Querida Mariana: esta fotografía es una joya. Tere Gordillo Figueroa, comiteca de cepa, hizo favor de permitirla para que la publicáramos en la revista impresa Arenilla. Su generosidad hizo que esta imagen llegara a más miradas, con ello fortalecemos nuestra identidad. Los historiadores e investigadores, con lupa en mano, descubrirán elementos para descifrar la historia. ¿De quién es el busto que está en primer plano? La horma del cabello parece ser la de nuestro héroe Belisario Domínguez. No lo sé, ya los estudiosos nos lo dirán. ¿Ya viste que hay como dos grupos bien definidos?, uno es el que está sobre la avenida y posan para el fotógrafo, quien tomó la foto desde uno de los balcones de lo que ahora es el Teatro de la Ciudad (Roberto Carlos tomó una foto actual, en la revista colocamos el contraste, para que nuestros lectores compararan cómo se veía esta parte del parque en los años treinta y cómo se ve en el actual 2023); el otro grupo es el que abarrota el kiosco. ¿A qué se debió la concentración? ¿Cuál fue el motivo para que se reuniera tanta gente? Recordemos que en ese tiempo la fotografía no era la práctica común que es hoy, ahora todo mundo toma fotos con el celular en cualquier acto. En aquel tiempo la fotografía estaba reservada para instantes sublimes, los más importantes. Sin duda que algo importante sucedió esa mañana en el pueblo y muchas personas se concentraron en el parque central (qué bonito). Jorge, cuando vio la foto, me dijo que no parecería un mitin político, porque no hay ni una manta, ningún arco con flores y festones. ¿Entonces? No hay alguien que pueda aportarnos datos, salvo alguien que siendo niño en este momento haya comentado con sus hijos (cuando los tuvo) el motivo de esta congregación. Hay una certeza, ninguno de los que acá aparecen está vivo. Si la foto, más o menos, corresponde a los años treinta del siglo XX, los niños que están al frente (de cinco o seis años) tendrían en este momento noventa y nueve años. ¿Vive un testigo presencial de este acto? La respuesta parece ser negativa. Hasta el momento no ha aparecido alguna persona lectora que nos diga: resulta que mi abuelo contó que…
La foto estaba conservada en un álbum en la casa de Tere. Ahora ya está en muchos hogares, puede ser que por ahí aparezca una buena historia.
Todo es un enigma. El que en mí provoca más curiosidad es el que está en el centro del kiosco. Porque parece presenciar algo que sucede en el centro. Todos ven hacia el centro. Mirá cómo muchos hombres con sombreros se apoyan en la baranda del kiosco y ven lo que sucede en el centro. ¿Alguien daba una arenga? ¡No! Jorge casi apuesta a que están escuchando a la orquesta, a la banda. Es probable, en esa época, Comitán contaba con un grupo musical que amenizaba los actos más importantes. Hay una foto también antigua donde se ve que en el centro del kiosco hay un grupo de atriles donde colocaban las partituras. ¡Qué belleza de pueblo era el nuestro! ¡Qué culto! ¡Amante de la música, de la buena música! (Saludos afectuosos a Peso Pluma desde esta tierra hermosa).
En el título de la cartita coloqué la palabra rueditas. ¿En donde están? Ah, en dos discretos vehículos. Después de las primeras filas se hace un hueco y al lado de este “hoyo negro del universo” se ve un ciclista (bicicletero, diría el buen Joaquín). El compa, con su cachuchita (que era muy común) no se bajó de su vehículo, ahí aparece, como nota discordante. ¿Y el otro chunche con rueditas? Ah, el nevero tradicional que no podía faltar. Desde entonces como en la fecha actual los neveros aparecen donde hay concentraciones, porque saben que ahí está el negocio. ¡Qué cinta de tradición tan hermosa!
Posdata: Ah, qué pueblo tan bello era el nuestro. Claro, estos tiempos son los tiempos del que habla Rosario Castellanos en su novela “Balún Canán”. No me hagás caso, total todo es mi mirada torcida, pero veo que en las primeras filas aparece gente con vestidos finos y trajes; luego se hace el hueco y en la parte de atrás un grupo nutrido de gente con sombreros y mujeres con chales, como si ellos fueran más modestos, incluso los veo descalzos. Debe ser mi ojo.
Los comitecos somos afectuosos, pero la historia demuestra que, igual que en muchos pueblos de Chiapas, la discriminación estaba muy cerca de nuestro hígado. Juntos, pero no revueltos.
¡Tzatz Comitán!
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