
Roberto Chanona
El arte en Chiapas tiene hondas raíces que sustenta una tradición plástica bien definida a través de los siglos. Esta tradición inicia con la Cerámica Barra de Mazatán (Soconusco) que data de los años 1300 a.c. y se puede apreciar en el Museo Regional de Chiapas. Las pinturas rupestres distribuidas sobre todo en el territorio zoque como en la cueva de La Encañada y Santa Martha (Ocuilapa), la cueva Media luna (La Venta), La Sima de las Cotorras (Ocozocoautla) y la cueva de Joljá (Tumbalá), pertenecen al período Protoclásico según Tomás Lee. Esta Pintura Rupestre, según Carlos Navarrete, guarda mucha similitud con la pintura Prehistórica distribuida a lo largo del territorio mesoamericano. Los dinteles de Yaxchilán, la Tumba de Palenque, los murales de Bonampak, el relieve de Toniná, son obras maestras que fueron realizadas en el período clásico de los Mayas. Esta tradición artística puede comprenderse mejor en la lectura del Popol Vuh que dice: todas las artes les fueron enseñadas a Hunbatz y Hunchouén, los hijos de Hun-Hunahpu. Eran flautistas, cantores, tiradores con cerbatana, pintores, escultores, joyeros, plateros…
ARTE COLONIAL
A la llegada de los españoles, éstos trajeron el arte religioso que se manifestó sobre todo en la arquitectura. A la entrada de las iglesias podemos ver las Fachadas Retablos construidas en argamasa con columnas salomónicas y esculturas de los santos más importantes. Luego, se dedicaron adornar los interiores con retablos realizados en cedro; también usaron el chicozapote y una madera durísima llamada quiebra hacha, que nos comenta don Manuel Toussaint en su libro Arte Colonial en México. Por lo general en las Catedrales encontramos tres retablos: el Retablo Mayor dedicado a los Reyes, y los colaterales para la Virgen u otro santo importante como Santo Domingo o San José, que ocupan un lugar importante en la región.
El arte colonial en Chiapas tiene el sello particular de la Escuela Guatemalteca. No se puede olvidar que Chiapas perteneció a Guatemala hasta 1821. Los artistas locales iban a estudiar a la Universidad de San Carlos que dictaba los modelos artísticos desde 1676; un ejemplo fue el del pintor Andrés Mazariegos originario de San Bartolomé de Los Llanos (hoy Venustiano Carranza). Los artistas de menores recursos económicos iban a los talleres de los maestros guatemaltecos que eran a la vez pintores, escultores doradores y estofadores. Estos artistas conformados en gremios, son el testimonio del estilo de dicha escuela.
Los gremios estaban conformados por el maestro, los oficiales y los aprendices. Éstos firmaban un contrato por seis años ante notario, según Berlín, donde el aprendiz pasaba a formar parte de la familia del maestro, y donde era provisto de hospedaje, comida y vestimenta. Asimismo, quedaba obligado el maestro a curar las enfermedades del muchacho siempre y cuando éstas no se prolongaran. Respecto a los oficiales, trabajaban con el maestro mientras realizaba algún contrato de retablos o esculturas y no se hacían contratos legales. Aunque Henry Berlín nos dice: solo en casos especiales he visto contratos de esa índole. Cuando los maestros debían trabajar demasiado lejos de Guatemala y llevaban oficiales, éstos necesitaban la garantía de su pago regular durante un plazo fijo. Así Antonio de Rodas pagó en 1599 a su oficial Bartolomé de Ciancas 800 tostones de a 4 reales de plata por año, más comida y ropa limpia para llevarlo con él a Chiapas.
En la elaboración de un retablo intervenían varias personas, de ahí que sea imposible de atribuir a un solo autor el crédito en su elaboración. Las personas eran: el escultor, el ensamblador, el dorador y el estofador; éste remataba la obra con tres capas: una de plata, otra de oro y la última de esmaltes. También existía otro personaje en la imaginería que se llamaba el encarnador; su trabajo consistía en encarnar las partes que el dorador había dejado limpias hasta alcanzar el color de la carne. De ahí su nombre.
