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Agua y ajo / La Feria

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Sr. López 

La política en México es como un continuo sorteo de la Lotería Nacional, que otorga premios todos los días a cualquier hora y en el que todos los que andan en sus trajines, participan por ser políticos y pueden resultar premiados dependiendo de sus relaciones, sus habilidades y su suerte. Hay acémilas que por la buena suerte de ser amigos de alguien poderoso, han conseguido cargos en la administración pública o puestos de elección popular, fama, riqueza, privilegios; en tanto que verdaderas lumbreras, se han resignado a la maldita medianía a que los condena no pertenecer a ningún grupo influyente ni tener amistad con algún gallo del palo de hasta arriba. 

Pero, no seamos tremendistas, lo normal es que “suban” los mejores, con la destacable excepción del actual Presidente quien se ha empeñado en mostrar músculo dando nombramientos a notorios incompetentes. 

Como sea, es tan inmenso el aparato político-burocrático, que de cargo en cargo se puede vivir una larga vida, progresando, sirviendo o medrando, según cada quien. 

Solo el Premio Mayor juega cada seis años, la presidencia de la república, que es culminación triunfante y gloriosa en la vida de cualquier político. Desde el inicio es como magia: en el instante en que termina de bajar el brazo que extendió al jurar el cargo, sea como sea, el nuevo Presidente, desde ese momento es el hombre más poderoso del país, aparte de inteligente, astuto, perspicaz, sabio, acertado, visionario, patriota, infalible, culto, simpático y su autoridad suprema es incuestionable (sin mencionar que para algunas damas resulta irresistible y para algunos caballeros, también, se han dado casos). Por eso, no todos los que asumen la titularidad del Ejecutivo federal, resisten los efectos de la borrachera presidencial y hemos tenido algunos que han llegado a los límites de la locura. 

Sin embargo, la política mexicana tiene una característica atroz: quien llega a la presidencia, en el momento mismo que termina su periodo y pasa a expresidente, pierde de golpe todo el poder y pasa a la nada política. No puede volver a ser Presidente bajo ninguna circunstancia y queda desterrado hasta el fin de sus días de toda la cosa pública. 

Pareciera que los romanos de la antigüedad al inventar al dios Saturno, pensaban en México; sí, eso que llamamos poder, devora a sus elegidos a los que entregó todas sus capacidades que si las ejercieron bien, qué bueno y si fueron torpes o malvados, lo mismo; a nadie importa porque todos sabemos que los expresidentes son cadáveres políticos cuya mayor aspiración es no ser denostados por las calles, aparte de mantener la impunidad absoluta que les garantiza nuestra tradición política en tanto se mantengan inmóviles y en silencio. 

Porque a los que pretendieron continuar en la tómbola política, así les fue: a Obregón lo asesinaron; a Calles lo desterraron; a Echeverría también, cuando lo nombraron embajador de México en Australia, Nueva Zelandia y las islas Fiji, porque no había más lejos; a Salinas de Gortari le metieron a la cárcel a un hermano, haciéndolo rehén, y se fue a Irlanda, a esconderse, calladito. Sí, se es Presidente una vez por seis años y nada el resto de la vida. Nada. 

Ya cambiarán las cosas, ya van cambiando, ya a nuestro sistema de división del poder en tres (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), se han incorporado los órganos autónomos que vigilan y acotan a los gobernantes. Por más que este Presidente intente eliminarlos o al menos neutralizarlos, no es posible y encima, se le fue el tiempo (y el INAI va a sobrevivir, sin duda, constitucionalmente es invulnerable). Y esos cambios del indomable futuro, incluirán nuevos modos de lidiar con el poder presidencial y probablemente se podrá prescindir del ritual de muerte política instantánea de los expresidentes, porque hay que reconocer que desperdiciamos mucha experiencia por seguir acordándonos de Porfirio Díaz. Ya será. 

Mientras, al actual gobierno federal, a este Presidente, le toca jugar el juego con las reglas al uso. El último día de septiembre de 2024, termina su periodo, entregará la banda presidencial y aunque no lo crea, para su sorpresa, pasará a la nada política, que su insistencia en que se va a ir a su finca y ni el teléfono va a contestar, permite intuir el exacto contrario y que no es difícil que crea ser capaz de operar desde la penumbra tropical, como resultado natural de su talla moral, política y social que él considera son de prócer. 

Suponga usted que su sucesora fuera su visible favorita y que ella fuera dócil a su mentor, suponga. ¿Qué haría cuando se desate la embestida de los numerosos y no despreciables enemigos gratuitos que se ha buscado este Presidente?… ¿imagina usted a la señora Presidenta, asumiendo problemas ajenos a su gobierno?… ¿la imagina dejándose rodear y controlar por emisarios de su antecesor, arriesgando su gobierno? No. No ha nacido el que se inmole por otro. 

Y no son de despreciar los enemigos gratuitos que se ha buscado este Presidente. Para abrir boca están Salinas, Fox y Calderón, que no pueden enfrentar al Presidente pero sí y con ventaja a un expresidente, conocedores que son de los entresijos del poder. Sume a los 15 millones a los que les arrebataron el seguro médico; a los indígenas y campesinos: a la clase media completa, tan ofendida. Agregue empresarios, medios de comunicación, periodistas, políticos, académicos, intelectuales, ambientalistas, médicos, científicos; y las mujeres, las feministas sí, pero también a las madres de los niños que mueren por falta de medicamentos… y los universitarios. Y junto a esa legión de enemigos, el peor, el gobierno de los EUA que ya le lanza indirectas muy preocupantes. 

Así y todo, lo previsible es que el próximamente expresidente goce de impunidad. Sí. Pero habrá una catarata de escándalos, hasta conseguir su desprestigio total. Ya desde ahora siendo Presidente, lo retan y le exhiben a colaboradores y familiares. 

No era de pleito y no hacía falta el pleito. Ahora, agua y ajo.

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