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¡Ah, bueno! / La Feria

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Sr. López

 

Tía Meche, de las del lado paterno-autleco, para su generación fue un caso raro: se casó tres veces (se divorció dos); la gente de esa época no se divorciaba, se separaba y a veces inventaban que eran viudas y que se habían vuelto a casar (aunque nomás estaban “juntadas”), eso sí pasaba, pero divorciarse, no, que divorciada era título de güila y no se hacía. Tío Orestes fue el tercero, el que le conoció este menda, señor simpático, amiguero y fiestero como carioca en carnaval, que de repente no le llegaba tres noches seguidas y regresaba con menos ropa de la que había llevado puesta al salir. Ya viejita (y ahora sí viuda), este imprudente López le preguntó por qué le había aguantado tantas parrandas a tío Orestes (que en Gloria de Dios esté, Departamento de Eventos Especiales), y respondió sonriendo tristona: -Del primero me divorcié porque me puso los cuernos; del segundo, por lo mismo; con Orestes me resigné: si todos son iguales, me planté con él, cuando menos era cumplidor –¡ah, bueno!

 

O es verdad o es mentira (aunque haya verdades y mentiras a medias): o nuestro Presidente de la república verdaderamente quiere el control político total del país, o es cuento de la prensa fifí y frufrú.

 

Si quiere el control político total, tendría que traer a raya a todos los gobernadores (cosa que tiene más ventajas que desventajas); mandar en los hechos en el Poder Legislativo y el Poder Judicial (lo que tampoco rasgaría el velo del templo: en México tenemos amplia experiencia en vivir así, colgando todo de las sagradas gónadas presidenciales; haga sus cuentas: casi todo el siglo XIX -los ratos que no estuvimos agarrándonos a balazos-, todo el juarismo y el porfiriato; y luego todo el siglo XX, la era del pricámbrico clásico en la que nada se movía sin la voluntad del “preciso”… o sea, nada de qué asustarse).

 

También dicen que quiere ir neutralizando así, a la chita callando, apretándoles de a poquitos la cartera y nombrando de uno en uno o de tres en tres a sus integrantes, a los órganos autónomos: el INE (el organizador de las elecciones, otrora orgullo -fugaz- de la patria, que quedó en reparto de cuotas entre partidos; la CNDH, la de Derechos Humanos, que sirve para lo que se le unta al queso, repartiendo “recomendaciones” y apestando casos policiacos; el INEGI, que hace las estadísticas nacionales y debería ser muy importante, ha de serlo; el INEE, Instituto Nacional de Evaluación Educativa… mmm, a ver qué queda de eso después de la desreforma o anulación de la reforma educativa; el INAI, Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos, cuya utilidad es similar a una abuelita que da consejos; el IFT, Instituto Federal de Telecomunicaciones (ojo: es muy importante y el tío Sam tiene interés en esto); la Cofece, Comisión Federal de Competencia (mismo comentario: los yanquis no son bobos, serán lo que quiera, pero los tontos del rumbo, no); Coneval, Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (se puede vivir con y sin ella, de veras).

 

Y (redoble de tambores): el Banco de México, fundado en 1925 y autónomo desde 1994, responsable básicamente, de controlar la inflación, o sea, el poder adquisitivo del dinero; Banco con el que el Presidente no se va a meter porque no puede, pues está supervisado con lupa desde el extranjero, no solo por ser la Tesorería del país, sino por sus otras funciones, entre ellas, ser el agente financiero de México en el planeta Tierra; o sea: si pierde credibilidad nos mandan a volar en el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco de Pagos Internacionales (BIS) que resulta ser el Banco de los Bancos nacionales de 60 países y es la institución de su tipo más antigua del mundo, y las demás instituciones financieras internacionales… y francamente, no hay Presidente que coma lumbre.

 

Y (doble redoble de tambores con trompetas): la Fiscalía General de la República, la antes PGR, que es autónoma y de la mayor importancia, pero en serio, de la mayor importancia, mayúscula, enorme, en la federación y las entidades, aunque ojalá algún día alguien se tome la molestia de explicarnos qué sentido tiene la segunda mitad del juramento al cargo de Presidente y los gobernadores, pues si el cumplimiento de las leyes depende de un organismo autónomo, en el que se supone no mandan ellos, deberían jurar nada más cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen, no hacerlas cumplir, materia de la Fiscalía.

 

O no es cierto y nada más los comentaristas tutti fruti teclean lo primero que se les ocurre.

 

Hay un miedo real (fundado o no, a los niños les da miedo el Coco y no existe, pero les da miedo),  a que México vaya tras los pasos de Chávez, el de Venezuela (en Gloria de Dios esté, Departamento de Mitómanos). Se insiste en fomentar un clima de pre-miedo a eso, a que haya un Maduro en nuestro futuro (que cuando pase al definitivo estado de fiambre, ni Dios ni el Diablo, encontrarán Departamento adecuado para él, pobre hombre, será alma en pena).

 

Se equivocan, con la pena, pero no es ese el proyecto. Nuestro Presidente no vive en la Luna, ni tiene de tonto un pelo: ¿cómo para qué iba a importar un hiperfracasado chavismo?… a ver, ¿para qué?

 

Teniendo como tenemos en esta nuestra risueña patria el ejemplo tan exitoso del viejo PRI, ¿cómo para qué iba a ir a copiarle el sistema a unos señores que ya se conforman con que enciendan los focos en la noche?… no, señores: hasta nuevo aviso, nos guste o no, México funciona con un poder “metaconstitucional”, siempre hemos sido así y llegamos a donde llegamos porque somos como somos. Nadie frotó la lámpara de Aladino, entre todos hicimos lo que tenemos. Apechugue.

 

¿Entonces qué… a resignarnos?… bueno, sí. Con la ventaja de que México hoy no es el de mediados del siglo pasado. La historia no se repite nunca, aunque eso se diga: la historia no se repite nunca. Ya veremos nuevos actores políticos y no se hundirá un país de este tamaño. Sosiéguese.

 

¡Ah, bueno!

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