Querida Mariana: fui al Hotel Los Lagos a saludar al licenciado Luis Ignacio Avendaño Bermúdez. Mi querido y admirado ex jefe me regaló más de una hora, fue un tiempo luminoso.
Dejé mi tsurito en el estacionamiento del hotel y al caminar por el pasillo hacia la oficina principal un cubetazo de luz me bañó. En la pared hallé dos pinturas de Mario Pinto y luego caminé por el patio central, lleno de árboles, de aire, de luz.
En mi infancia iba a misa en el templo de Santo Domingo y me maravillaba con los cuadros pintados por el maestro Güero, excelente académico; una noche, mi papá me llevó a una función de cine en el patio central del Hotel Los Lagos. Mi papá era distribuidor de la Coca Cola y la empresa (como estrategia de mercado) exhibió una película, en forma gratuita, sobre una gran pantalla colgada entre los árboles. ¿Sabés qué cinta fue? Una de Tarzán. Fue alucinante ver el vuelo del mítico personaje de una liana a otra, no nos hubiera sorprendido que saliera de la pantalla y se colgara de una de las ramas de los árboles del hotel.
Cuando entré a la oficina del licenciado Avendaño mi espíritu rebosaba de buenos recuerdos, de experiencias gratas, mismas que se ampliaron al saludarlo a él y a mi querido Javiercito, quien estuvo en la reunión. Javiercito fue tesorero en la administración municipal del licenciado Luis Ignacio y yo tuve el altísimo honor de ser nombrado director de cultura. Y cultura fue el pan que estuvo esa tarde en la mesa, porque, de entrada, mi admirado licenciado Avendaño expuso la importancia del fomento a la lectura, lo vi emocionarse al insistir en campañas en pro de la lectura. ¿Por qué no el Festival Rosario Castellanos tiene como eje a la literatura?, preguntó y expuso que dicho festival debe contener, por supuesto, diversas manifestaciones artísticas, pero la esencia debe girar en torno a los libros, a la creación literaria. Los organizadores deben invitar a grandes escritores de Chiapas, de México y de Centroamérica. Yo lo escuchaba entusiasmado. Sí. En un momento de la plática mencionó a la FIL, de Guadalajara, y recordé que un día, cuando era presidente municipal, en plan de broma dijo que yo debería estar en ese momento en la FIL que se estaba celebrando, y siguiendo la broma le dije que el Cabildo debería aprobarme viáticos para el viaje y diez mil pesos para compra de libros. Fue broma, ahí se quedó.
El licenciado Luis Ignacio es un buen lector, un gran lector. Me dijo que había terminado la lectura de un libro de Steve Jobs, donde platica su afán de hacer más fáciles los procesos de avances tecnológicos; ese ideal lo llevó a descubrir el mouse (ratón) de la computadora, en lugar de estar escribiendo códigos que exigía la tecnología anterior; y que luego siguió con una biografía del sudafricano Nelson Mandela, el genial negro defensor de Derechos Humanos.
Siempre he visto a mi ex jefe como una persona optimista, llena de ánimo, buscador permanente de mejores condiciones para la sociedad comiteca. Es un hombre culto. Ya dije que es un gran lector y un promotor de las artes.
Digo que yo, de niño, acudía feliz al templo de Santo Domingo, no por la misa, que era aburridísima, sino por la posibilidad de apreciar la galería de pinturas realizadas por el maestro Güero. No había museo en la ciudad.
Al entrar al Hotel Los Lagos hallé una galería sensacional. Sólo un espíritu magnánimo, exquisito, como el del licenciado Luis Ignacio, puede crear tal espacio armonioso, delicado. La obra de Mario está en una enorme burbuja de aire. Gracias a la intervención del licenciado Avendaño y a la generosidad de nuestro paisano, el senador Eduardo Ramírez, la obra de Mario Pinto Pérez estuvo expuesta en el vestíbulo del Senado de la República. Mi querido amigo Víctor Albores, fundador de Abarrotes San Luis, decía: “los comitecos compran con los comitecos”, lo decía para reafirmar la idea que debe prevalecer: los comitecos debemos sentirnos orgullosos de los comitecos. El senador Eduardo ha realizado muchas acciones donde se reconoce el talento de paisanos y muchos de éstos han estado en el Senado de la República. Ahí está el joven pianista Maximiliano Domínguez Mayorga, quien ofreció un concierto en la antigua sede del Senado; ahí está el Eterno Joven de Comitán, mi querido maestro Cuauhtémoc Alcázar Cancino; ahí está el libro “Guardiana de los vientos. Comitán en Balún Canán, de Rosario Castellanos”, compilación de Angélica Altuzar Constantino e ilustraciones de Zoraida Vleeschouver, que es una edición del Senado y que procuró el senador Eduardo; ahí están las muestras gastronómicas chiapanecas celebradas en la Ciudad de México y en Nueva York; y las muestras artesanales, y mucho más, acciones que han reafirmado la convicción de que los comitecos de bien protegen a los comitecos de excelencia.
Posdata: ¿otro botón de muestra? Sí, el licenciado Luis Ignacio me dijo que en el Senado existe una galería de los senadores que han sido presidentes de las mesas directivas. ¿Sabés qué artista realizó los retratos del Senador Monreal y del Senador Ramírez? La comiteca Aurora Argüello. ¿A quién se debe este impulso maravilloso para nuestra destacada artista? Pues ya lo estás pensando.
Platicamos más de una hora. Gracias por ese tiempo con lluvia de luz, con globo lleno de aire y de buena charla.
¡Tzatz Comitán!
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