Los retablos más importantes se encuentran en San Cristóbal de Las Casas tienen el sello particular de la escuela guatemalteca, como el de la capilla de Santo Domingo, los retablos laterales de la Catedral, el de la iglesia de La Caridad y la iglesia de El Carmen. También existe otro retablo en Teopisca que perteneció a la iglesia de San Agustín y uno muy antiguo en la iglesia El Calvario en Chiapa de Corzo.
Desgraciadamente los archivos de Ciudad Real fueron destruidos durante la Independencia y la Revolución. Hoy se sabe por Andrés Aubry que en esa ciudad llegaron a existir 54 retablos barrocos del siglo XVIII. Y que hoy en día se conservan sólo 30, en su mayoría grandes muebles portátiles y otros, obras maravillosas de las cual se abundará adelante.
El retablo de la iglesia del Calvario en Chiapa de Corzo, es uno de los más antiguos. Fue dado a conocer por Salvador Toscano y no es propiamente un retablo. Al parecer se trataba del tablero central (2×2 mts.) del retablo mayor de la iglesia de Santo Domingo de esa ciudad. La factura, dice Toscano, es de final del siglo XVI principios del XVII, obra de aquellos escultores que habrían de fundar la escuela guatemalteca. Por su parte el Sr. Toussaint agrega: escultura de sabor medieval, netamente europeo, pero acaso ejecutada en México sus formas nos trasladan al siglo XV de Europa, la madera suavemente policromada, es durísima, al parecer se trata de aquella que llaman quiebrahacha en esa región. También María Elena Grajales se ocupó de esta obra en su Guía Artística de Chiapas.
El retablo de la iglesia de Teopisca es otra obra antigua y muy singular que tenemos en el estado. La obra tiene una leyenda que dice: TALLOSE Y DOROSE ESTE RETABLO A COSTA DEL SEÑOR MAESTRE DE CAMPO DON SEBASTIAN DE OLIVERA PONCE DE LEON I LA Sa. Da. ANA DE AGUILAR, SU MUJER. También se sabe por monseñor Eduardo Flores que dicha obra perteneció a la iglesia de San Agustín en San Cristóbal de Las Casas y fue llevada a Teopisca por orden del obispo don Ramón Moreno y Castañeda en el año de 1881.
El retablo lleva tres cuerpos de columnas. El primero y el segundo cuerpo son de estilo salomónico, el tercero son columnas rectas adornadas con hojas. Contiene esculturas de San Pedro, San Pablo, Santo Domingo y San Francisco. Este retablo contiene unos enanos de unos 30 cms. que sostienen el segundo piso de la obra. Estos personajes son muy raros por su desnudez completa. De acuerdo con el tercer Concilio de 1585, “…las imágenes que en lo sucesivo se hagan de escultura sean de tal forma que no necesiten de vestidos de tela, es decir sus vestidos estén hechos de la propia materia de la escultura.” De donde se deduce que estos enanos fueron realizados por artistas locales, de los contrario estarían arropados. Estos enanos de origen pagano se parecen a los que menciona don Francisco de la Maza en su artículo sobre Tláloc y sus tlaloquitos, servidores del Dios.
Los retablos de la Catedral de San Cristóbal son cinco, pero solo se detallan en este documento los retablos laterales de estilo barroco. Estos retablos pertenecían a la iglesia de San Agustín (anfiteatro de la Facultad de Derecho) fundada por los jesuitas y que a su expulsión de México, sus bienes pasaron a formar parte de los Dominicos. Los retablos son de estilo Barroco con tres cuerpos de columnas salomónicas. El de la izquierda exhibe cuadros de la Pasión de Cristo y en el primer cuerpo tiene una pintura de la Virgen Dolorosa del pintor Juan Correa. También contiene cuadros de la Oración del Huerto y el Tribunal de Pilatos. El retablo de la derecha, en el primer cuerpo contiene una escultura de cuerpo completo de San José. Esta escultura fue seleccionada con 170 obras a nivel nacional por Elizabeth Wilder Weismamn en su libro México in Sculture 1521-1821. Esta obra maestra del arte colonial está bellamente estofada y policromada; sus ropajes tienen movimiento y la barba morisca del santo, es típica de la escuela guatemalteca. A los lados de San José hay dos lienzos, uno representa al Papa y el otro a un obispo, seguramente jesuita. En el segundo plano, está la escultura de San Ignacio de Loyola, fundador la Compañía de Jesús y en el tercer plano, están tres lienzos de santos de la compañía.
