Nadia Ruiz
Alejandro Zenteno siempre tuvo claro que quería contar historias a través de videos y fotografías. Con esa idea en mente, inició su camino en la carrera de Comunicación, donde perfeccionó su habilidad para capturar momentos y transformarlos en narrativas visuales. Sin embargo, el destino le tenía preparada una ruta diferente, una que lo llevaría a la divulgación científica.
Su incursión en la investigación fue casi accidental. A través de la Red de Investigadores de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Chiapas, Alejandro descubrió una oportunidad inesperada: documentar el trabajo de equipos de investigación a través de videos. Fue así como conoció al ingeniero en energías renovables con quien comenzó a colaborar. Juntos, registraban el funcionamiento de los paneles solares y su importancia en el aprovechamiento de suelos. Alejandro aprendió que, en el hemisferio sur, los paneles deben orientarse en una dirección específica para optimizar la captación de energía.
Pero en su labor como creador de contenido, Alejandro se percató de un problema mayor: el laboratorio carecía de un equipo de divulgación. No había nadie que se encargara de comunicar al público los avances y descubrimientos que surgían en su interior. Fue entonces cuando decidió dar un paso adelante y utilizar su formación para visibilizar el esfuerzo de los investigadores.
Primero, ingresó como becario, apoyando en la producción de reportes audiovisuales. Con el tiempo, su trabajo fue ganando reconocimiento hasta convertirse en colaborador oficial de la Red de Investigadores. Ahora, Alejandro no solo documenta los procesos científicos, sino que también ayuda a acercar la ciencia a más personas, demostrando que la comunicación y la investigación pueden caminar de la mano para transformar el conocimiento en algo accesible y comprensible para todos.
Su labor lo ha llevado más allá de los laboratorios y aulas universitarias. Junto a los investigadores, ha visitado diversas comunidades en Chiapas, donde han desarrollado proyectos con un impacto directo en la calidad de vida de los habitantes. Uno de estos proyectos es la implementación de estufas ecológicas, con las cuales se cocinaba con leña y la emisión de humo dentro de los hogares, mejorando la salud de las familias y promoviendo un uso más eficiente de los recursos naturales.
Además, ha documentado la instalación de paneles solares en comunidades que carecen de acceso a la red eléctrica y agua, permitiendo que muchas familias tengan una fuente de energía sostenible. También ha trabajado en la difusión de construcciones con materiales alternativos, una estrategia que aprovecha recursos locales y técnicas tradicionales para edificar viviendas más resistentes y amigables con el medio ambiente.
Uno de los momentos más memorables de su trayectoria ha sido la visita a una comunidad remota, a la que solo se podía acceder en lancha. El trayecto fue una travesía de varias horas a través de ríos rodeados de una exuberante vegetación, donde la naturaleza parecía envolverlos en un silencio apenas roto por el sonido del agua y el motor de la embarcación. Cada curva del río les presentaba un nuevo paisaje, a veces con aves exóticas sobrevolando el cielo, otras con pescadores locales lanzando sus redes en busca del sustento diario. Alejandro, cámara en mano, no dejaba de registrar cada detalle del viaje, consciente de que aquel recorrido formaba parte de la historia que estaba por contar.
Al llegar a la comunidad, se encontraron con un grupo de habitantes que los recibieron con curiosidad y hospitalidad. La falta de electricidad había sido una constante en sus vidas, limitando el acceso a herramientas modernas y dificultando tareas cotidianas como la educación nocturna o la conservación de alimentos. Alejandro y su equipo comenzaron a trabajar en la instalación de paneles solares, una tarea que implicaba no solo el montaje de los dispositivos, sino también la capacitación de los pobladores para que pudieran darles mantenimiento y aprovechar al máximo su potencial.
Desde el primer día, la comunidad mostró su agradecimiento de una manera especial: organizándose para preparar los alimentos de los investigadores y de Alejandro. Cada familia se turnaba para cocinar, asegurándose de que sus visitantes recibieran comida caliente y tradicional de la región. Durante las comidas, compartían historias y anécdotas, creando un ambiente de convivencia y aprendizaje mutuo. Para Alejandro, estos momentos fueron fundamentales, pues no solo documentaba la instalación de tecnología, sino también la calidez y solidaridad de las comunidades con las que trabajaban.
Durante su estadía, Alejandro se sumergió en la vida de la comunidad, documentando no solo el proceso de instalación, sino también las historias de las personas que se verían beneficiadas. Conoció a niños que nunca habían visto una lámpara eléctrica encendida en sus hogares, a madres que cocinaban a la luz de las velas y a ancianos que recordaban con nostalgia los tiempos en que las estrellas eran la única iluminación nocturna. Cada testimonio enriquecía su trabajo y reforzaba su convicción de que la comunicación podía ser una herramienta poderosa para el cambio social.
Además del proyecto de electrificación, el equipo de investigadores y Alejandro también trabajaron en la construcción de estufas ecológicas, diseñadas para reducir el consumo de leña y la emisión de humo dentro de las viviendas. Con la ayuda de los pobladores, levantaron estructuras con materiales locales, explicando paso a paso cómo funcionaban y cómo podían replicarlas en otras casas. El entusiasmo de la comunidad era palpable; por primera vez, sentían que la ciencia y la tecnología estaban a su alcance y podían mejorar su calidad de vida.
Para Alejandro, esta experiencia no solo representó un desafío profesional, sino también un aprendizaje profundo sobre la importancia de la divulgación científica en contextos rurales. Su cámara no solo capturaba imágenes, sino también emociones, desafíos y esperanzas. Cada video que producía no solo informaba, sino que también inspiraba a más personas a interesarse por el impacto social de la investigación científica.
Gracias a su labor, Alejandro ha sido testigo del impacto positivo que la ciencia y la innovación pueden generar en la vida de las personas. Su trabajo no solo comunica descubrimientos, sino que también visibiliza el esfuerzo de investigadores y comunidades para crear soluciones sostenibles. Con cada video y cada historia, Alejandro sigue construyendo puentes entre el conocimiento y la sociedad, demostrando que la comunicación tiene el poder de transformar realidades. Su viaje por el río, su convivencia con las comunidades y su trabajo con los investigadores son testimonio de que la ciencia no solo se queda en los laboratorios, sino que puede llegar hasta los rincones más remotos, iluminando vidas y creando un futuro más prometedor para todos.