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¡A volar! / La Feria

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Sr. López

 

Atrapado. Él no se da cuenta, pero AMLO está atrapado. La “consulta ciudadana” para cancelar las obras del aeropuerto en Texcoco, jurídicamente no existe. Si después de asumir el cargo de Presidente de la república, anula los contratos de esa obra, será su decisión personal, solo de él, individual, no transferible. Las demandas en tribunales nacionales e internacionales (¡oooh, sí!, el TLC está vigente), serán por cortesía de él; el dinero ya gastado, el reintegro con penalizaciones de los bonos de los que financian las obras, las indemnizaciones a contratistas y proveedores, gastos y costas de los juicios… bueno, eso no… siempre pagamos nosotros (que no se preocupe por eso). Qué necedad.

 

Más atrapado por su machaconería en que va a seguir haciendo consultas y de esas, hay una de la que ya no se zafa ni con grúa hidráulica: la de revocación de mandato. Basta con que usted tenga presente la del domingo 24 de junio de este bullanguero año, en León, Guanajuato (cita textual):

 

“Ya me comprometí a someterme a la revocación del mandato. Me voy a poner a prueba, va a haber una consulta ciudadana a mitad del sexenio y se le va a preguntar a la gente en la elección intermedia, cuando se celebren elecciones de diputados o presidentes municipales. Va a venir una boleta y se le va a preguntar en esa boleta a la gente: ¿quieres que continúe o que renuncie el Presidente?, porque el pueblo pone y el pueblo quita (…) Es un desafío: voy a gobernar los seis años, no más, porque también soy partidario del principio de sufragio efectivo no reelección”. Bueno… tres años, como quiera se van (“tempus fugit”, dijo el artrítico latinista: “el tiempo vuela”).

 

Como es muy cumplidor, ya el pasado 28 de septiembre, el Grupo Parlamentario de Morena presentó la iniciativa de ley de revocación de mandato, turnada a la Comisión de Puntos Constitucionales, para su estudio.

 

Claro que la propuesta ni se parece a la consulta que acaba de hacer para cancelar la construcción del aeropuerto, que él da por buena con menos del 1% de votos del padrón electoral (número de opiniones insuficiente para ponerle nombre al pandita, Javier Lozano ‘dixit’). Pero para que le revoquen el cargo pone otras reglas:

 

En primer lugar, que lo solicite el propio Presidente (sí, cómo no), o el 33% de los integrantes de cualquiera de las Cámaras del Congreso de la Unión; o sea: en la Cámara de senadores, bastaría que se unieran PRI, PAN, PRD, y Movimiento Ciudadano -MC-, para juntar 51 votos, que son 9 más de los necesarios (el total de senadores es de 128, el 33%, son 42); y en la de diputados, si se pusieran de acuerdo PAN, PRI, MC y PRD, suman  174 votos (9 más de los 165 que son el 33% de los 500 diputados federales). Si ni senadores ni diputados se ponen de acuerdo en pedir la revocación de mandato, entonces la ciudadanía podrá solicitarla… siempre y cuando firme la solicitud el 33% de los que votaron en el proceso de elección presidencial anterior, nada más 18 millones 163 mil 171 firmas (que es el 33% de los 55 millones 39 mil 913 de votos válidos emitidos en 2018).

 

Conseguido lo anterior, si la gente vota porque AMLO se vaya a su rancho en Palenque, solo valdrá si acude a las urnas el 40% de los inscritos en la lista nominal (por ahí de 35 millones 800 tenochcas). Y aun así, la iniciativa dice que el Presidente (AMLO), puede impugnar el resultado ante el Trife (como le decimos), tribunal afamado por sus extrañas sentencias de chile, de dulce y de manteca. O sea: está fácil.

 

No se entiende: para cancelar la obra de infraestructura más importante para el país en decenios, con contratos firmados, bonos vendidos para financiarla, obras en ejecución, autorización de los organismos que legalmente tienen que aprobar el proyecto y enormes pérdidas, le basta la opinión no legal de menos del 1% (el 0.83%), pero para revocar su mandato será condición la solicitud de más de 18 millones, o un tercio de alguna de las cámaras del Congreso y que vote el 40% del padrón.

 

Parece disparejo porque es disparejo: una consulta caserita con trampas evidentes y una ridícula participación inducida inferior al 1%, basta para dejar de cumplir compromisos legales del Estado, peeero, para que él deje de ser Presidente (idea de él), entonces la cosa es mucho muy diferente… aunque no imposible:

 

AMLO por primera vez en su vida cuando ya sea Presidente, no tendrá a quién culpar de lo que no le salga como dijo o le salga mal. Ese es el precio de tan inmenso poder: se es culpable de lo que sí y de lo que no. Y está empujando la economía nacional al despeñadero. Diga lo que diga, le caiga bien a quien le caiga. Esta decisión -que tratándose de él, es irrevocable-, nos puede hundir como país. Revise cómo le ha ido a algunos países de Latino América con gobiernos supuestamente de izquierda (si le interesa, léase en español “La izquierda que América Latina necesita (y la que no)”, por Gisela Kozak Rovero, en el New York Times, del  27 de agosto de 2018). El gran capital extranjero no reacciona lento: son implacables. Pronto lo verá AMLO.

 

Está atrapado y con un desgaste enorme antes de asumir el cargo. No son pocos los legisladores federales que ya maldicen la hora en que se montaron en ese carro. Por increíble que parezca, Morena está amarrada con hilitos. Habrá traiciones. Ya se notan.

 

Como dice que él no miente jamás, entonces está fuera de la realidad como cuando afirma que los empresarios están de acuerdo en parar las obras de Texcoco, que ayer mismo salieron a desmentir. ¿Nada le da pena?

 

Y para ese tercer año, más le vale haber eliminado la corrupción, desde el 1 de diciembre de este año, alguna mejora en la seguridad pública, y que la economía nacional no se le desbarranque. Y va mal.

 

Está atrapado. Y como no remiten los efectos narcóticos de la súper victoria del 1 de julio, ayer dijo: “En tres años vamos a tener operando tres aeropuertos. Ése es mi compromiso”… o sea: si no está casi listo, antes de las elecciones intermedias, lo van a mandar a él sí, ¡a volar!

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