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A tiempo / La Feria

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Sr. López

De tía Chona (Asunción), los viejos de la familia -viejos, viejos, nacidos en el siglo XIX-, decían que era ñomblona, como tantas otras palabras que este menda no entendía. Pero, quede dicho, su texto servidor se crió oyendo decir garambaina para lo cursi, de mal gusto; jerapellina, la tela luida, la ropa muy vieja; y de tía Lupe, siempre enamorada de su esposo que a nadie caía bien, decían que estaba nefelibata, que andaba en las nubes, que no veía la realidad; y muchas voces más que ya nadie usa. Por cierto, cuando este tecladista supo qué era ñomblona, supo que era cierto: la tía era gorda y nalgona.

En la cosa pública importa que los términos se entiendan y que su significado lo sepa si no la mayoría -sería mucho desear-, al menos los políticos; si no, caen en diálogos de besugos (que no es lo mismo que diálogos de sordos, pues el de besugos, es diálogo de necios, de torpes, diálogo sin sentido). Y dado que se ha puesto de moda hablar de gobernanza, puede convenir revisar de qué se trata.

Para empezar: no hay definición precisa de gobernanza y la del diccionario (“forma de gobernar, especialmente si es eficaz y adecuada a los fines que se persiguen”), parece demasiado general. Y urge aclarar que gobernanza no es sinónimo de gobernabilidad, para nada.

Diversos autores dicen de la gobernanza cosas que no aclaran el término o dicen tanto que se enreda uno. Si es usted paciente, léase del profesor de gobierno en la Universidad de Pittsburgh, Brainard Guy Peters, su libro (598 páginas), ‘Gobernanza y burocracia pública’ (resumiendo el equívoco título -no hay burocracia privada-, porque hasta el título le salió largo); o la definición de Francis Fukuyama (es el del ‘El fin de la historia y el último hombre’… ¡acabáramos!), quien dice que la gobernanza es “la habilidad que tiene el Estado para ejercer la autoridad y proveer bienes públicos”… mmm, ni cerca don Fukuyama. También hay quien dice que gobernanza es el “difícil equilibrio entre la eficiencia y la participación democrática”… será.

La ONU en su Programa para el Desarrollo del año 2000, dice entre otras cosas, que gobernanza es “la forma en que una sociedad se organiza a sí misma para hacer e implementar decisiones: lograr comprensión mutua, lograr acuerdos y acciones”… suena mejor. También dice que la gobernanza “comprende los mecanismos y procesos por los cuales los ciudadanos y grupos articulan sus intereses, resuelven sus diferencias y ejercen sus derechos legales y obligaciones”, y que fija límites y da incentivos a individuos, organizaciones y empresas. Suena mejor: acuerdos, ciudadanos, empresas, gobierno, comprensión mutua, leyes, incentivos. Bien.

La ONU dice que la gobernanza es importante para el bienestar de las personas y que al común de las personas, le importa más que los derechos o la democracia, pues se traduce en creación de empleo, servicios públicos, seguridad, entre otras cosas que todo mundo quiere; en tanto que para los empresarios e inversionistas, la gobernanza es un elemento que les ayuda a decidir mejor dónde ponen su capital (claro); y de gran importancia: la gobernanza es un criterio de las entidades financieras internacionales, para asignar créditos o ayudas a países en desarrollo o de plano muy fregados (lo dicen bonito, pero para entendernos).

La gobernanza en otras palabras, se relaciona con el incremento de las capacidades de los países y sus gobiernos para fomentar el bienestar, potenciar el crecimiento y el desarrollo económico y el social.

Para ir a lo práctico, recurramos al proyecto del Banco Mundial, ‘Indicadores de gobernanza a través del mundo’ (WGI, por sus siglas de Worldwide Governance Indicators), que evalúa la gobernanza de 200 países, con seis criterios (de gobernanza, claro): estado de derecho; control de la corrupción; rendición de cuentas; calidad de las regulaciones; efectividad gubernamental; y estabilidad política y falta de violencia (juntas). Clarito: la gobernanza se da en los países en los que la ley es la ley, con corrupción acotada y seguridad pública.

El Banco Mundial en su WGI, define que “la gobernanza es responsable y diseña el entorno en el que el capital natural, social e intelectual del país puede florecer para generar riqueza nueva y sostener la existente”. Ahora sí ya no hay duda de qué rayos es gobernanza. En sus estudios el WGI no evalúa la calidad de las normas, regulaciones o leyes y la hacen con 33 indicadores cuantitativos, con los que pueden evaluar los resultados cualitativos, de eso se trata.

En el informe mundial de WGI, del año pasado (no se le olvide, evalúan a 200 países), Estonia, Suiza, Noruega y Dinamarca, ocupan los primeros cuatro lugares, en ese orden; la evaluación es rigurosa, mire nomás: Alemania está en el puesto número 15; Francia en el 25; el Reino Unido en el 41; China en el 51… y los EEUU, en el 61.

Así las cosas, México quedó en el puesto 108, debajo de Perú (puesto 84), Colombia (93), ¡Cuba! (96), ¡¡Namibia!! (104). Y Ucrania, que está en guerra, también nos ganó (lugar 105).

Habrá quien piense que con no leer esos informes, se puede seguir tan campante y sí, hay quienes no se andan preocupando por estas cosas tan enrevesadas y prefieren nutrir las capacidades de su intelecto con la lectura del TVyNovelas o viendo ‘La casa de los famosos’, y no pasa nada, total, como decía el gitano: “hay gente pa’tó”. Pero sería de esperar, que nuestras autoridades, el gobierno, este que no se cansa de ostentar haber ganado ampliamente las elecciones y haberse hecho con una robusta mayoría legislativa (haciendo como que nadie sabemos que los votos que no tenían en el Senado los obtuvieron extorsionando opositores), tuvieran muy presente que no son los listos del barrio global, que el mundo no es la burla de México, perdón, de ellos, nuestro gobierno, y que su babeo de micrófonos, sus lemas y consignas, su repetición de mentiras, sus leyes a modo, al mundo le vienen guangos. Resultados y solo resultados. Esto apenas empieza. Están a tiempo.

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