En la Casa de la Cultura de Copainalá, pueblo orgullosamente zoque de Chiapas, se celebró el segundo Encuentro de reflexión sobre la descolonización del pensamiento con la presencia de músicos, danzantes, poetas y creadores. Amparados en los cuatro elementos: tierra, fuego, aire y agua, se abrió un espacio para el diálogo.
La maestra Paty Conde agradeció la anfitrionía del profesor Luciano Vázquez Pérez y destacó la importancia del reconocimiento de nuestros orígenes, en este pueblo donde prevalecen las tradiciones culturales del pueblo zoque. El doctor Javier López Sánchez reconoció la grandeza de los corazones de este pueblo para recibir este foro encaminado a platicar sobre quiénes somos como seres sentipensantes, sobre el significado de la colonialidad y de la chiapanequidad, de manera abierta y con la participación de todas y todos.
Animados por la música tradicional de tambor y pito se dio paso a la intervención del maestro Luciano Vázquez Pérez, presidente del Comité de Cultura Raíces de mi Pueblo, que ha contribuido a la revaloración de la cultura local, a la recuperación del orgullo de hombres y mujeres de portar su indumentaria tradicional y a la creación artística. El respetado maestro señaló que Copainalá es un pueblo de cultura viva lleno de costumbres, tradiciones, folklor y festividades durante todo el año, orgulloso de ser un pueblo mágico.
Ante la interrogante de ¿quiénes somos y de dónde venimos?, la arqueóloga Fanny López expresó que “la mayor parte del estado estuvo poblada en la época prehispánica por la cultura mixe-zoque, ocupando una extensa región, a la que se sumaron la cultura maya y la chiapaneca. En el Soconusco están, además de Izapa, las huellas más antiguas de esta cultura, el juego de pelota más antiguo y la primera escultura mesoamericana”.
A la pregunta de ¿cómo ha sido la situación económica, social y cultural de Chiapas, específicamente de Copainalá? El antropólogo José Espinosa apuntó que el uso de la lengua zoque ha prevalecido pese a que, en el caso específico del Copainalá, incluso ha sido castigado entre niñas y niños, pero ha venido decayendo, por factores como la erupción del volcán Chichonal y la construcción de las hidroeléctricas que, pese a su importancia, no han retribuido lo justo al territorio zoque donde fueron construidas.
En su turno, el escritor y promotor cultural tsotsil, Enrique Pérez López, habló del desplazamiento de las maneras de pensar y de sentir. Por ejemplo, acotó, el cambio del concepto del valor de la tierra como algo sagrado por algo que se pondera por su valor económico, así como el cambio de las prácticas agrícolas tradicionales por otras que implican el deterioro o la destrucción de la tierra.
La poeta Lyz Saenz apuntó que el concepto zoque de bienestar, del buen vivir, corresponde al equilibrio con lo que nos rodea, frente a la supremacía de una sola manera de ver el mundo, a la imposición que nos hace sentirnos pequeños. “Se empieza desde la forma en que nos nombran, nos identifican como zoques, cuando nosotros nos nombramos de nuestra propia manera: ode päntam.” Con la descolonización, destacó, “vamos a recuperar nuestra manera de ver el mundo, en un replanteamiento individual y colectivo.”
Respecto del cuestionamiento de ¿qué necesitamos hacer sociedad y gobierno para la descolonización del pensamiento?, el profesor Jesús Sánchez Gómez señaló que se deben fortalecer las actividades de diálogo que convergen en esta idea, con el apoyo de los gobernantes para rescatar lo nuestro con una amplia participación social.
El cronista y costumbrista Fredy Magín Muñoz, sostuvo que más allá de la promoción, hay que fortalecer el sentido de pertenencia, recuperando prácticas culturales que han sido desplazadas y sustituidas por otras que inhiben la práctica legítima de la espiritualidad propia.
Al cierre del encuentro, Florentino Pérez señaló que a 500 años de la colonización con la paz de Dios y del rey, el arcabuz y la pólvora, las lenguas, las convicciones y los valores propios de nuestra cultura siguen vivos, porque seguimos resistiendo a pesar de los pesares, porque seguimos tomando posol y comiendo el tamal que vienen del maíz, a la sombra de la gran ceiba que nos recibió en Copainalá.