1. Home
  2. Columnas
  3. Camila en Panajachel / Al Sur con Montalvo

Camila en Panajachel / Al Sur con Montalvo

Camila en Panajachel / Al Sur con Montalvo
0

Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, 

La historia por contarte, pertenece a Camila con quien charlé algunas horas  en Panajachel a orillas del Lago Atitlánen Guatemala. Camila viajaba por el mundo; hasta que se casó con Rómulo, hijo de un productor de café. Desde entonces, cada año acuden a esta casa donde permanecen de dos a tres días antes de regresar a la finca o a la ciudad donde el abuelo de Rómulo, a sus casi 100 años, no deja de preguntarles si la abuela Camila ha regresado a casa.

—Te contaré cómo conocí a Rómulo. Los fines de semana en Panajachel suelen ser alegres y bulliciosos. Algunas de sus casonas de madera han sido habilitadas como restaurantes y bares de tal manera que las buhardillas, los patios marianos y el porche sirven para atender a los turistas venidos desde la conchinchina. Hace años, observé este chalet desde mi imaginación, pinté la cornisa, cambié la escalinata, reparé el tejado y construí un antepecho en las ventanas para asomarse cada mañana a observar a la gente paseando por el empedrado. Levanté una palizada para proteger los geranios, gordolobo y rosas. Con claridad, escuchaba mis propios pasos haciendo crujir la duela de la sala imaginando una chimenea a lado.

Perdida en sus cavilaciones jugaba con un camafeo de marfil que le colgaba de su alargado cuello mientras contemplaba las fotografías capturadas en la laguna de Chiacabal adonde había acudido motivada por los rituales indígenas de rogativa a la lluvia. Desde aquella altura, de 2,900 metros, el cráter del volcán semejaba un paisaje lunar. El verde esmeralda de la laguna, rodeada de bosques y de una densa niebla, le habían permitido capturar la imagen de algunos indios k’iche’s quienes le explicaban el sentido sagrado de las aguas por lo cual, nadie puede bañarse en ellas.

—Durante las fiestas patronales del jueves de Ascensión, capturé espléndidas fotografías de los sacerdotes mayas celebrando ritos en altares de oración, en medio de cruces, candelas y flores que distribuyen a la orilla de la laguna en preparación al ceremonial maya. Cuarenta días después de la Semana Santa, la laguna es circundada por sacerdotes, chamanes y gente del pueblo para celebrar las fiestas dedicadas al Dios Mundo pidiéndole lluvias abundantes y buenas cosechas con cantos y música de chirimiílla, tambor y tun. Las fotografías de Camila ilustraban la quema del copal sobre piedras donde también colocan cruces de madera; en cada foto se reflejaba la estridencia de los cohetes mientras sacrifican animales en un rito sangriento cuyas imágenes en blanco y negro acentúan el dramatismo de la fiesta.

Desde el mirador, Camila logró fotografiar imágenes del volcán Tajumulco donde las nubes se transforman rápidamente de estratos a cirros y de ahí, a nimbos hasta crear una espesa neblina. Con la mochila al hombro y la cámara dispuesta, obtuvo fotografías dignas de las revistas internacionales para las cuales colabora.

Ahora, sólo le cobijaba el recuerdo de aquellas fiestas patronales de Chiacabal. Aspiró con fruición el aroma del café, pensó en las noches de grillos alrededor de las fogatas, las historias de jaguares, duendes, gnomos. Recordó las  fábulas que su padre le narraba mientras ella dibujaba sirenas, dragones, quimeras, faunos, pegasos y unicornios, especialmente unicornios. Tomó una hoja de abacá sobre la cual dibujó un Unicornio cuando apareció Rómulo.

—Es un Ch’i-lin. Bueno, el Chi es el macho y Lin, la hembra. ¿Sabes que se trata de una criatura indomable pero de gran sabiduría y gentileza? –Le susurró casi al oído un joven rubio de finas facciones y cabello largo, -le dijo Rómulo

.

