Sr. López
Tía Mariquita, era sosiega y complaciente. Su marido, tío Cuco, estaba acostumbrado a que lo obedeciera. Las señoras de la familia, las de Toluca, decían con disgusto que era su gata (perdón, así decían). Un día, tío Cuco le dijo que sacara a las niñas de la Secundaria (tenían dos y aparte un niño), que ellas no necesitaban estudiar pero a la mañana siguiente salieron los tres a la escuela (uniformes, mochilas, loncheras y las niñas de trenzas). Contaban las señoras que ya despachados los niños, tía Mariquita le dijo que él mandaba mientras no mandara mal y que sus hijas iban a la escuela o no la volvía a ver ni a ella ni a sus hijos. Las niñas terminaron carrera, el niño reventó en Prepa. La vida.
‘Trivia’ le llaman… bueno, a ver, según usted quién dijo: “Podemos asegurarles que si llegamos al poder, los jueces van a ser despedidos sin pensión (…) espero que la profesión jurídica entienda que la nación no está aquí para ellos, sino que ellos están aquí para la nación (…)”. No. No se precipite.
Quisieron regatearle la legalidad estricta de sus actos y no pudieron. El Ejecutivo obtuvo del Legislativo -por 444 votos a favor y 94 en contra-, la ley que le permitió actuar como actuó. Y tampoco pudieron alegar abusos legislativos de ese gobierno porque durante los 12 años que estuvo en el poder, solo hizo nueve reformas a la Constitución y aunque emitió 4,500 leyes, no les pudieron encontrar resquicios de ilegalidad: estaban bien fundadas.
Luego se dijo que había sido la transferencia de la facultad legislativa al Ejecutivo, con disfraz de constitucionalidad, siendo evidente la sujeción del Legislativo a los dictados del gobernante, anulando la separación de poderes.
Que fue la imposición de la fuerza arbitraria con maquillaje de ordenamiento jurídico, que en los hechos equivalía a ausencia de derecho, dependiendo las normas legales de un partido hegemónico a la orden de una sola persona, que implantó un monopolio ideológico y de poder.
Que ese gobierno dejó de estar sometido al orden de las leyes, instaurando un régimen en el que las leyes quedaron sujetas a su voluntad, dando como resultado que se dejó de lado el estado de derecho para implantar el derecho del estado (por encima de los individuos y la sociedad).
Asuntos todos que luego se juzgaron en tribunales sin poder sancionar -salvo poquísimas excepciones-, a los jueces que aplicaron esas leyes cuya legalidad formal estaba bien fundada; y para condenar a los integrantes de ese gobierno que cometieron atrocidades, se improvisó un marco legal que aún se debate aunque nadie duda que hizo justicia.
Estamos hablando del Tercer Reich, de la Alemania nazi, de Adolfo Hitler. Todo eso hicieron e hicieron mucho mal, pero sin violar las leyes, sus leyes. Y lo de la ‘trivia’, sí, acertó, son frases de Hitler (la cita es muy extensa, puede revisar en Nuremberg Military Tribunals, October 1946-April 1949, Vol. III, p, 41; Vol. V, p. 50; si se atora busque en el portal United States Government Printing Office). Y asómbrese: Hitler nunca fue acusado de cometer ningún delito, nunca; se apegó con rigor a las leyes que se otorgaba a sí mismo y jamás firmó ninguna de las órdenes criminales que daba. Era malísimo pero no era tonto.
Hannah Arendt explica con tino que no es lo mismo tiranía que totalitarismo. Sí, las tiranías prescinden absolutamente de la legalidad, de las leyes; y los regímenes totalitarios, alegando que es la “voluntad del pueblo”, encarnada en ellos, crean una estructura legal a modo que les permite imponer sus decisiones, conservar el poder, anular a los opositores y mantener una apariencia de legalidad, de estado de derecho.
No sostiene López (este López, hay de otros), que nuestro régimen sea totalitario. Sí sostiene que este gobierno se va descaminando. Sin darse cuenta (o dándose), toma la ruta que conduce al autoritarismo de los gobiernos totalitarios. Ya empezó mal la Presidenta, negándose al diálogo, rechazando recibir a los representantes del Poder Judicial y a los de los partidos políticos no sujetos a su mando; y así, sus legisladores reforman la Constitución a capricho, imponiendo su mayoría legislativa sin reparar en que no todo lo legal es legítimo. En democracia la mayoría manda, sin duda, pero ser mayoría no autoriza atropellar el derecho ni el sentido común.
Eso hicieron los nazis, lo hicieron legalito y están en el albañal más fétido de la historia. No se pueden desdeñar las leyes que emite el Poder Legislativo, claro que no, pero la ideología no es fuente de derecho, no se pude prescindir de la misma ley, la costumbre, los principios generales de derecho, ni de la jurisprudencia y doctrina que establece el Poder Judicial. Bueno, sí se puede, pero eso siempre acaba mal.
La Presidenta y los líderes de su partido en el Congreso, abiertamente desacatan resoluciones judiciales, sin recurrir a los medios legales y eso en los hechos, es saltarse a la torera el estado de derecho. Si el Poder Judicial está pintado en la pared, ya nada tiene remedio. Ni Hitler.
Y ayer ante el anuncio de la renuncia de ocho ministros de la Corte, desde el senado, el Noroñas y el Monreal, tan campantes, dicen que van a ver de qué humor andan porque a lo mejor no aceptan las renuncias para que no cobren lo que les toca por ley al entregar el cargo, como dice la mismísima reforma al Poder Judicial que acaban de aprobar, en su artículo séptimo transitorio. Se repite: ni Hitler.
No es de esperar el retorno de la sensatez de quienes están briagos de poder, menos cuando cuentan con legisladores contorsionistas, listos a plegarse a lo que sea que les ordene quien tiene el poder político nacional, sabedor de que el grueso de la población no se entera de nada y que al estado de derecho no lo defenderán muchedumbres enardecidas.
Pero habrá consecuencias, México no está en otro planeta y tiene compromisos internacionales de cumplimento obligatorio. En los EEUU, no por ayudarnos sino por proteger sus intereses, están afilando cuchillos.