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Burla / LA FERIA

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Sr. López

Tía Lupita se divorció porque su marido fue a comprar unas llantas, lo que suena ridículo, pero no. Estaba toda la familia en el sanatorio, esperando noticias sobre si la mamá de tía Lupita salía viva o no de cuidados intensivos después de haber sido atropellada por un camión de carga, y su esposo le dijo que salía un ratito a atender un asunto urgente. Y luego supo la tía que la urgencia era comprar unas llantas en una oferta que terminaba ese día. Su mamá murió. Ella se divorció. Hizo bien.

Está uno distraído en cosas como las campañas en curso de las corcholatas para determinar cuál de ellas será la candidata (o) del Presidente a sucederlo en la presidencia de la república y en el laberinto de reglas que han determinado los partidos opositores para lo mismo; en el número de homicidios dolosos, de niños con cáncer sin medicamentos; en los nuevos millones de pobres y de enfermos sin servicio médico; sí distraído, mientras se libra una batalla por lo mero importante. Mire:

El domingo pasado, Día del Orgullo LGBTIQ+ (siglas que ya comentaremos, es casi cómico), y la senadora panista Lilly Téllez puso un tuitazo en contra del llamado ‘lenguaje inclusivo’:

“No se dice todes, se dice todos. Que siempre sea motivo de orgullo hablar correctamente”. (Ya metido este menda en lo de orgullo, doña Lilly en rigor, debió poner comillas al todes, “todes”).

Y que se le arranca la panista alcaldesa de Álvaro Obregón en la CdMx, Lía Limón:

“Que mal que cosa!! Que vergüenza de postura. Así no Lili, no a costa de derechos en los que hemos avanzado como sociedad y que hoy dan libertad a millones de personas. Se dice TODOS, TODAS y TODES, TODES, TODES. Te guste o no”.

Doña Limón, batió un récord de faltas de ortografía, siete en tres rengloncitos: escribió tres veces un ‘que’ debió ser qué; un ‘Lili’ que era Lilly; sin abrir signos de admiración, puso dos signos de cierre -que debieron ser tres-, y se comió la coma de la primera frase: ¡¡¡Qué mal, qué cosa!!!, era lo correcto. En fin. No es importante. La Limón bien puede responder que se entendió lo que dijo y que lo importante es su defensa de la igualdad de género. Pues sí… o quién sabe.

Por su lado, para no rendir la plaza, la senadora y secretaria general de Morena, Citlalli Hernández, también le leyó la cartilla a la Lilly: “Se dice todas, todos y todes. Porque la humanidad tiene diversidad, te guste o no, es una realidad y hay que mencionarles”.

¡Órale!, no rige para doña Hernández lo de que deben coincidir género y número, su “mencionarles” tal vez fue un fallido intento de referirse a sus “todes”, pero más bien parece que se refiere a la diversidad y debió escribir mencionarla. Y sí, de acuerdo, le guste o no a doña Téllez, hay diversidad y si viene al caso, hay que mencionarla.

Los tuitazos de doña Limón y doña Hernández, obedecen a la peculiar corrección política al uso, aplicada a la igualdad de género, al respeto a las mujeres y también por los que viven su sexualidad como les pega la gana, que es muy su derecho, por supuesto y por supuesto también, sujetos todos (¿todes?) a las leyes que protegen a menores de edad y a aquellos incapaces de acto de plena voluntad (ebrios, drogados o personas sin pleno uso de razón, de cuya condición temporal o definitiva, nadie debe abusar).

La lucha por imponer el “todes” ignora (o no), que todos, cuando se refiere al total de las personas, es un pronombre indefinido, que sirve para referirse a lo femenino y lo masculino. Sí, en nuestra lengua el género masculino de las palabras no tiene relación ninguna con el sexo de las personas, que un macho de pelo en pecho si toca piano es pianista o violinista, atleta, policía, taxista o profeta, palabras todas terminadas en femenino sin que se sienta ofendido el tipo del caso ni el señor víctima de un delito exige que el ministerio público ponga en el acta de su denuncia que es el “víctimo”.

Y hay quienes están queriendo llevar esto al extremo, por ejemplo en Argentina se armó un borlote porque unas señoras pidieron que la Constitución de su país se modificara a “lenguaje inclusivo”, que así llaman a eso. El asunto llegó hasta la Academia de la Lengua de allá, que tuvo que aclarar que no, que como está, está bien escrita su Constitución.

Sería bueno que por congruencia, doña Limón y doña Hernández, empezaran por la niñez, por lo mero básico, sí que se cambie la letra del himno nacional: “Mexicanes, al grite de guerra / la acere aprestad y la bridone, / y retiemble en sus centres la Tierra / al sonore rugir del cañén (…)”

Y que ni se preocupen por la Constitución, que ya se adaptó (tímidamente), al lenguaje inclusivo el 10 de junio del 2011, cuando desde su artículo primero dice: “En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos (…)”. ¿Ya ven?… “las personas”… ¡así se forjó el acero!

La lucha por cambiar el idioma no tiene mucho futuro porque eso depende de cómo lo use la mayoría de sus hablantes, como siempre, que ninguna de las academias de nuestra lengua, regula el uso del lenguaje sino que observa las evoluciones del uso de las palabras y las incorpora al diccionario, procurando distinguir vulgarismos de palabras usadas por la población menos inculta.

Como sea, mientras siguen apareciendo defensores de ocasión de un lenguaje utilísimo para defender a las mujeres y a los integrantes de la llamada diversidad sexual, en el día a día se asesina diario a un promedio de 10 mujeres (en los últimos cinco años los feminicidios han incrementado en 137%); los programas de equidad educativa y estancias infantiles quedaron sin presupuesto; en 2019 se redujo el presupuesto de 26 programas de apoyo a las mujeres; y los programas dirigidos al derecho de las mujeres a una vida libre de violencia por decreto presidencial del 23 de abril del 2020  vieron reducido el 75% de su presupuesto de gastos de operación. ¡Ah! y todavía es una aspiración el salario igual a igual trabajo.

Pero eso sí, ¡cómo las queremos a todes!… parece burla, es burla.

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