-Lo sé, respondió Camila, por eso le admiro. Pero me sorprende que conozcas el nombre del unicornio en chino. Poca gente lo sabe en Occidente.

Rómulo le explicó que el cocinero de su casa era jenízaro, esto es, el hijo de un cambujo y una china. Tuvo que explicarle que el cambujo es el hijo de un zambaigo con china y que el zambaigo es el hijo de un chino con una india. De ahí, que conociera tanto la tradición k’iche como la china. Le narró la historia del soberano Fu Hsi a quien en el año 2900 A.C. se le apareciera el unicornio.

—Según la creencia, Fu Hsi estaba un día sentado a espaldas del Río Amarillo, cuando de pronto de las aguas emergió un Ch’i-lin, el cual llevaba en su lomo ciertos símbolos mágicos que ayudaron al soberano a crear la primeras escrituras chinas. Estas escrituras han evolucionado tan naturalmente, que hoy en día es posible para cualquier persona que conozca el lenguaje, entender algo que fue escrito 2,900 años atrás. Los símbolos que inspiraron a Fu Hsi fueron conocidos como ‘Pa Kua”. Estos son una combinación de líneas continuas y quebradas, que son no sólo los símbolos básicos del lenguaje chino, sino también del I Ching o El Libro De Los Cambios el cual ha sido usado a través de generaciones, como sistema para predecir el futuro. I Ching es una filosofía original y distinta la que ayudó a crear una de las civilizaciones más grandes del mundo, le explicó Rómulo con todo detalle.

—Así que podrás leerme el futuro, ¿verdad? –le respondió Camila de inmediato.

—Tu futuro está aquí en Guatemala, -le respondió Rómulo, agregando.

Cuando Camila aceptó la invitación de Rómulo para cenar en su casa, en la misma cabaña que había reconstruido, apareció la madre de Rómulo a saludar en bata y babuchas afelpadas, pero cautivante.

—¿Badajear?, ¿qué significa? –preguntó Camila al escuchar esa extraña palabra.

—Significa charlar, chismear. Eso haremos tú y yo en tanto Rómulo dispone la cena. -le respondió la madre, mientras le servía un whisky no solicitado. Debajo del jarrón con gardenias lucía una pintura firmada por Rómulo. Sobre la mecedora, Camila descubrió un antiquísimo chal y una frazada que pertenecía a la abuela de Rómulo.

—Nosotros vivimos en la zona cafetalera. Esta cabaña no ha sido reparada desde que la abuela desapareció una tarde de otoño al cumplir 25 años; dos meses después de dar a luz a mi padre. La abuela conoció al abuelo de manera fortuita aquí en Panajachel, durante una fiesta de semana santa en el volcán de Chiacabal; se casaron de inmediato. Ella viajaba mucho y su permanencia en este lugar la deprimía. Especialmente, porque alguien le había presagiado que su vida estaría ligada para siempre a Guatemala de donde nunca jamás volvería a salir. Al nacer mi padre, ella desapareció dejando muchas fotografías de donde Rómulo se ha inspirado para pintar estos cuadros.

—Mi bisabuelo Rómulo, recorrió Quetzaltenango rincón por rincón, buscó en cada uno de los departamentos y municipios de Guatemala; la quiso localizar en Chiapas. Muchos años más tarde, los brujos le tiraron las piedras para confirmarle que ella permanecía en Guatemala y le aseguraron que algún día regresaría a su casa en busca de esta foto, donde aparece con un camafeo idéntico al tuyo.

—Desde entonces, cada año acudimos a esta casa para asegurarnos que las cosas siguen en su sitio. Permanecemos tan sólo dos o tres días antes de regresar a la finca o a la ciudad donde mi abuelo a sus casi 100 años, no deja de preguntarnos si la abuela Camila ha regresado a casa.

Con esta historia regreso presuroso al hotel para escribírtela como una cuestión de amor.

​​ de

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *