él mandó a construir un Centro Deportivo. Claro, los comitecos (así es nuestro modo) lo rebautizaron. Ya mirás que la escultura de Luis Aguilar se llama “Día marcado”, muchos le dicen Día de Mercado, y otros (la mayoría) le dicen “Las canasteras” o “Las dos Lolas”, refiriéndose a dos mujeres famosas del pueblo: la Lola delgada es Lolita Guillén y la Lola rolliza es Lolita Albores.
La Cancha del Padre se llamó Centro Deportivo Comitán y tuvo un lema escrito en latín, faltaba más: ¡Mens sana in corpore sano! A mí me encantaba decirlo en voz alta, porque sonaba impresionante: ¡Mens sana in corpore sano!, pero me costó tantito entender qué decía en castellano sencillo, hasta que Gabriel me dijo que yo era un tonto, si estaba bien fácil: Mente sana en cuerpo sano. Le di las gracias por la explicación, pero seguí rumiando el verdadero significado: ¿hay mente sana en todo cuerpo sano? Pues lo dudo, pero si los expertos lo dicen, lo creo. Dudo porque Juan era muy deportista, pero su cabecita no era tan sana, ¡tenía unas ideas y hacía unas acciones!
Me dio gusto hallar esta fotografía en el Archivo del Colegio Mariano N. Ruiz. Fue tomada una mañana que hubo un torneo. En medio de los jugadores se ven algunas chicas que fungieron como madrinas. Ah, era un hermoso protocolo. Una amiga me contó que despertaba muchas envidias entre sus amigas, porque siempre que había torneos se acercaba el capitán de un equipo y le solicitaba que fuera la madrina; por supuesto que los capitanes buscaban a las chicas más bonitas. Cuando una vez apareció una madrina no muy atractiva causó asombro, la explicación fue que el papá de la chica patrocinó los uniformes del equipo con la condición de que su hija (la feita) fuera la madrina. ¡Va!, dijeron todos y todo mundo salió ganando, porque la chica se sintió más importante que la Miss Universo.
¡Tzatz Comitán!
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