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Alvarado y los melones asoleados / Ruperto Portela

Alvarado y los melones asoleados / Ruperto Portela
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+ La fiesta de las apuestas en las carreras…

+ Calle Galeana, la pista de los atletas…

+ Una historia de deportistas y la alegría…

+ Julia Ochoa y Yoya Peña, campeonas nacionales…

 

Ruperto Portela Alvarado.

 

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Jueves 30 de Enero de 2020.- Sería como  por el mes de mayo. El sol caía con fuerza sobre el zenit del pueblo –ese que se parece a Macondo, el de Gabriel García Márquez– a eso de las doce o una de la tarde. Sí, yo tenía en ese tiempo 17 años y seguro que estamos hablando de la celebración de las XIX Olimpiadas de México, 1968. La calle estaba llena de chamacos y las personas de más edad, jóvenes y no tan viejos, se divertían viéndonos correr desesperados o a lo loco.

Ya habíamos tomado las calles como pistas de carrera. La cuadra de la Guerrero, Galeana, Aldama y Madero servía de recorrido para nuestras competencias. Había varios grupos, entre los que estaba mi hermano Gabriel Portela Alvarado y otros chavales como Ricardo Guillén, “El Robalito”. Ya habíamos terminado algunas carreras, pero dábamos el pitazo de salida para la última del día, a eso de las dos de la tarde.

No sé si en esa partida iban Jole (Jorge), Mañe (Manuel), a los que le decíamos “Los Pastoritas” porque su mamá era Doña Pastora y su papá, Salvador García, “El Manglareño”. También andaba en esas rumbas Marco (Marquito), hijo de don Lico que creo que también era de apellido García. Se me estaba pasando mí ahora compadre y amigo de la infancia, Manuel Rascón Arano, “La Burra”.

Todo era alegría y bullicio cuando comenzaban las carreras de cinco o diez vueltas a la cuadra. Empezábamos frente a la casa de don Dimas Zamudio en Guerrero, hasta la esquina de mi tía Natalia Valerio; doblábamos por la Galeana hasta la tienda “La Reynita” de doña Carmita y don Pablito Zamudio, mamá y papá de Arturo “Cien Gramos”. Vuelta por la calle Aldama, hasta el frente del domicilio de don Toño Zamudio y doña Carmita Raymundo, y otra vez por la calle Madero, hasta la esquina de Doña Nicolasa.

Bien recuerdo que adelante iba “El Robalito” en las primeras cuadras, hasta que se le emparejó y rebasó mi hermano Gabriel, “Gaby La Hernia”, a quien antes le apodaban “El Niño de la Voz de Oro”, como lo bautizó mi primo Angelito Portela Chávez, “El Auténtico”, cuando en un carnaval lo subió al escenario a cantar aquella canción que dice: “las penas se vuelven buenas, cuando se adueñan del corazón, que han dejado raíces y cicatrices, sin compasión…”

¡Ah!, pero me estoy desviando de la crónica de la carrera. Los competidores empezaban a sudar la gota gorda en la séptima vuelta bajo un sol de mayo que no se aguanta y “El Robalito”, Ricardo Guillén, cambiaba de color, de un rojo intenso por la asoleada, a un amarillo pálido por el esfuerzo. Precisamente ahí estaba viendo y disfrutando la competencia, Rolando Lara Valerio, “La Facha”, un alvaradeño de mucho ingenio, como muchos personajes de este hermoso “rincón del cielo”.

“La Facha”, al ver al “Robalito” cómo sudaba y presentaba un rostro transparente, inmediatamente nos bautizó al equipo de atletismo, como “Los Melones Asoleados”. Porque diré, teníamos un equipo de corredores especialistas en 25 varas castellanas; 50, 75, 100 y hasta 150 metros planos que corríamos en el pavimento de la Calle Galeana.

