Sr. López
Tío Herminio, de los de Toluca, era católico todo terreno y dueño de un abarrote más que próspero. Ya con cinco hijos, se metió a la cofradía de San Lucas y con las mejores intenciones, implantó en su casa la pobreza que asegura entrar al reino de los cielos. Poco le duró el gusto, tía Rita, gallega y más brava que Juana Gallo, le dijo: -Tú cree lo que quieras, pero a mis hijos, nada de pobrezas, cielo o no cielo -y se instaló en la caja del abarrote. Santo remedio.
El lunes15 de noviembre de 2010, Hugo Chávez, presidente de Venezuela, entregó el V Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2009, a Enrique Dussel.
Pensará usted, ¿y a mí qué?… bueno, este afamado Dussel (que desde noviembre de 2023 en paz descansa, supone uno), filósofo y teólogo, argentino naturalizado mexicano, escribió hasta hartarse y recibió once doctorados ‘honoris causa’, fue consejero interno del Instituto Nacional de Formación Política del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), y secretario de Formación Política de Morena.
Destacado don Dussel por su Filosofía de la Liberación, colaborador entusiasta de la Teología de la Liberación; aunque revisionista del marxismo, marxista fue. Su propósito manifiesto era la liberación de las víctimas, los oprimidos y los excluidos y suena bonito, loable, a condición de que haya víctimas, oprimidos y excluidos y si los hay, que no se considere que la medicina para esos males, sea el marxismo, ese con ropaje teologal, coctelazo tan indigesto.
Viene a cuento don Dussel porque el vientecillo de decolonialidad, de decolonizar, que empieza a recorrer el país, tiene su origen en él. Decolonizar no es descolonizar. Descolonizar es dejar de ser colonia, independizarse. Decolonialidad, decolonizar, es romper con el eurocentrismo, con la impronta europea que hay en Iberoamérica, que es fundacional, para ir al rescate de lo indio (indígena, pues), y en palabras de los decolonizadores “construir una civilización transmoderna pluriversal, dialogando críticamente con la modernidad desde la exterioridad”. ¡Adentro!
No es el caso hacer un resumen de sus más de 70 libros y 400 artículos (escribió hasta hartarse). Para tener una idea de con qué tenía amueblado el cerebro, le cuento que don Dussel decía que “la democracia participativa, como la que hay en Venezuela no propicia la corrupción porque en ella el Estado es todos los ciudadanos” y que se deben acometer “grandes procesos de transformación como el de Chávez, que inicia un nuevo tipo de cambio histórico, revolucionario, a más largo plazo, comenzando por una nueva constitución, lo cual es una novedad” (‘Las ratas al barco de Morena’, Guillermo Sheridan, 23/07/2019).
Este don Dussel decía otras cosas que serían hilarantes si no las hubieran tomado en serio no muchos pero no pocos y peor: si no las hubieran usado algunos jefes de Estado de aviesas intenciones, porque es muy útil el discurseo de amor y defensa de los desposeídos, mientras se implantan regímenes autocráticos y dictaduras.
También decía don Dussel que “unos quieren un desarrollo no en función de la tradición indígena sino modernizante, y eso no es revolucionario porque es neoliberal” (misma cita de arriba).
O sea, el desarrollo tiene que ser el de la tradición indígena… bueno, la tradición indígena en América es el neolítico, porque las tribus de indios en nuestro continente no llegaron a la Edad de Cobre, la de Bronce ni la de Hierro, no inventaron la rueda, hacían sacrificios humanos y eran caníbales.
En los años en que acá se hacía la conquista, Europa, esa malvada, estaba en pleno apogeo renacentista, con personajes como Leonardo da Vinci, Paracelso, Erasmo de Rotterdam, Petrarca, Tiziano, Maquiavelo, Durero, Tomás Moro y muchos más, por cierto, Miguel Ángel ya había terminado la Capilla Sixtina (no se le olvide, todos esos horrores europeos cuando acá almorzaban gente).
¿Sabe qué?, esos como don Dussel, construyen la tradición indígena y a fin de cuentas, acaban siendo los que menos los respetan, sin darse cuenta; no es que sean malos, no son malos, piensan raro y parece que no se han enterado del rosario de tragedias causadas por el marxismo como se intentó, por ejemplo en la URSS de Stalin; pero si de eso no se enteraron sería exigible que sí se hubieran dado cuenta de lo que el chavismo hizo a Venezuela o el castrismo a Cuba.
Además, esos como don Dussel (que no son tan pocos), proponen romper con el eurocentrismo con una tendencia abierta al marxismo, sin caer jamás en cuenta de que su ideología es 100% europea por su teología de la liberación que es católica, romana y su marxismo también, que Carlitos Marx y el Federico Engels, eran prusianos, de la actual Alemania; Marx un perpetuo mantenido y Engels, industrial, todo un capitalista.
Y, ya para dejar en paz al Marx: permítasele a este junta palabras, dudar de que el señor Dussel lo haya entendido jamás, que bien leído ‘El Capital’, se concluye que Carlitos confundía ‘clase’ con ‘estamento’, con ‘casta’ (todo lo de su ‘lucha de clases’, es un equívoco de risa loca), y su teoría de la plusvalía la sustentó con fórmulas algebraicas falsas, disparates que se inventó, cosa que advirtió Eduard Bernstein, el secretario de Engels, porque en sus fórmulas mezcla magnitudes numéricas medibles con lo cualitativo, lo que son modos de ser, aspiraciones, emociones, lo dicho, de risa loca. Marx solo es coartada de vivos que hacen revoluciones en su exclusivo beneficio.
Como sea, sí, ¡a decolonizarnos!, nomás, en serio: prohibir la bandera nacional, tradición europea si las hay; eliminar el escudo, que los escudos son de la nobleza europea de la Edad Media, del siglo XII; y hay que erradicar el alfabeto y la numeración, las universidades y el uso del idioma español (¡español!).
A ver cómo les va cuando propongan prohibir por su influencia europea a la Virgen de Guadalupe.
¿Qué tal que mejor se dedicaran a trabajar?, se supone que son el gobierno del país… de veras, la ociosidad es madre de todos los vicios: ¡vagos!