El retablo de la Capilla de Santo Domingo, es quizá el más bello que existe del arte colonial de Chiapas, de un estilo barroco, a juzgar del siglo XVIII. Al parecer el retablo Mayor de la iglesia también pereció en un incendio, lo que es verdaderamente lamentable porque si el de la capilla es sumamente bello, el del Retablo Mayor debió haber sido majestuoso.
Lo más importante de este retablo, nos dice don Francisco de la Maza, es una escultura de San José con el niño en brazos: El rostro varonil patriarca; el negrísimo pelo crespo y abundoso; el vuelo de los ropajes hacen de esta imagen una de las más bellas de Chiapas, por más que sin duda, es guatemalteca.
Los lienzos que contiene la obra son cinco. Las pinturas del primer plano es una Natividad estilo popular y la Virgen con el Niño. En el segundo cuerpo, se trata de dos santos Dominicos, uno de ellos el Santo de la Cruzada, inspirado según de la Maza, en algún grabado que pintó Sánchez Coello.
En la misma capilla se encuentra una escultura realizada de tamaño natural de la Sagrada Trinidad que tampoco pasó desapercibida por de La Maza, ni por María Elena Grajales que dice: “magnífico ejemplo de imaginería barroca muestra la figura del padre coronada con una tiara y sosteniendo amorosamente al Cristo desclavado, de pálido cuerpo juvenil, escasamente sangrando, que se pliega y se acomoda sobre las rodillas del primero”.
El retablo de la iglesia de la Caridad fue mandado hacer en el año de 1721, después de la derrota de los Zendales del pueblo de Cancuc. Este dato está referido en un presupuesto de la época en el fondo del maestro Jorge Olvera, donde indica el motivo y por quien fue elaborada dicha obra. Según el documento, los maestros ensambladores fueron Manuel Coutiño, Marcos Mateo y Francisco Gimones. El dorador fue Mateo Martín que era el único dorador de esa época de Chiapas.
Este retablo salomónico por sus columnas, tiene algo que es de suma importancia y que no se aprecia en ningún otro. Al centro de la obra, se encuentra una escultura de un indígena. Probablemente se trataba de integrar a los nativos tzeltales, tzotziles a la concepción judeo-cristiana. Sobre todo porque se construyó después de una rebelión. También cuenta con un San José y varias pinturas de los santos Dominicos.
El retablo de la iglesia del Carmen desgraciadamente se quemó en el incendio de 1993. Este retablo contenía una escultura muy bella de Santa Ana enseñando a leer a la joven Virgen y un San José pintado por Andrés Mazariegos, originario de Carranza. Este artista es la estrella de la pintura en el siglo XVIII. Estudió en San Carlos Guatemala y pintó para la iglesia del Carmen la Pasión de Cristo; luego se fue a México y murió en Paris, según dice el maestro Don Juan María Morales Avendaño en su libro: San Bartolomé de Los Llanos en la Historia de Chiapas.
En el incendio también se quemó un San Sebastián de tamaño natural, una escultura de las más bellas de Chiapas. Esta obra la dio a conocer Salvador Toscano, comparándola con un San Sebastián de la Catedral de Guatemala. Ambas obras tienen un parecido, puesto que el modelo es el mismo, aunque el de Chiapas tiene más soltura y movimiento. Tampoco pasó desapercibida para Don francisco de la Maza durante su viaje a nuestro estado, quien expresó maravillas de la obra en su artículo Arte Colonial en Chiapas.
