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Ahora, cuéntame una de vaqueros

Ahora, cuéntame una de vaqueros
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Sean bienvenidos, es un enorme gusto coincidir. En nuestro México, siempre se ha menospreciado a la historieta, considerándola no solo como algo reservado a los niños, sino también como vulgares lecturas para las clases más populares y menos educadas; el anterior criterio se agrava cuando son productos creados en nuestro propio país, entonces las historietas son llamadas subproductos que incitan al machismo y a la violencia y a sus lectores, incluso se nos ha llegado a propinar el mote de “analfabetos funcionales”.

Lo señalado desgraciadamente no solo ocurre con dicho medio de expresión sino también con otras artes, sobre todo en la música, hay muchos connacionales para quienes la música mexicana, llámese ranchera, banda, corrido o grupera, es denominada de manera peyorativa como música naca.
Dicho adjetivo, es usado para identificar lo popular, lo pobre, lo inculto y de forma muy curiosa a lo nacional; el anterior vituperio es empleado por todas las clases sociales para denominar a quien en la pirámide de la estructura social se encuentra por debajo de él, de tal manera, para los escasos millonarios, todos en el resto del país somos nacos, pero para los de clase alta, ellos dejan de serlo y somos nacos todos los que pertenecemos a la clase media, estrato social para el cual es naco el “pobre”, y continuando con dicha cadena de discriminación y podredumbre humana, para los de menos recursos económicos el que es naco es el indígena.
En mi particular punto de vista uno de los más grandes problemas de nuestra idiosincrasia es la falta de orgullo por quienes somos, por ello siempre habrá quien siga diciendo despectivamente: “La moda nace en parís y muere en México”
De vuelta a las historietas, que fueron el origen de esta charla, nos encontramos con un amplio desprecio intelectual a los productos nacionales, incluso hacia aquellos que hicieron época, tales como lo son Kalimán, Fantomas y Memín Pinguín entre otros, pero de entre todos esos sufridos parias hubo uno que incluso fue más perseguido y señalado, mas para sorpresa de todos fue también el más longevo, llegando a publicarse de forma ininterrumpida por más de 35 años, dicho rechazado fue “El libro vaquero”.
Por el estigma antes señalado, para muchos, “El libro vaquero” es sinónimo de literatura barata, guiones planos e historias repetitivas y vulgares, es decir el epítome de la lectura de nosotros los “analfabetos funcionales”, mas han dejado de considerar que dicha publicación fue un fenómeno cultural, digno de estudio, que bien vale la pena analizar para encontrar un medio de llevar la lectura a más personas.
Mi encuentro con el “El libro vaquero” fue a muy temprana edad, en ese entonces la publicación aún no tenía todo el contenido erótico que tuvo al final de su existencia, momento en que fue sobrecargado de sexo como un medio para sobrevivir a la extinción del medio.
Para mí, la historieta, sin importar si estaba hecha en México, Japón, Francia o Estados Unidos, siempre fue mi pasión y por tanto cualquiera de esas narraciones que caía en mis manos era devorada por mí con enorme deleite, así que durante un tiempo en el que nos mudamos de la ciudad de México hacía Tonalá, mis lecturas principales dejaron de ser el Hombre araña, los Vengadores y los Cuatro fantásticos, para comenzar a leer Kalimán, Lágrimas y risas y por supuesto el Libro vaquero.
Sin lugar a dudas el susodicho “El libro vaquero” tenía sus deficiencias pero también encerraba ciertas virtudes que sus detractores se niegan a ver; entre los puntos que ahora, como un adulto que ha leído más de lo que lo había hecho aquel niño de siete años, puedo advertir como elementos negativos, el que seguramente las historias eran simples, los guiones no estaban del todo trabajados y que incluso el dibujo no era tan detallado como con toda seguridad la intrínseca calidad de sus creadores podía realizarlo, sin embargo ante ello hay que tomar en cuenta que se trataba de una publicación semanal y puedo asegurarles con conocimiento porque he intentado hacer una historieta de forma profesional, que realizar una, en tan solo una semana, es una tarea titánica en la que difícilmente podrás entregar un producto en el que explotes al cien por ciento las cualidades que puedas tener.
Por otra parte y como sus puntos fuertes, puedo señalar que en esa época era un medio sano de diversión que explotaba virtudes como el honor y la lealtad en sus protagonistas, en ellos no se hacía apología a la delincuencia tal y como ahora se hace con las narco novelas que han inundado el medio televisivo, el erotismo que incluían era más que nada sugerido y sobre todo, su principal virtud resultaba ser el transformarse en un medio de introducción a la lectura para millones de personas que no solían leer nada más.
En lo personal soy un ferviente creyente de que es mejor leer algo a no leer nada y que si has leído una novela ligera tienes muchas más probabilidades de poco a poco interesarte por una lectura más profunda, sin embargo los opositores de estos medios de expresión señalan que no basta leer sino que hay leer con calidad, haciendo la analogía de la desventaja de comer productos chatarra frente a una nutritiva y balanceada comida, utilizando su propia comparación yo les diría que es mejor comer algo a estar en inanición.
Puedo asegurarles, por mi propia experiencia, que dichas historietas me ayudaron a aprender a leer, incluso acrecentaron mi vocabulario y que fueron la perfecta introducción para pasar a la lectura sin imágenes.
Para la mala fortuna de los vaqueros, Apaches, Cherockees y bellas bailarinas de Can Can que poblaban al libro vaquero, las crisis económicas y los adelantos tecnológicos resultaron ser los peores enemigos a enfrentar, pasando de un extraordinario tiraje de un millón de ejemplares semanales, a otro de cuatrocientos mil, luego a uno de cien mil hasta al fin llegar a una cantidad que ya no lo hacía un negocio viable.

En ese trayecto la publicación sufrió no solo la merma en sus ventas sino también en su calidad, sus defectos se hicieron más evidentes, al tratar de combatir a un terrible enemigo con la estrategia inadecuada, los editores pensaron que la respuesta estaba en acrecentar la carga erótica de la publicación con lo que únicamente consiguieron que dejara de ser un producto familiar que un padre podía llevar con toda confianza a casa, de tal manera su público se fue haciendo menor hasta que el libro vaquero terminó desahuciado.
En estos tiempos posiblemente haya quien encuentre a las mujeres que ahí se presentaban demasiado exuberantes, puede que incluso digan que dichas portadas puedan ser misóginas, yo solo sé que las valerosas chicas que el señor Aviña dibujaba me encantaban, es por eso que aprovecho para hacerle un reconocimiento al extraordinario ilustrador Jorge Aviña, pues aun cuando la revista descendía dramáticamente en la calidad de su contenido, las portadas realizadas por Don Jorge nunca dejaron de ser fabulosas. 
Por mi parte considero que es un grave error creer que lo popular es sinónimo de poca calidad; por siempre recordaré los momentos de esparcimiento que de su mano viví en el lejano oeste, imaginando duelos, extensas praderas y heroínas y héroes con revolver que luchaban por la justicia, me hubiera encantado cabalgar con ellos al horizonte con la puesta de sol.
Los espero el próximo viernes, en marzo estará disponible la edición infinito de mi libro Para decir adiós: Las dos princesas, en próximas columnas les contaré un poco al respecto. Todo comentario será bienvenido en Facebook, Instagram o al correo electrónico ysinembargosemuevecolumna@gmail.com, también pueden estar pendientes de próximos proyectos y algunos escritos e ilustraciones dentro del canal de mi Whatsapp.

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