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Amputar con motosierra / Galimatías

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Ernesto Gómez Pananá

Argentina es tierra de pasión: esos chistes que definen al ego como al argentino que todos llevamos dentro puede que tengan algo de cierto. Se dicen la Europa en América, la tierra del dios Maradona; del único papa no italiano en la historia y también del tango. Son, por otra parte, tierra de grandes demagogos y pese a su enorme potencial de recursos, también de infinitas crisis económicas.

Sus orígenes como nación se remontan a 1776, cuando, en el marco de las reformas borbónicas, el rey de España creó el Virreinato del Río de la Plata, el cual comprendía los territorios de las actuales Argentina pero también Bolivia, Paraguay, Uruguay y una parte de Brasil. Para inicios del siglo XIX, en 1810, este conjunto de provincias desconoció al virrey y declaró su independencia. En adelante, los siguientes momentos determinantes en la historia argentina son el peronismo, paradigma del populismo, y la dictadura militar sectores en la que poderosos y conservadores de la sociedad reaccionaron a la prolongada fase de ese populismo de izquierda que instrumentó el presidente Perón.

La época moderna argentina inicia con la entrega del poder por parte de los militares a Raúl Alfonsín, el primer presidente civil de esta época. Desde entonces, y ahí el quid de la columna de hoy, la sociedad de aquel país conosureño ha vivido en una crisis económica de tan alto calado como su mismo Río de la Plata.

Los argentinos vienen de una hiperinflación desbocada de tres dígitos con Alfonsín, a un intento de detenerla mediante la declaración de la paridad peso argentino-dólar con Carlos Saúl Menem al corralito de Fernando de La Rúa: décadas de caos económico y social. Décadas de éxodo particularmente de jóvenes.

Argentina lleva treinta años en crisis económica, una crisis tan prolongada que dos generaciones de argentinos no conocen otra cosa diferente al desastre demagógico que unifica a Menem, De La Rúa, Néstor Kichner o su sucesora Cristina, por lo demás, su esposa. Todos tienen en común una tendencia a la demagogia más recalcitrante, esa que se cansa de prometer soluciones en la campaña, para ya estando en el poder, cansarse de explicar por qué dichas soluciones fracasan.

A partir de hoy 10 de diciembre, toca el turno a Javier Milei, autodefinido como libertario y anarcocapitalista. Tocará ver si los recortes violentos en la estructura de gobierno y la formalización del dólar como moneda oficial son estrategias suficientes para sacar a Argentina del abismo o si, por el contrario -pago por ver-, este país termina todavía más hundido en el pozo de la neodemagogia libertaria.

El único elemento loable en todo este zipizape es que el electorado argentino pone, dispone, reelige o derroca por voto popular. El que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe. Es la democracia. El menos malo de los sistemas. Sea por gusto Argentina.

“Aun cuando al principio sea duro. Sabemos que a corto plazo la situación empeorará. Pero luego veremos los frutos de nuestro esfuerzo” inició diciendo Milei en su toma de protesta. Al terminar expresó “ustedes saben que prefiero decirles una verdad incómoda antes que una mentira confortable”. Ya no es la campaña, hoy Milei es presidente. Ya puede mostrar la letra chiquita de sus propuestas: las cirugías con motosierra suelen traer enormes daños secundarios.

Oximoronas 1. El palenque de la Feria Chiapas pareciera un sitio por encima de la ley: no se respeta la prohibición de fumar en espacios cerrados. Bastante recaudaría elgobierno si enviara a sus inspectores.

Oximoronas 2. Cinco estudiantes de medicina ejecutados en Celaya. 14 personas muertas en enfrentamiento por cobro de piso en Texcaltitlán. En materia de seguridad, el reto de la próxima presidenta de México es enorme. Por ahí circula un libro sobre el tema en Chiapas. Si resulta tan bueno como su campaña de promoción -del libro-, valdrá la pena que lo consideren.

Oximoronas 3. Mariana Rodríguez para alcaldesa de Monterrey. Decía Einstein que la estupidez humana es infinita. Parece que también la ambición y la frivolidad.

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