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Aflojar el puño / La Feria

Aflojar el puño / La Feria
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Sr. López

 

Entre los no tan escasos asuntos peculiares de la familia paterno-autleca de este menda, está la en su momento muy comentada boda de la prima Estela con un tal Efraín, celebrada ante los magníficos retablos churriguerescos del templo de Nuestra Señora de Aránzazu (no “Aranzazú”, como a veces dicen), en mero Guadalajara.

 

Fue muy comentada porque la esplendorosa novia (guapa de hacer hervir el pavimento a su paso), acompañada por su padre, recorrió la nave central con su vestido blanco de larga cola y muletas, para sorpresa general pues era fama que bailaba mejor que Amalia Hernández; y el novio, un mocetón macizo, bien hecho y muy asoleado, como correspondía a su condición de hijo de pudiente ranchero, muy elegante en su chaqué (“jaquette”, si sufre usted de un delicioso extranjerismo), esperaba a su novia al pie del altar, portando la cara tupida de moretones de tres días (ya entre azul y verde amarillento), ojos casi cerrados, labios reventados como jitomate hervido, un brazo en cabestrillo y la dentadura cosida con alambre por fractura en mandíbula (cosa que se notó al decir su lento, adolorido y casi inaudible “sí acepto”).

 

Entre salir del templo y llegar al banquete, ya todo mundo sabía que el lastimoso estado físico de los tórtolos, obedecía a que el martes anterior a la boda (fue en sábado), Miguel, el hermano mayor de Estelita, un bruto de casi dos metros de estatura hecho a marro, macho de diccionario enciclopédico, que tiraba sin lazo los novillos, con sus manos como manoplas de beisbolista, los encontró en un ensayo -de bulto- de la consumación del sagrado vínculo… ¡y eso sí que no!

 

La prima tuvo una reacción “primo primi” (sin pensar, en automático), que implicaba dos maniobras simultáneas de difícil coordinación: una, obligada por el pudor (reinstalar en su sitio sus prendas íntimas), y otra, obligada por el amor: atajar la tunda que su novio recibía por tener una mano ocupada tratando de colocar sus pantalones donde suelen estar acomodados en horas hábiles y la otra intentando una poco eficaz defensa.

 

Contaban (y debe ser invento porque nadie fue testigo), que la prima gritaba “¡casi es mi esposo!”; y que su hermano respondía sin dejar de atizarle a su inminente cuñado: -“¡Por eso, por el casi!” -en medio de aquel fragor ella quedó con esguince en tobillo (tercer grado, ocho semanas de recuperación), sin conseguir ninguno de sus dos objetivos, y el novio, como Santo Cristo.

 

Ya luego se contentaron y fueron compadres del primer hijo, nacido casi a los nueve meses del casamiento… casi.

 

Recordé esta romántica historia de amores pastoriles, oyendo, viendo y leyendo las noticias cotidianas con que nos obsequia el ya casi Presidente de la república y su ya casi gabinete federal.

 

Pareciera que los dichos y ocurrencias, no solo de nuestro Presidente electo, sino también de unos cuantos de sus futuros titulares de dependencias federales, fueran pronunciados por la autoridad… y con la pena, pero no lo son. Casi, pero todavía son ciudadanos simplex, como todos los demás.

 

Lo anterior no niega la evidencia: es cosa de unas cuantas semanas para que se trepen al poder grandote, que es muy grandote respecto de nosotros los risueños integrantes del peladaje estándar, pero menos grandote ya frente a los intereses políticos y económicos nacionales… y se disminuye sensiblemente, hasta quedar en apenas una pizca, ante el brutal poderío político y económico extranjero.

 

Parte de los intereses políticos domésticos, son algunos de los grupos que integran el muégano que es el movimiento Morena, que ya será partido político, alguna vez, se supone que pronto, pero -en tanto funciona como instituto político-, tiene un solo mando, el de AMLO, quien sabe muy bien con su experiencia y su mucho oficio en esos menesteres, que no puede todo y que no todos se pliegan a sus decisiones y en un descuido, le juegan las contras… a menos que imagine usted que un señor como Ricardo Monreal se achica ante nadie (y va a ser senador el sexenio enterito).

 

Encima, AMLO, una vez colocadas sus ya presidenciales posaderas en La Silla, se va a enterar bien, bien, de las que son capaces de armar organizaciones como las de maestros, sindicatos oficiales, grupos armados (¡oh, sí!), y las agrupaciones civiles. Estando ya en el poder, las frases de relativo ingenio y las salidas por la tangente, dejan de ser útiles y solo los hechos duros hablan.

 

Pero no tenga pendiente: AMLO lo sabe y sabe que él y solo él, puso la vara tan alta. Es inmensa la dificultad de cumplir tanta promesa y conciliar a tirios y troyanos. La izquierda en el discurso, la derecha en la economía; la apertura y la consulta popular en los proyectos que él decida y la imposición a rajatabla de lo que él quiera (como la mudanza general de los empleados federales).

 

Por eso hoy, ya casi Presidente, apura la solución de algunos dilemas (como el del aeropuerto que, total, si se lo quedan Slim y compañeros mártires a él, a AMLO, en el fondo le importa un pito), para tirar algo del peso muerto que le estorbaría cuando sea de a de veras, Titular del Poder Ejecutivo, poder unipersonal, Jefe de Estado y de Gobierno, Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas. Pero hay otras cosas -las más importantes en el plano nacional-, que no se van a atenuar antes de que asuma el cargo ni a resolver en algunos años más: recuperar la seguridad pública, erradicar la corrupción, incrementar el crecimiento de la economía, disminuir efectivamente la desigualdad, son todas asignaturas de largo aliento, de resultados casi inapreciables en el mediano plazo.

 

Él, seguramente, terminará su sexenio en olor de santidad, para eso se pinta solo, pero necesita tener mucha suerte en varias cosas, por poner un ejemplo: el inmensamente enredado problema magisterial, al que no aplica la receta para el nudo gordiano: “da lo mismo cortar que desatar”; no, eso viene juntando vapor desde 1957 -cuando Othón Salazar-, y nada indica que los maestros, después de tanto, vayan a aflojar el puño.

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