1. Home
  2. Columnas
  3. Angelina, la música de los ‘60 / Al Sur con Montalvo

Angelina, la música de los ‘60 / Al Sur con Montalvo

Angelina, la música de los ‘60 / Al Sur con Montalvo
0

Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, 

Quiero compartirte una anécdota personal de hace 60 años, un recorrido musical inserto en la memoria de una mujer que fallece este año a sus 94 años y quien me enseñó el encanto de la música.

A la primaria se ingresa llorando y se sale llorando; los tiempos de secundaria siembran futuro y recuerdos imborrables, los de la prepa son punzadas en medio de la ensoñación, la universidad antecede el ingreso a la cruda realidad y de ahí en adelante, cada cual construye sus paraísos o sus propios infiernos. 

Inicié la secundaria en febrero de 1964 conforme al plan escolar tipo B. Las vacaciones de diciembre y enero marcaban la transición a una nueva época de la primaria a la secundaria con el misterio y la emoción que representan los mitos de un nuevo sistema con maestros por materia, recesos de clase en clase, tareas exorbitantes, la “novatada” y las pugnas entre secundarias. Esa época en la cual los niños empiezan a salir del cascaron: muy chicos para desear las cosas de grades y muy grandes para seguirlos tratando como pequeñuelos. Así pasé en 1965 al segundo grado de secundaria.

Angelina, la madre de mi compañero Arturo Buenrostro, era una mujer esbelta y guapa de unos 34 años de edad, apilaba enormes cantidades de discos en su enorme biblioteca familiar. Melómana por vocación y profesión, Angelina contribuía a musicalizar películas, documentales y algunos programas de televisión.

En casa de Angelina abundaban los discos y pósters de los Beatles. Por ella supimos que en 1957 se habían reunido en Liverpool cuatro jóvenes de distintas religiones lograban escandalizar a la puritanaconciencia inglesa. El protestante John Lennon creaba el primer grupo con el católico Paul McArney, con el anglicano George Harrison y Pit Best a quien sustituyó en 1960, Richard Starkey (Ringo). Ellos revolucionarían la música en el mundo entero.

Los chicos nos sentábamos en la alfombra alrededor de Angelina quien nos invitaba limonadas y “Soldaditos”de chocolate mientras pasábamos el tiempo tratando de aprender las canciones del naciente Erick Burdon & the Animals con su famosa canción “La casa del sol naciente” y Noches de San Francisco”. Entonces, como hoy, podíamos cantar con “Who” aquella tonada increíble de “my generation”.

La época de la secundaria es un recuerdo musical ligado al rock progresivo de Pink Floyd, al soft rock de The Moody Blues y Procol Harum; al hard rock de Jimy Hendrix, Deep Purple y Black Sabbath. Es una evocación de las fiestas en casa de Angelina enseñándonos a bailar el twist y el Rock and Roll. Yo la observaba como quien mira a una estrella en el escenario. 

Quizá algunos de mis ex compañeros pudieron haberse enamorado de la madre de Angelina por su figura grácil, sus ojos verdes, su cautivante sonrisa, pero en especial, por su dulce manera de narrarnos historias y leyendas. No lo sé de cierto, pero yo sí me enamoré de esa señora treintañera, demasiado vieja para mí.

Una de aquellas noches del 1965, en la habitación de Arturo mientras estudiábamos, bajé con Miguel Martens, Rubén Acosta y Moisés Chirity, a la biblioteca en busca de melodías para copiar las letras. Ellos pretendían a unas niñas del Colegio Renacimiento a quienes deseaban escribirles algunas canciones melosas de Simon and Garfunkel.

Angelina nos sorprendió hurgando en los discos. Elegí un disco de Simon & Garfunkel y juntos, escuchamos aquella canción compuesta en 1964 titulada “Los sonidos del silencio”. De ninguna manera correspondía a una letra romántica para conquistar a chavitas de colegio de monjas, pero Angelina, fue paciente y al reuniros en la biblioteca, nos tradujo aquella canción de la cual aún conservo el recuerdo:

“Hola, oscuridad, mi vieja amiga; / he venido a hablar contigo otra vez / porque una visión, / deslizándose suavemente, / dejó sus gérmenes mientras estaba durmiendo / y la visión sembrada en mi cerebro aún continúa / dentro del sonido del silencio…”

La biblioteca de la antigua casona en la colonia Roma, despedía un olor a caoba y a libros. La tenue luz iluminaba las pinturas y un enorme retablo donde Juan Bautista era decapitado. Sobre la alfombra los seis niños escuchábamos a Angelina hablando con las manos y los ojos entornados. La frase de Garfunkel resonaba en mi mente como una premonición: “la gente oía sin escuchar…” “el silencio crecerá como un cáncer…”. 