Respecto a la pintura colonial, ésta estuvo supeditada a los retablos como ya vimos. Aunque, haciendo un recorrido por las iglesias, pueden verse Cristos Flagelados como una constante que se encuentra en muchas iglesias. Quizá el Cristo del Cerrillo es el más impresionante por el dolor que le imprimió el artista. Puedo imaginar que fueron muy solicitados porque después de leer las Cartas desde Chapultenango, se puede comprobar el sufrimiento que les infringían a los nativos. También existe uno muy bello que se llama el Cristo en Rosas, y se encuentra en la iglesia de San Francisco.
EL ACADEMISISMO DEL SIGLO XIX
Para el siglo XIX, el modelo de casa-taller de los maestros imaginarios guatemaltecos se instauró en Ciudad Real con el maestro Anselmo Rodas, quien fue el educador de los pinceles del siglo XIX en el estado.
Anselmo Rodas nació en Ciudad Real en 1840. Sus padres Cristóbal Rodas y Gabriela Domínguez, reconocieron que tenía cualidades desde niño y lo recomendaron con el maestro Higinio Liévano, que gozaba de justa fama de buen pintor. El discípulo salió muy adelantado porque a temprana edad realizaba lienzos de hermosa y acabada factura como los de Carlos María Colina y Rubio, y el Dr. Germán Ascensión Villalvaso, que se encuentran en la Sala del Archivo Diocesano de la Catedral de San Cristóbal.
Rodas fue pintor, escultor y maestro del Instituto de Ciencias y Artes, y del Seminario Conciliar. Al mismo tiempo su pincel plasmaba retratos de personajes importantes, de santos para las iglesias y paisajes.
Sus obras las encontramos en el H. Ayuntamiento de San Cristóbal, en el museo Regional de Chiapas, en el Archivo Diocesano y en diferentes casas particulares como la colección de Margarita Poo en Tuxtla Gutiérrez.
Por su casa taller pasaron alumnos como José Domingo Santiago, originario de Ciudad Real y el pintor y escultor José Otilio Avendaño Gordillo, originario de Venustiano Carranza. También Benjamín Cróker, originario de Comitán, fue alumno del maestro Rodas, según registra Don Hermilo López Sánchez en su libro. Este artista de ascendencia inglesa, nació en 1855 y fue pintor, escultor y fotógrafo de la sociedad comiteca de ese entonces.
Por su parte, el arquitecto Carlos Flores ingresó al taller del Maestro Rodas ayudando en las tareas cotidianas, concluyendo su carrera de arquitecto en la Academia de San Carlos, México. Este último artista fue el introductor del estilo neoclásico en las edificaciones de San Cristóbal de Las Casas.
Anselmo Rodas también dirigió el Instituto Científico y Literario, en la rama de la plástica junto con sus colegas Clemente Nájera y Manuel Suasnávar, retratistas de la sociedad y de los notables de los poderes religioso y político de esa época.
En Tuxtla Gutiérrez se localiza al pintor José María de la Cruz, padre del pintor José María de la Cruz Sibaja, mejor conocido como el maestro Chemita, pero solamente es conocido por referencias de su familia.
En casa del maestro Prudencio Moscoso existe una colección de litografías de esa época de José Pedro Martínez; se trata de algún artista del centro, pagado para representar la sublevación Tzotzil (1869) del líder Pedro Díaz Cuscat.
José Otilio Avendaño Gordillo nació San Bartolomé de los Llanos en 1851. Don Juan María Morales Avendaño, quien era el cronista de Carranza y descendiente directo del pintor, en su libro San Bartolomé de los Llanos en la Historia de Chiapas, publicado por la UNACH, habla de este artista, que era su abuelo materno, y del pintor Crescenciano Morales Ancheita (1882-1933), su padre, originario de Socoltenango.
El artista se inició en el dibujo con el maestro Manuel Cósar, dibujante y grabador que, al parecer, llegó a San Bartolomé de los Llanos como profesor. Este le recomendó continuar sus estudios de pintura con el maestro Anselmo Rodas. Luego, conoció al maestro guatemalteco Luis Maldonado y se fue con él a la ciudad de Cuilco, Guatemala, para perfeccionar el arte de la escultura. De regreso a su tierra natal, se dedicó completamente a su arte.
