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A Chiapas no le urgía un nuevo escudo

A Chiapas no le urgía un nuevo escudo
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*Le urgía una discusión pública honesta

Alejandro Flores Cancino

El cambio aprobado no nace de un debate profundo ni de una exigencia social clara, sino de una premisa equivocada: creer que la identidad se corrige acumulando símbolos. El nuevo escudo no sintetiza, satura. No representa mejor: explica demasiado.

El escudo original de Chiapas es incómodo, sí. Tiene una raíz colonial evidente y símbolos heredados de una historia de imposición. Pero también cumple con lo que un escudo debe ser: un signo legible, estable y reconocible, capaz de sostenerse sin notas al pie ni discursos auxiliares.

El nuevo diseño, en cambio, no sobrevive sin infografía.

Cada elemento necesita una explicación: la ceiba, el maíz, el río, el volcán, la pirámide, el tocado, la estrella, el bordado. Todo es correcto en el discurso, pero débil en el objeto. Un escudo no es un mural didáctico ni un folleto cultural; es un símbolo de síntesis, no un catálogo de buenas intenciones.

El problema no es incluir referentes indígenas o naturales. El problema es no saber elegir.
Cuando todo es importante, nada lo es.

Desde el punto de vista gráfico, el nuevo escudo carece de unidad. Conviven estilos distintos, trazos desiguales y escalas incoherentes. La ceiba parece ilustración escolar; el tocado está mal resuelto y no dialoga con la forma heráldica; el león, resignificado a medias, pierde fuerza sin integrarse a una nueva lógica simbólica. El resultado no es descolonización: es confusión visual.

Paradójicamente, el escudo que se pretendía superar tenía algo que este perdió: coherencia formal. Pocos elementos, un solo lenguaje gráfico y una lectura clara a distancia. Eso no lo hace justo, pero sí funcional. Y la función, en heráldica, importa.

Cambiar un escudo no es un acto estético ni ideológico aislado. Es una decisión de largo plazo. Un símbolo estatal no se evalúa por su narrativa de presentación, sino por su capacidad de durar décadas sin explicación adicional. Hoy, el nuevo escudo necesita ser defendido; el anterior, simplemente existía.

La identidad de Chiapas no está en duda. Lo que está en duda es la idea de que puede resolverse desde el escritorio, sin consulta amplia, sin debate técnico y sin respeto por los lenguajes simbólicos que se dicen honrar.

No se trataba de borrar el pasado ni de decorarlo con nuevos significados. Se trataba, si acaso, de pensarlo mejor.

Y eso, lamentablemente, no ocurrió.

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