–Cierren los ojos y ahora imaginen la letra mientras escuchan la melodía, nos dijo.

La voz de Angelina era musical y con ella, comprendí que aquellas canciones contaban algo, que las letras originales como las de Bob Dylan eran un grito en el acetato llamando la atención de los sordos, un reclamo de cese a la violencia y a tanta miseria humana cuando ésta, se vuelve insensible y se afana en luchas estériles movidas por la ambición del dinero y el poder.

Comprendí que esas letras no eran tan insulsas como las del “rock de la cárcel” ni tan vacuas como la de “Mi novio esquimal” ni tan absurdas como las del “Perro lanudo”. Comprendí que en los roqueros americanos e ingleses, había una necesidad de convertir su descontento social en poesía y la poesía en melodías para penetrar en la mente y espíritu de las personas antes de caer en el cáncer del silencio rodeadas de dioses de neon incitando al deseo del consumo y a la frustración de la insatisfacción.

—Aprendan a ver todo cuánto les rodea, nos decía Angelina. Los sentidos no son un adorno sino el máximo don de la creación y lo más increíble es que los humanos podemos conectar nuestros sentidos a la mente, a la memoria, al recuerdo. Es la percepción inteligente y sensible lo que nos puede hacer mejores y diferentes al resto de los animales. Quien no aprende a observar, escuchar, olfatear, saborear o tocar será por siempre una roca y sus bajas pasiones lo dominarán a través del egoísmo, la soberbia, la vanidad y el egoísmo. Quien aprende a mirar hacia el mar y a escuchar música, saneará su mente y sus sentimientos, quien aprenda una canción y a cantarla dominará lo salvaje que todo hombre lleva en su interior. Pero quien escriba una canción estará cambiando al mundo como lo hace Bob Dylan. Y yo, quedaba absorto en la mirada de aquella mujer hermosa luciendo sus piernas largas en sus minifaldas.

—No pierdan el tiempo con la gente de enfrente; miren hacia ustedes mismos y cuando se encuentren perfectos, no critiquen al de enfrente, tengan el valor de conducirlo como se conduce a un ciego. Quien destroza al de enfrente primero se destroza a sí mismo.

Los chicos soñaban con la difunta Marilyn Monroe, yo soñaba con Angelina. Lo último en música eran los discos de larga duración de 33 revoluciones que empezaban a desplazar a los de 78 y 45 revoluciones, fabricados de pasta y acetato, respectivamente.

Alrededor de Angelina, escuchamos a Ritchie Valens celebrando los primeros diez años del Rock & Roll. Angelina bailaba al ritmo de Elvis Presley o de Little Richard. Para ella, el Rock and Roll representaba lo que literalmente significa en inglés: “piedra y consecuencia de ideas” que surgía como respuesta a las interrogantes existencialistas de ¿Quién soy? ¿Qué es lo que hago aquí? ¿Y cuál es la razón de ser de las cosas que me rodean?

Una noche cuando nos despedimos todos, Angelina me pidió permanecer un rato más.

—¿Sabes?, tú no perteneces al rock; te interesa por estar en la onda de tus compañeros quienes son adictos a Radio Capital; pero quiero decirte algo, el rock no existiría sin el blues y el jazz y esa es tu esencia. El jazz es música espiritual. En su jardín escuché por primera vez la voz de Ella Fitzgerald interpretando Misty. Angelina la cantaba en voz baja. Misty se me tatuó en la memoria para siempre. Esa melodía, me acompaña hasta hoy como un himno a la vida.

Ana Karen, de aquella mujer de ojos brillantes conservo el mejor de mis recuerdos y quizá la mejor de las lecciones, porque la música cuando nos mueve las fibras más sensibles es porque en ella, encontramos una cuestión de amor.

​​ de

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *