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Alvarado; honra y honor a mis maestros

Alvarado; honra y honor a mis maestros
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+ Mis mejores recuerdos por cada lección…
+ Un reconocimiento por su vocación y desempeño…
+ Quehaceres que dejan huellas en la vida…

 Ruperto Portela Alvarado. 
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Lunes 09 de Diciembre de 2019.- Hace mucho tiempo, quizá 20 años, se me ocurrió la idea de otorgar un reconocimiento a todos nuestros maestros de la primaria. Para eso mandé diseñar un diploma que sería entregado a ellos en una comida formal con la concurrencia de muchos de sus alumnos; la que nunca se llevó a cabo.
Pero el documento de “Reconocimiento” ya estaba impreso en hojas de papel carpelina, y también en nuestros corazones. No se entregaron en esos momentos, pero en un mes de diciembre, que no recuerdo el año, me di a la tarea de entregarlos. Acompañado de mi esposa Lilia Hernández González y mis hijos José Vinicio y Ana Lilia, fuimos a la casa de cada uno a hacer la entrega.
Por cierto, antes de la entrega, los nombres de los maestros no estaban inscritos en el reconocimiento y tuve que recurrir a mi compañero y amigo Carlos Reyes Hernández, “Colita”, quien le pidió a Pancho Alfonso los rotulara, haciendo una obra de arte con unas letras góticas de lujo. Yo no sabía que gozaba de ese ingenio, además de sus dotes de buen cantante.
Quiero hacer la aclaración que yo tuve tres maestras en el primer año de primaria: la primera fue la profesora Catalina Lozano, una mujer de mucho carácter que duró muy poco con el grupo; Melby Marquez que pasó también muy rápido y  Ángela Carmona Rojas, a quien agradezco que me haya enseñado a leer y que por eso le dediqué mi tesis con la que me gradué de Licenciado en Periodismo. Para ella mi agradecimiento donde quiera que se encuentre.
La maestra Melby Marquez era demasiado enérgica con sus alumnos. Eran tiempos cuando los profesores tenían la autorización de los padres de corregir a los chamacos a regaños y reglazos y con ella no se hacían esperar. Le teníamos miedo o respeto, y por fortuna del destino, a mí y mis compañeros no tocó la profesora Melby en primero, segundo y cuarto grado, quien contribuyó mucho a nuestra educación.
En tercer año nos tocó la profesora Matilde Ochoa Carmona quien si bien era enérgica con sus  alumnos, ponía orden en la clase. Puedo decir que fue una buena maestra y que dejó una gran enseñanza entre nosotros, como lo hizo Melby y los demás maestros que tuvimos en la Escuela Primaria “Benito Juárez García”.
En quinto año, tuvimos el privilegio de tener un excelente guía de la educación como lo fue siempre el maestro Rafael Hernández Lara, el hombre de ingenio, el que tenía la habilidad de enseñar y hacerse respetar sin la necesidad de la regla y los regaños. Lo recuerdo siempre con sus buenos modales y certeza de su cátedra o también con la dirección de la cooperativa y la venta de las empanadas de guayaba y queso que hacía Mario “Camión” Ortega.
Siempre creímos que el quinto año de primaria era el de la formación y confirmación de nuestros estudios y que el maestro Rafael era el indicado para esa tarea. En estos días de diciembre debe ser recordado como el creador del más grande y majestuoso escenario del “Nacimiento del Niño Dios” que diseñaba e instalaba en toda la sala de su casa. Y con cada uno de sus detalles, el nacimiento era visitado por los alvaradeños y gentes de otras latitudes que ya sabían de este arte de la representación de la llegada de “El Salvador” en la Natividad.
Fin del ciclo de educación primaria era el sexto grado, donde el encargado de darnos los últimos toques de lo que teníamos que saber para ingresar a la Secundaria era el maestro Rafael Delfín Almeida, “Yito”, quien sabía que “los viajes ilustran” y, en ese espacio nos llevó a muchos lugares de excursión para que los niños ya de doce años, conociéramos parte del mundo.
Yo no sé cómo le hacía, pero a mí me tocó ir a la Ciudad de México para conocer la fábrica de chocolates “La Azteca” que produce el “Carlos V” y otros productos, que nos obsequiaron. También estuvimos en Televicentro –o como se llamara en ese entonces—para ver la grabación de un programa de Viruta y Capulina; así como la Torre Latinoamericana, a la que subimos hasta el último piso, maravillándonos de la majestuosidad de la capital de la república que se divisaba desde esas alturas.
En el quinto año, el maestro “Yito” nos pedía que fuésemos uniformados: pantalón azul y camisa celeste. Entonces tuve que pedirle a David Hernández Reynoso –esposo de Andreita y yerno de doña Andrea Arano—que me diera a crédito una camisa que costó 12 pesos. Hoy recuerdo esa acción de un señor que  confió  “en la palabra” de un chamaco de apenas doce años. Esa vez era para ir a visitar el campo experimental de Cotaxtla, con muy buena experiencia.
Hay que recordar que en el mismo edificio de la escuela primaria “Benito Juárez” funcionaba  –con grupos de primero a cuarto grado solo para niñas– la primaria “Josefa Ortiz de Domínguez” cuyo director fue por muchos años el maestro Ernesto Macarty Torres, que también impartía sus clases en el 2º grado, sí no me equivoco. De muchos maestros de esa escuela y generación no recuerdo algunos, pero me ilustra mi hermana Aída Luz, que entre ellas estaba mi tía Rosario Valerio que impartía en 4º año; doña Juana Hernández (hermana de Angelina, la prefecta de la ESBA) y la profesora Dolores “Lola” Norberto.
Yo creo también, en su tiempo y momento, mis hermanos Aída Luz y Daniel Portela Alvarado, distinguidos y responsables maestros, merecen nuestro reconocimiento y seguramente el de quienes fueron sus alumnos, porque serán ellos los que califiquen, al final de cuentas, el desempeño y vocación que habrán demostraron frente a su responsabilidad de educar.
A todos ellos mi sincero agradecimiento por lo que me dieron, por lo que me enseñaron o más bien “nos enseñaron” a los que fuimos sus alumnos y mis compañeros, de los que todavía recuerdo el nombre de algunos como Ema Luz Valerio, Carlos Reyes Hernández, Rafael Figueroa Zamorano, Joaquín Sena, Lelo Triana, Manuel Rascón Arano, José Sotero Silva Herrera, Manuel Ochoa, Héctor Domínguez, una amiga que le decíamos “Charo-Charo” entre otros, como dos hermanos que venían de la comunidad de Buen País, que no recuerdo ahorita sus nombres.
Quiero recordar a nuestros otros maestros que nos “soportaron” durante la Secundaria y Preparatoria, a los que somos la “Generación de Oro” y que este año cumplimos 50 años de egresados. Honor a la maestra Rafaela Quirasco (Español); Julio Hernández Ríos (Literatura); Manuel Silva Cerecedo (Matemáticas); Agustín García Zamudio, “Tinche” (Biología); Arturo López, “Tanganica” (Toponimia Mexicana); Amando Díaz Román (Inglés); Rodolfo Zamorano Vorrath (Literatura); Rodolfo Mora Reséndiz (Historia Universal) y José Luis Zamudio Alavez (Analítica). Y una disculpa por lo que no mencioné, que se me olvidaron.
Claro que también hicieron historia en la “heroica y benemérita” Escuela Secundaria y después de Bachillerato (ESBA), don Alfonso Carbajal, el eterno y estricto perfecto que hacía valer su autoridad al interior de la institución. Para él mi recuerdo y respeto. Así mismo para doña Angelina Hernández, Eloina y Francisco Javier Lara Tiburcio, “Chillín”, que hicieron época con todos nosotros.
Es una lástima que nuestra memoria se reduzca a través del tiempo y que nombres y personajes que fueron parte de nuestras vidas de juventud y de estudiantes, no se nos revelen a la hora indicada. Pero ya habrá quienes nos revivan a cada uno de ellos, de los que he omitido, pero que he de guardar en mis buenos recuerdos…RP@.
Con un saludo desde la Ciudad del Caos, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; tierra del pozol, el nucú, la papausa y la chincuya…
Para contactarme: rupertoportela@gmail.com

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