Sr. López
Un día, la abuela Elena, la de Autlán, dijo de una sobrina nieta de ella que estaba de cine: -Esa niña, pobrecita, sabe que está muy guapa… ya se amoló -este menda no entendió pero pasaron los años y la niña se fue quedando soltera hasta llegar a ser una solterona irredimible: cuantos la cortejaron le parecieron poca cosa para ella, la más bella de Guadalajara y sí, pero “se quedó” (y a mediados del siglo pasado, eso era casi imperdonable, pecados del tiempo).
Lo más probable es que en las elecciones del próximo año, el partido en el poder retenga la presidencia de la república.
Lo más probable pero no seguro, porque el Presidente quiere que la candidata sea doña Sheinbaum y no don Ebrard que tiene el enorme defecto de no deberle su carrera política (más la secreta afrenta de que ganó la elección a Jefe de Gobierno del entonces D.F. con casi 10 puntos porcentuales más que él).
Aparte, Marcelito a sus 64 años, sabe que si no es candidato a la presidencia en esta vuelta, no lo será nunca. Ya se hizo a un lado antes en beneficio del actual Presidente y puede ser que fiel a su biografía, si desconfía de las encuestas para elegir candidato, renuncie a Morena y aparezca en la boleta por otro partido (ya ha renunciado al PRI, al PRD y al Verde, otra renuncia no le espanta el sueño). Y como no hay encuesta que valga ante el índice presidencial, pues…
Tampoco lo que quiere de sucesor el Presidente, porque Ebrard cuenta con la simpatía o al menos la no oposición, de buena parte del empresariado y del tío Sam; no asusta a las clases medias y tiene amigos en todos los partidos. Ebrard no es un fundamentalista del obradorato ni un dogmático de la 4T y si fuera candidato a la presidencia no sería un siervo del señor. Puros defectos.
En cambio, Claudita… ¡ay!, la doñita le debe toda su no tan amplia carrera política, completa, solo tiene ojos para el actual Presidente y le debe haber salido bien librada del gasto en los segundos pisos del Periférico y de los muertos que carga, los del colapsado Colegio Rébsamen (19 niños y siete adultos), construcción sobre cuyas irregularidades fue notificada siendo Delegada de Tlalpan y permitió que siguiera funcionando; y los de la Línea 12 (26 fallecidos, cinco desaparecidos y 80 heridos), porque casi 10 años después de inaugurada, se le cayó a ella, por falta de mantenimiento (si estaba mal construida, hubo tiempo sobrado para suspender su operación antes de la tragedia, muchas fotos muestran la flexión del tramo, no hay excusa). Y aunque nada de eso garantiza fidelidad canina al Presidente, él cree que sí y eso basta: no la quiere de sucesora, la quiere de ama de llaves de Palacio.
Así las cosas, el Presidente hace cuanto puede para convencer a Ebrard, de que la definición de la candidatura no será por sus calzones. De las otras tres corcholatas no se tiene que cuidar: doña Claudita no se atrevería a soltar su flotador político; el Secretario de Gobernación es un tipo macizo que no va a emprender ninguna aventura ni va traicionarlo; y Monreal ya se plegó después de tanta hablada… es Ebrard el que le puede
dar un dolor de cabeza porque si deja Morena se va con algunos, tal vez pocos o tal vez estampida, no se sabe pero el solo riesgo, inquieta.
Por eso el Presidente no suelta el tema de la unidad. Antier se reunió a cenar con sus corcholatas, el líder de Morena y todos sus gobernadores menos el de San Luis Potosí, que andaba malito.
Unidad, unidad, unidad fue su pregón porque sabe que en el partido están todo, menos unidos, son como manta de parches mal cosida, están amontonados en torno a él, por interés, por conveniencia, por oportunismo, por trepadores, por lo que sea menos por convicción ideológica, porque el ideario de Morena no resiste análisis y no da para obtener conversos, aparte de unos cuantos fanáticos de una izquierda que no representa Morena, que se aferran al ‘movimiento’ para sus revanchas personales sin ver que están rodeados de arribistas, particularmente de priistas que les comieron el mandado desde el principio (casos de estudio: Manolito Bartlett, Esteban Moctezuma, Armando Guadiana (a) El Perdedor, y estelarmente, Ignacio Ovalle, protegido del Presidente a pesar de 15 mil millones de pesos de fraudes en Segalmex).
Por supuesto que no ha nacido el que le tuerza el brazo al Presidente. Si don Ebrard no tuviera la experiencia política que tiene, tal vez se le pondría al brinco, pero sabe que en este país nadie le gana una al Presidente y a este, menos. Por eso es que no se quita la máscara y ayer, al anunciar que el próximo lunes renuncia a la Cancillería, declaró que lo hace “(…) con el propósito de dedicarme de lleno, con alegría y resolución, a defender el proyecto que encabeza nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador”.
¿Qué tal?, no renuncia para buscar la candidatura a Presidente de la república, no, él, tan noblote, lo hace para defender el proyecto del que lo debe designar sucesor. Se solicita ingenuo que se lo crea. Renuncia para subirle la vara a doña Sheinbaum quien poquito antes declaró que ella no renuncia hasta que no sepa si ganó la candidatura. Bueno, así es la falta de experiencia.
El que de inmediato le hizo segunda a Ebrard fue Ricardo Monreal, quien dijo que también renunciará “(…) cuando se lance la convocatoria, y a partir de la inscripción de los aspirante al proceso interno”; y enseñó parte del juego que trae con Ebrard: una encuesta de Morena “y cuatro o cinco o seis encuestas espejo”, de empresas reconocidas.
Lo que tal vez no calcule don Ebrard es que si de veras hace ver mal a la Claudita, si la arrastra en las encuestas que le hace inteligencia del ejército (que son las buenas), el Presidente monta a Adán Augusto, que también tiene espolones y lealtad todo terreno. No se distraiga nadie, bien puede ser él.
Y la oposición mejor haría en concentrarse en ganar el Legislativo para por primera vez hacer valer su poder, que en teoría es inmenso.
Sí, sería bueno traer un Presiente a rienda corta.