Gran parte de la obra del maestro Otilio Avendaño puede apreciarse en la casa del coleccionista Manuel Caballero Velázquez, quien muy amablemente regaló al autor una fotografía del artista junto a su caballete. También existe una escultura del maestro en la iglesia de Carranza; se trata de una Trinidad inspirada en la de Santo Domingo de San Cristóbal de Las Casas.
El más brillante de los alumnos de Anselmo Rodas fue el pintor José Inés Tovilla, originario de Ciudad Real, quien destaca como la estrella de la pintura en el siglo XIX en Chiapas. Oriundo de Ciudad Real, José Inés nació el 30 de abril de 1864. Sus padres fueron José Pablo Tovilla (Comitán) y María Telésfora Flores (San Cristóbal). Sus primeros maestros fueron el propio Rodas en pintura y Domingo Santiago en escultura. Pasó después a la Academia Nacional de Bellas Artes de San Carlos, México, donde concluyó sus estudios.
Tovilla realizó una infinidad de retratos de personas y santos importantes y paisajes. Es el autor de dos desnudos, masculino y femenino, que se encuentran en el Museo Regional de Chiapas. Realizarlos fue de alguna manera la propuesta más audaz, porque en su época nadie se aventuró por los caminos del desnudo, de lo erótico, como este artista.
Tovilla emigró de Chiapas y se fue a vivir a Aguascalientes donde primero fue maestro de pintura de la academia de artes de esa ciudad, y luego director de la misma. También fue maestro del pintor Saturnino Herrán y de Gerardo Murillo, mejor conocido como Dr. Atl. La Academia de Artes de Aguascaliente acaba de editar un libro donde un capitulo completo se lo dedican a nuestro artista. En Chiapas tenemos pendiente el reconocimiento al más importante pintor chiapaneco del siglo XIX.
ARTE CONTEMPORÁNEO
Entre 1900-1945 se encuentran obras de diversos pintores nacidos a finales del XIX, dedicados al paisaje, a las naturalezas muertas pero sobre todo al retrato. Tal es el caso del pintor Boanerges Morales Yoe (Chiapa de Corzo), José Crescenciano Morales Ancheita (Socoltenango) y José María de la Cruz Sibaja (Tuxtla Gutiérrez), pintor impresionista según palabras del Maestro Jorge Olvera, quienes podrían considerarse precursores del arte contemporáneo, o moderno a decir de algunos autores, en Chiapas.
No obstante, puede establecerse que el arte contemporáneo aparece en Chiapas a partir de que la Secretaría de Educación Pública, a cargo de Jaime Torres Bodet, y el Gobierno del Estado deciden impulsar el grabado, fundando en 1946 la Escuela de Artes Plásticas. A solicitud del Gobierno de Chiapas, el ahora Instituto de Bellas Artes envía al maestro Jorge Olvera como director de dicha escuela. La violencia, el indigenismo y las tradiciones populares se convirtieron en fuentes vitales de inspiración para los artistas chiapanecos de entonces.
Había transcurrido casi medio siglo en el panorama pictórico contemporáneo del mundo, cuando aparece la presencia luminosa de Franco Lázaro Gómez que se convierte en el primer artista de grabado de su época. Dejó trabajos muy importantes como La Carreta de San Pascualito, de origen mítico. Gracias al oficio que tenía desde niño, con el magistral uso del buril, logró crear obras únicas que podemos clasificar como arte moderno.
La realidad chiapaneca de mediados del siglo XX se expresa en los trabajos de Héctor Ventura y su propuesta de la luz en acuarela, Carlos Jurado con su época de animales mitológicos y sus fotos en cajas de cartón sin lente, la finura del grabado de Máximo Prado, Luis Alaminos con óleos que dan una visión de la vida en huesos, Ramiro Jiménez Pozo con sus grabados dramáticamente descarnados. Estos artistas constituyen la importante generación de los años 50s.
