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Cada quien para su santo / La Feria

Cada quien para su santo / La Feria
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Sr. López

 

Bien sabe usted del catolicismo a ultranza de la abuela Virgen (la de los siete embarazos). Bueno, pues ya grandecita (85 años), debía someterse a una cirugía de cosas de señoras que uno no pregunta; nada serio pero necesario. Semanas tardaron sus hijas, nietas, sobrinas y amigas en convencerla que San Pantaleón, mártir (sanador de los enfermos), no la iba a curar, ni con san Judas Tadeo en la delantera; el padre Pío en la media y una defensa de lujo: los arcángeles Miguel, comandante de las fuerzas armadas del Creador; Gabriel, Rafael y -su carta secreta bajo la manga- Remiel, encargado de resucitar fiambres. Convencida que fue, puso una condición y los doctores la aceptaron con tal de que se dejara intervenir… y parece que ha sido la única ocasión en que un quirófano ha sido presidido por un cuadro enorme del Sagrado Corazón de Jesús con el médico, el anestesista y las enfermeras, todos, con escapulario de invierno (todo desinfectado). Ya dada de alta siguió neceando que la había curado San Pantaleón, mártir. Como sea, se dejó.

 

Ayer nuestro Presidente, intervino en la reunión virtual extraordinaria, del Grupo de los 20 (G-20), el foro político y económico más importante del mundo, al que pertenecen los EUA, China, Rusia, Alemania, Reino Unido, Arabia Saudita, Japón, Corea del Sur, Francia, Italia, Canadá, Argentina, Australia, Brasil, India, Indonesia, Sudáfrica, Turquía, la representación de la Unión Europea y México. El G-20 aglutina poco más del 85% del PIB del planeta y el casi 70% de la población mundial.

 

En junio del año pasado, nuestro Presidente no acudió a la reunión del G-20, realizada en Osaka, Japón, por dos razones: para no enredarse en el pleito comercial EUA-China (como si México fuera de alguna relevancia en ese asunto de potencias globales; como si México no estuviera alineado con los EUA; como si la economía de México no dependiera de los EUA), y ‘consolidar su proyecto de bienestar para la nación’ (nosotros), atenido a lo que él mismo ha dicho: ‘la mejor política exterior es la interior’ (se solicita traductor, más bien intérprete; no es oxímoron, es  más bien, una frase no ingeniosa y vacía: la mejor carnicería es la verdulería; la mejor zapatería es la sastrería). La política exterior tiene importancia propia y su correcta conducción no tiene nada que ver con la política interna del país, categoría distinta, diferente sustancia. La prensa extranjera calificó de desafortunada su ausencia. En México algunos respiraron con alivio.

 

Esta otra reunión del G-20 fue para tratar lo de la pandemia de Covid-19 y sus efectos en la economía mundial. Nuestro Presidente les hizo favor de tomarles la llamada a los líderes de los otros 18 países y la representación de la Unión Europea. Él, siempre amable.

 

Algunos especialistas tenochcas en asuntos internacionales, califican de ‘sensata’ la intervención del Presidente. Ha de ser. Uno, sin ganas de molestar a nadie, con todo respeto, considera que la intervención de nuestro Presidente, fue… prescindible.

 

Después de una introducción poco ceremoniosa (cada quien su modo), con el muy sobado lugar común de la ‘solidaridad’ con los demás que están sentados en el mismo bracero, nuestro Presidente, en la mejor tradición mañanera, soltó su rollo sobre ese pobrismo que ya empieza a fastidiar a los propios pobres (ya no nos quieran tanto), con su versión de ‘nosotros los pobres y los ricos también se acatarran’.

 

Aparte, llama la atención de este irreverente tecladista, la insistencia presidencial en que la familia es una institución de seguridad social (la ‘más importante’, dijo).

 

Sin recurrir al diccionario ni a las tradiciones de la bonita familia mexicana, cuantimenos a las concepciones religiosas, recordemos alguna definición lo más neutral-laica posible, por ejemplo la que contiene la ‘Declaración Universal de los Derechos Humanos’, donde se define familia como “el elemento natural, universal y fundamental de la sociedad, con derecho a la protección de la sociedad y del Estado”.

 

Si la familia es nuestra más importante institución de seguridad social, ya la fregamos.

 

La seguridad social, también llamada previsión social, se refiere principalmente al campo del bienestar social que el gobierno (el Estado), tiene obligación de proveer (idea de don Bismarck, en Alemania, siglo XIX, quien creó la Ley del Seguro de Enfermedad en 1883; idea puesta en práctica ya en serio en la comunista URSS  -con la pena-, y finalmente asimilada por los EUA en 1935 cuando emitieron su ‘Social Security Act’ o Ley de seguridad social).

 

Las cosas relacionadas con esa obligación del Estado de proveer seguridad social, deben estar reconocidas legalmente, como disposiciones públicas mediante las que la sociedad -con su contribución al erario-, a través de su gobierno, resuelve las necesidades de salud, las privaciones económicas o la disminución del bienestar de las familias y los individuos por enfermedad natural o laboral, maternidad, accidente de trabajo, desempleo, invalidez, vejez, muerte, etc.

 

Sin ganas de que nos digan que tienen otra información, se les informa que más de la mitad de las bonitas familias mexicanas, carece de recursos para afrontar todo eso y la otra mitad, lo que no tiene es obligación de pagar sueldo al primo desempleado, la  jubilación del tío favorito, los partos de las hermanas, ni puede otorgar créditos para vivienda. La familia NO es una institución de seguridad social.

 

Nuestro Presidente parece concebir la familia como la de las películas en blanco y negro con Sarita García y Andrés Soler, pero esos buenos sentimientos suyos, otra vez, no coinciden con la realidad.

 

Y conste: por buen gusto deja uno sin comentar el resto de la ‘sensata intervención’, por ejemplo los millones de enfermeras y enfermeros que tenemos de reserva en la familia nacional.

 

De pena ajena el presidencial discurso en ese Foro y preocupante su raro concepto de la familia que parece inducir la idea de que aquí, cada quien para su santo.

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