Éramos, varios los que integramos ese equipo de atletismo. Repito, estaba mi hermano Gabriel “La Hernia” (apodo que le pusieron mucho tiempo después de esto, cuando ya jugaba billar, donde la verdad fue de los buenos); mi compadre Manuel Rascón Arano, “La Burra”; Ricardo Guillén, “El Robalito”. Después se juntaron a la escuadra de “Los Melones Asoleados”, mi compadre Ricardo Padrón Almeida, “El Burro”; Jesús “Chucho” Rivera Magaña, Raymundo Almeida Santos “El Ajumao”, y no sé cuantos más.

Con toda las fuerzas, ya habíamos agarrado la calle Galeana, desde la esquina de Aldama hasta la Guerrero y a veces la extendíamos a la Morelos, para jugar, todas las noches, carreras parejeras “de apostado” y hasta la madrugada. Nuestro mánager financiero, el que apostaba por nosotros y nosotros le poníamos lo poco que traíamos en la bolsa, era mi hermano Cecilio “Chilo” Portela Alvarado.

El gusto duró poco tiempo, quizá un año o más que nos reuníamos “Los Melones Asoleados” y otros muchachos de los barrios de “La Gasolinera”, la “Doctor Luis E. Ruiz”, y a veces de “La Playa”, “La Trocha” y “Paso Nacional”, que ya teníamos fastidiados a los vecinos por tanta algarabía y escándalo bastante tarde de la noche. Hasta que llegó la policía y nos ahuyentó de las calles; pero nos fuimos a hacer nuestra fiesta de las carreras a la calle Dr. Luis E. Ruiz, por donde vivía Albino Zamudio Rosas “El Pollo Fino” y Mario Padrón “El Burro”.

Quiero contarles que esas carreras parejeras a pie las llevamos después hasta la carretera de “Las Escolleras” donde los mejores  exponentes del apostador “Foncho el Gallero” eran “El Chilao” y su hermano Julio, de los que nunca supe sus apellidos. También llegaba a ponerle “apuestas a sus piernas”, un excelente corredor de 100 metros planos, de Paso Nacional, Felipe Delgado “El Patón”.

Los que se distinguieron siempre en las carreras de las 25 varas castellanas fueron Serafín Santiago Valerio “Fin”; Miguel Hermida Santiago “El Gavilán” –hermano de Roberto Hermida Santiago “El Canario, que corría 100 metros planos en competencias oficiales– que eran de la calle Dr. Ruiz E. Ruiz; Rubén “La Burrutaca” (que no sé cómo se apellida) y “El Cholo”, Isidoro Cruz Barrán, que eran del barrio del Panteón. Quiero apuntar que después de la Calle Galeana, la Dr. Luis E. Ruiz, Paso Nacional y las Escolleras, tomamos como pista de carreras el frente del panteón y la obra inconclusa de lo que sería el gran hotel “El Sanfer”, donde se liaron en una competencia mi hermano Gabriel Portela Alvarado y Raymundo Almeida Santos “El Ajumao”.

 

EL EQUIPO DE HÉCTOR RUIZ “CHICAL”…

         Esta crónica no tendría razón si dejamos de mencionar a los integrantes del equipo “trabuco” de atletismo que formó y dirigió nuestro estimado maestro Héctor Ruiz Carmona “Chical”, a quien le reitero mi reconocimiento, agradecimiento y entrego este homenaje. Lo recuerdo muy bien con sus pantalones largos, camiseta y sus chanclas que hacía tornar –nunca tenis—cuando les enseñaba a los corredores de velocidad los explosivos arranques de los block de salida.

En ese grupo estábamos destacados atletas alvaradeños como David “Iki” Zamudio Lara, Jaime Vázquez “El Aleluya”, Ricardo Padrón Almeida El Burro”, y en una parte de ese tiempo estuvo César Morteo, y Mauro “Maya” Palencia que fue de una generación después de los “Melones Asoleados”,   que destacaron en los 100 metros planos.  No podemos excluir de este recuerdo a quienes fueron nuestros antecesores en la disciplina de atletismo como Enrique Lara Valerio “El Palomero”; Rodolfo Hernández Portela, “Upa” y el mismo Roberto Hermida Santiago, “El Canario”.