Para la década de los 60’s, aparece otra generación de audaces artistas como César Corzo con sus murales y sus innovaciones en el uso de las técnicas; Rodolfo Disner con sus Cristos, mujeres y figuras zoomorfas, logrando con sus reducciones admosféricas el codiciado oro que buscaban los alquimistas del medioevo; David Rodríguez Patiño con sus retratos al pastel y Oscar Vázquez con sus acuarelas acerca del río.
El arte contemporáneo de Chiapas, reposa en la actualidad en la obra de Reynaldo Velázquez. La propuesta formal escultórica de este artista nos remite al erotismo. Marcel Duchamp dice al respecto: Creo firmemente en el erotismo, ya que es única cosa de validez universal que hay en el mundo, una cosa que toda la gente entiende. Y con esto, El Origen del Mundo como lo vio y pintó, Gustave Courbet, es el sexo. Este principio de fragmentación es la base del arte erótico moderno. Solo que nuestra sociedad acepta el cuerpo fragmentado mientras sean bustos, o incluso algún símbolo fálico de la antigüedad; pero si son pezones erectos, falos en su magnitud, se torna en provocación. Reynaldo Velázquez está lejos de toda provocación. Solamente hay que observar la vasta obra que ha realizado en grabado (madera y metal), acuarela, óleo, acrílico, técnicas mixtas y sobre todo en escultura, para darnos cuenta que se trata de un artista especial.
Gonzalo Utrilla no deja de ser menos interesante por su línea. No hay que olvidar que la línea es el sentimiento directo de la emoción. Una línea puede transmitir emoción y concepto. Utrilla demuestra un gran oficio acerca de sus personajes y nos transmite esa sensación de vuelo, del bailarín girando en el azur que magistralmente ejecuta cada movimiento.
Manuel Suasnávar destaca por una obra sólida de caballete y un estilo propio. Destaca su realismo mágico, su preocupación por lo esencialmente mestizo y su dibujo a lápiz. Actualmente también ha realizado murales en distintas partes del Estado.
Destacan asimismo el reconocido pintor Enrique Estrada, de origen Tapachulteco y el escultor Jorge Dubon que merecen un sitio especial por la calidad plástica de su obra[1]. También hay que mencionar a Juan Gallo, Kayum Maax, y Antún Kojtou, artistas que han sobresalido en la corriente etnográfica.
De Nina Moreno, Luis Aguilar, Javier Moreno Rojas, Gabriel Gallegos, Jorge Alfonso, Robertoni Gómez, Gabriel Méndez, Juan Ramón Lemus, Susana Castellanos, Patricia Mota y Masha Zepeda, por cuestiones de espacio, solo se puede comentar que son artistas maduros que tienen una obra que hay que tomar en consideración.
Para este siglo XXI, despunta una generación influenciada por Rufino Tamayo y Francisco Toledo, así como por aspectos del arte popular y del arte no objetual. Entre los más notables están Manuel Velázquez, Ramiro Jiménez Chacón, Manuel Cunjamá, Blanca Lucía Ovilla Ruiz, Rafael Araujo, Moisés Franco Paredes, Enrique Díaz, Sebastián Santis Gómez, Ángel Luna, Luis Villatoro (+), Oscar Vázquez (hijo) y Sandra Díaz.
Para concluir, es importante agregar que la tradición plástica en Chiapas sigue dando frutos y existe una continuidad en conceptos como el colorido, el erotismo, lo mítico y la naturaleza; también existe continuidad en el grabado, ahora con propuestas mucho más audaces. Esto indica que los nuevos talentos están tomando en cuenta la escuela artística de Chiapas. Ojalá que este sentimiento misterioso para todos aquellos que han visto en esta tierra la luz primera, se materialice en la fuerza de una estética de la naturaleza y la diversidad cultural como manantial de condiciones y experiencias, una especie de barro formativo original que caracteriza a los artistas chiapanecos.
[1] Autores que por cuestión de espacio no fueron incluidos en el libro Pintura y Escultura de Chiapas 1545-2000, del autor.