Manuel Ruiseñor Liévano
El segundo debate chilango por la contienda a la jefatura del gobierno de la CDMX, acaecido ayer entre Clara Brugada de MORENA, Salomón Chertorisky de MC y Santiago Taboada de la coalición PAN, PRI y PRD, no tuvo sorpresas. El tema de la escasez del agua salió a relucir al igual lo relativo a que si el cartel inmobiliario es el ejemplo perfecto de la corrupción y de la privatización de los servicios, según la abanderada de la insignia guinda; o que si los gobiernos de Morena por 26 años no solo prevalecen sino que aumentan y han agravado el tema de la inseguridad, así como la crítica del tercero en discordia que buscando lavarse las manos, sin agua, argumentando que todo es responsabilidad de quienes no son opciones de gobierno, porque no tienen autoridad moral y son parte de lo viejo y del conformismo.
Se dice y no con escasa razón, que en los debates políticos las propuestas no tienen ningún valor, porque se proponen asuntos obvios y fantasiosos; que si todos los problemas se van a resolver. Pero estos ejercicios de contraste democrático, son un conjunto de planteamientos vacíos. Entonces ¿para qué sirve un debate? Pues para confrontar personalidades y saber y medir la reacción o el temperamento de cada aspirante y para conocer, en el mejor de los casos, algo más. Pero difícilmente lo que exaltan son propuestas posibles o proporcionadas.
Los debates, pues, están diseñados para exhibir ocurrencias revestidas de proyectos políticos; dicen analistas como Rafael Cardona, que se trata más bien de destruir famas y trayectorias del adversario, antes que proponer algo serio, posible o verdadero.
En ese tenor, no se ha comprendido la naturaleza de los debates, que es la de proponer; sin embargo, no se rebasa más que lo obvio, la esperanza de algo mejor se repite cual engaño y el mismo problema prevalecerá.
La pregunta a responder es, ¿quién gana con estos debates, que no sirven al ciudadano para estructurar su voto razonado? No sirven para nada o casi nada. Lo único cierto es que más allá de los intereses partidistas, quien pierde es el sujeto histórico y social llamado pueblo; utilizado, engañado, manipulado y, en el peor de los casos, sobornado por prebendas.
¿Qué pasará en los próximos debates presidenciales y en lo referente a los aspirantes al gobierno de Chiapas? Al menos en el caso de esta bendita tierra sureña, no hay misterio, no hay simulación; a cambio, hay certezas. Eduardo Ramírez ha cumplido con una actividad proselitista nutrida de propuestas: Educación, cultura, ciencia, derechos humanos, economía, comercio, energía, inversiones, empleo, campo, obra pública, transporte, frontera, democracia y gobierno, combate a la corrupción, pueblos indígenas, mujeres, niñas, niños y adolescentes, etc. En fin, está abarcando todos los rubros de la actividad gubernamental, sólo que con el valor agregado de que se ha comprometido a entregar al pueblo de Chiapas, el eje rector de su gestión.
Estamos hablando de la hoja de ruta del desarrollo llamada Plan Chiapas Transformador. En sus propias palabras:”un planteamiento sobre los problemas, el diagnóstico que viven las familias chiapanecas, a través de una lectura ágil, rápida y de gran entendimiento”.
Un documento, debe resaltarse, resultado de las consultas y foros de los conocidos como “Diálogos por la Transformación”, una esfuerzo ciudadano cuya virtud reside en el cumplimento de un ejercicio de democracia participativa, el cual no tiene precedente en la historia política de Chiapas y que fue coordinado por el especialista Juan Carlos Gómez Aranda, arrojando como resultado la recepción de Mil 862 propuestas recabadas en 31 foros temáticos a los cuales asistieron 4 mil 123 ciudadanas y ciudadanos, un hecho sin precedente en el marco de la planeación democrática.
Por esto, subrayamos que en Chiapas la escena está más clara que nunca; hay una candidatura, un proyecto de gobierno con propuestas sensatas y definidas; lo cual proyecta a la ciudadanía un paso adelante en el cumplimiento de un ejercicio democrático sin simulaciones o falsas por irrealizables promesas.
Así es que, de no editarse el guión de la responsabilidad y el compromiso social, seguro es que, con el liderazgo de Eduardo Ramírez, en Chiapas la historia será diferente. No sería la primera vez, acorde a nuestro pasado, que los chiapanecos tomáramos la mejor decisión, más allá de la leyenda del despeñadero ante el invasor español. Mejor aún, primero fuimos independientes de la Corona Española y después soberanamente mexicanos. La genética histórica nos respalda, hay que salir a votar el próximo domingo 2 de junio. Ese es nuestro mandato por tradición y por un mejor futuro.
Debe abandonarse la especulación que puedan generar el proceso de la sucesión del gobierno del estado; deshacerse cada ciudadano de las piedras de la culpa y la desdicha y dar a esta elección, los mayores elementos para que Chiapas siga avanzando con paso gigante.
Salvo su mejor opinión, los debates no aportan nada más que un triste reflejo de la confrontación derivada resultante de la polarización. El poder es y será siempre ciudadano.