Por supuesto, tengo que mencionar –con especial énfasis–  a las mujeres de este grupo, encabezado por JULIA OCHOA DELGADO, con mayúsculas,   flamante  campeona nacional de los 75 y 100 metros planos; Lourdes Martínez Prieto, “La Yuyi” que brilló en los 100 y 150 metros a nivel estatal, Martha Carmona “La Venada” y Sandra Luz Padrón Arredondo,  que siendo ambas de menor edad, tenía la velocidad suficiente para brillar en esa misma distancia. Entre las mujeres no recuerdo bien si María Eugenia Hernández Enríquez, también corrió los 75 y 100 metros planos en esa época de oro. No nos debemos olvidar, de ninguna manera, de AURORA “YOYA” PEÑA, también con letras mayúsculas y  todo nuestro reconocimiento, por haber sido  campeona nacional de lanzamiento de bala. Con nosotros se juntaban y competían en el lanzamiento de la bala, una amiga güera, hermosa que de nombre Martha (que ahora no se sus apellidos) y mi prima –no menos frondosa y alta, Ruth Román Sánchez.

En la otra parte de los corredores de medio fondo (500, 1,500 y 5 mil metros planos) estábamos, un servidor, Ruperto Portela Alvarado, subcampeón estatal en 500 y 1500 metros planos a nivel estatal en 1967-68; Rolando Cruz “El Q”; Jesús “Chucho” Rivera Magaña; Pablo Valerio, “El Pablo López”, (en referencia a un caballo de carreras que tenía en este tiempo, con ese nombre,  Tobías Ruiz); José María Tiburcio “Chema el Águila Descalza” e inclusive el amigo Petronio –que no sé sus apellidos– del barrio de Tepito.

Hay que apuntar en el equipo a Uribe Cruz Pacheco que lanzaba la bala; Miguel Chávez “El Salvaje”, en la disciplina de Jabalina; Mauro Palacios en esa misma especialidad y Víctor Tiburcio Santiago “El Fideo” que era saltador de altura, llegando en ese tempo a un récord de 1.90 metros.

Quiero hacer aquí un paréntesis para recordar a un extraordinario corredor de medio fondo como lo fue Raúl Ferreira Cruz, a quien conocimos con el mote de “Motor” por su fuerza y destreza para correr grandes distancias. Incluyamos en esta relatoría a Olegario Cruz Padrón “Fierro Viejo”, quien destacó por su velocidad en los 100 y 200 metros planos.  En estos méritos de gran deportista, hay que incluir a “Hugo “El Picho” Uscanga que además de ser un buen jugador de básquetbol, fútbol, lo fue en béisbol y atletismo, como mi compadre Ignacio Ramón Zamorano, “El Avión”, que jugó todos los deportes, aunque no fue muy veloz para la carreras. Muchos alvaradeños me cuentan la historia de un gran deportista de niveles y aptitudes para todas las disciplinas deportivas, el  “Wissy”, Julio Hernández, hijo de nuestro maestro de literatura, don Julio Hernández Ríos.

Muchos tuvimos la fortuna de tener un entrenador como el maestro Héctor Ruiz Carmona “Chical”, aunque hubieron después otros como Mario “Camión” Ortega, que fue jefe de zona; Saúl Morteo, Joaquín Ruiz Carmona de la dinastía “Chical” y una maestra jovencita y bonita que llegó a entrenarnos, que ahora no recuerdo su nombre. La verdad que fueron muy buenos tiempos aquellos cuando nos turnábamos para pasar a despertar con un chiflido a los compañeros e ir a entrenar desde las 5 de la mañana al parque deportivo “Miguel Alemán Valdez”.

Pero como diría la canción: “tiempos que se fueron”…

Con un saludo desde la Ciudad del Caos, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, la tierra del pozol, el nucú, la papausa y la chincuya…

Para contactarme: rupertoportela@gmail.com

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