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A veces se extravía un calcetín / Al Sur con Montalvo

A veces se extravía un calcetín / Al Sur con Montalvo
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Guillermo Ochoa-Montalvo

– Fragmento de libro Revoloteos de Guillermo Montalvo –

A veces el calcetín extraviado suele aparecer en el bolso de tu amiga en medio de la oscuridad de unanoche donde suelen confundirse los cuerpos; a veces es el viento quien se lo lleva haciendo travesuras o se trata de la legendaria Dama Azul quien lo esconde jugándonos una broma. A veces, ni siquiera sabes en qué momento el pie quedó desnudo, quizá porque el calor los cobijaba en una noche sin promesas.

A veces un calcetín significa un trofeo para esa amiga quien quizá, los colecciona anotando tu nombre dentro de la prenda robada donde guardará en una nota los detalles de esa noche, para recordar cada instante como la eternidad de un encuentro fortuito al salir por la puerta después de haber entrado furtivamente por la ventana en una tarde de verano caluroso donde los pies juguetearon traviesos bajo las sábanas.

A veces te retiras el calcetín para andar descalzo y al sentir el suelo, recuerdas que no es el piso de parquet de tu casa sino un mosaico desconocido tan frío como el café sobre el buró, tan gélido como esa mirada de deseo, pero sin futuro; presagiando un adiós sediento de un beso de despedida, y a la vez, con un suspiro de alivio y una sonrisa fingida.

A veces quisieras perder un calcetín cada madrugada sea en verano o en invierno, buscarlo bajo la cama y encontrarlo tirado en el piso al lado de un sostén o una tanga rosa desprendidos con el apresuramiento de un avión a punto de partir sin destino fijo, sin la certeza de regresar algún día en primavera o en otoño, pero aún, con el sabor del vino en los labios.

A veces, el calcetín extraviado se esconde en su zapatilla al salir huyendo tras un mensaje en el móvil cuando el reloj marca alguna hora avanzada de la madrugada y la prisa se convierte en un bandido agazapado en la esquina de una calle oscura en espera de su víctima a quien habrá de reclamarle la tardanza sosteniendo el látigo del miedo.

A veces el calcetín queda como evidencia de ese encuentro casual e inesperado cuando ella huye saltando por la ventana al escuchar que alguien toca a la puerta impaciente por entrar, sin darle tiempo a terminar de vestirse; y al pisar el último escalón, descubre la mirada desconcertada del conserje quien no la alcanza a reconocer en esa madrugada de luces tan lúgubres como su rostro desencajado.

A veces ella finge escucharte mientras su pie retira tu calcetín para hurgar en esa tela luida de algodón, lo que no le has contado; porque los calcetines revelan, a través de sus hoyos, costumbres ocultas donde guardas esas historias de amor y despedidas constantes que te permiten mantenerte aislado en el silencio, apartado del ruido perturbador de la gente, quienes, sin embargo, te aman con tus calcetines rotos.

A veces fue el calcetín quien te perdió a ti cuando no supiste contener los arrebatos de ira en un amanecer solitario extrañando algún cuerpo a tu lado mientras observas las fotografías de cada una de ellas como testimonio de tus desdenes. Entonces, haces un esfuerzo en vano por recordar sus nombres y circunstancias; son como fantasmas sin posibilidad de tatuarse en tu memoria.

A veces, por ese calcetín roto, se asoma el dedo gordo, curioso por saber a qué se debe tanto ajetreo sobre esta cama desconocida donde los sonido son gemidos de placer y de un dolor anticipado por una partida anunciada sin la esperanza de regresar el tiempo a esos momentos de cortejo y seducción donde cayeron  palabras dulces como abalorios rompiendo toda resistencia.

A veces piensas en ella con sus pies junto a los tuyos metidos en el el mismo calcetín mientras te lee unahistoria de Sherezada: “Recuerda, oh rey, la belleza de una mujer no reside sólo en sus ojos ni en su cabello, sino en la danza de sus emociones, en la seducción de sus movimientos y en la profundidad de su alma. ¿No has sentido alguna vez el deseo de abrazar esa belleza, de fundirte con ella en un abrazo eterno?

A veces, al escuchar las historias de Sherezada sientes tus dedos del pie entrelazados a los suyos dentro del calcetín, y ella continúa con el relato: “Así, en este viaje por el tiempo, descubrirás cómo el amor y la sensualidad pueden fusionarse en una danza de ensueño, cómo la piel se convierte en un lienzo para la pasión, y cómo los sentidos se desprenden de sus ataduras para alcanzar un nuevo nivel de percepción.”

A veces, observo al calcetín sobreviviente, añorando a su pareja extraviada con profunda tristeza; el calcetín la rememora en los parajes de algún camino cubierto de algodones; lo escucho cantándole aquella melodía que juntos tarareaban bajo los chorros del agua dentro de la lavadora retorciendo como hacías con ella en esas tardes de oficina o escabullidos en el baño de algún bar lejano. 

A veces, al abrir el cajón, descubres la enorme cantidad de calcetines huérfanos acumulados a través del tiempo. Son de diferente color y textura; ignoras cómo llegaron hasta tus pies ni qué caminos recorrieron; tampoco puedes recordar a que pies se unieron en alguna noche de pasión y de romance porque hasta hoy, los calcetines eran ajenos a tu memoria. 

A veces, un calcetín extraviado refleja tu infancia llena de desapegos; tu vida es un juego de ajedrez donde decides apostarle a un gambito de dama a la cual sacrificas en aras de ganar la batalla y así, vas dejando a tus compañeros fuera del tablero sin importar si son peones o alfiles mientras puedas saltar de la torre para cabalgar en un caballo negro lejos del peligro y del acoso de los imprudentes que reclaman tu presencia.

A veces, ves colgados los calcetines en el tendedero y ya falta uno sin conocer su paradero; lo buscas en el fregadero y la lavadora, en el cesto de la ropa sucia, sin éxito. Aún te falta comprender que un calcetín extraviado toma sus propias decisiones, busca nuevos senderos, explora otras rutas tratando de encontrar a una coja que lo necesite y solamente, lo tenga a él sin competencia alguna.

A veces sucede que los calcetines extraviados están más cerca de ti de lo imaginado; los buscas con la vista inútilmente, porque para encontrarlos debes sentirlos con emoción, con determinación de cuidarlos con esmero y aquilatar su valor por encima de su costo; para mantener a tu lado ese calcetín es indispensable abrir tus sentidos, demostrarle tu aprecio y cuidarlo como si en ello, te fuera la vida.

veces andamos tan perdidos como el calcetín lejos de su pareja, deseando recuperarla algún día como una cuestión de amor.

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