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Desiderata

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DESIDERATA

José Antonio Molina Farro

El hombre no representa más que una ramita insignificante en el gigantesco árbol genealógico de la evolución. STEPHEN JAY GOULD  

No sé qué es la vida. No sé qué es la consciencia. La experimento, pero no la entiendo. Debo decir que sé 

precisamente que yo y la comprensión somos tan pequeños que hay muchas cosas que no he comprendido. A mí mismo no me he comprendido. La mejor respuesta a esto es: Dios lo sabe.

Pertenezco a una generación traumatizada que tiene todas las razones del mundo para desesperar del ser humano. Hemos sabido de qué es capaz, qué efectos devastadores ejerce sobre la inteligencia, la cultura, la civilización, como niega y condena los valores inalienables de la comunidad. El mal triunfa. Por lo tanto podríamos rechazar las buenas palabras sobre la esperanza que promete la redención. Pero al mismo tiempo pertenezco a una generación a la que corresponde no alegar estos motivos legítimos y declaro creer en el otro, en la historia, en Dios. 

El hombre posee el don de superarse en el sentido del bien. La vida no puede detenerse, hay que vencer el mal, y esto se produce cada vez que sonríe un niño, que se salva un enfermo, que se encuentran dos almas. Hasta aquí mis interrogantes. Las respuestas a ellas,  que me han perseguido un cuarto de siglo, las encuentro en Constantin Von Barloewen y Gala Naoumova en [El libro de los saberes]

“El mundo es doble para el hombre, pues la actitud del hombre es doble. Es doble en virtud de la dualidad de las palabras fundamentales, de las palabras –

principio- que es capaz de pronunciar. Las palabras –principio- no son palabras aisladas, son parejas de palabras. Una de estas palabras principio es la pareja YoTú… La palabra principio Yo-Tú no puede ser pronunciada más que por el ser entero…Esta concentración, esta fusión en un ser integral no puede ser hecha nunca sin mí. Yo me realizo en el

contacto con el Tú: es convirtiéndome en  Yo como digo Tú. Toda vida verdadera es encuentro…El espíritu en su manifestación humana, es la respuesta del hombre a su Tú. El hombre habla diversas lenguas –lenguaje verbal, lenguaje del arte, lenguaje de la acción-, pero el espíritu es uno, es la respuesta al Tú que surge del fondo del misterio, que llama desde dentro del misterio”.

Si podemos aproximarnos a la sabiduría debemos hablar, pero también escuchar.

Incluso en Platón se encuentra expresa la comprensión de que la palabra hablada es superior a la sola palabra escrita. También Sócrates puede ser interpretado en este sentido, cuando convence a su interlocutor Eutifrón de que no puede pensar lo que ha dicho sobre la esencia de la piedad. Eutifrón acusa a Sócrates de poner sus palabras en movimiento. Ahora ya no quieren parar. Sócrates está de acuerdo y acaba por admitir que no es intencionado: también Dédalo dotó de movimiento a sus estatuas aunque hubiera preferido verlas inmóviles. Es ahí donde está el movimiento, la tensión interior más productiva cuando produce un intercambio real de pensamientos.

El espíritu del diálogo. El Filebo es uno de los diálogos más tardíos de Platón. En él aparece Sócrates por última vez en un papel de interlocutor principal. Aquí Platón vuelve al método de sus primeros escritos; la dialéctica del don y la aceptación dialogada no desembocan en una conclusión definitiva, el procedimiento de la tesis y la réplica que es característica de Sócrates. El filósofo demuestra en el Gorgias que su diálogo se distingue del método de los sofistas en que estos querían imponer su opinión tratando de convencer. En cambio Sócrates puso su empeño en formar una cultura del lenguaje, una actitud moral en el diálogo teórico. Había que poner a los hombres en condiciones de poder hablar unos con otros, pero también de cambiar de opinión. Formaba parte de las normas del diálogo el reconocimiento de la igualdad de todos los participantes, que se les tomara en serio a todos. En los diálogos socráticos de la Antigüedad, las intenciones prácticas coincidían con las intenciones teóricas. La actitud moral básica era el reconocimiento del valor idéntico del otro interlocutor. El diálogo era el instrumento que encontró Sócrates tras una prolongada búsqueda que aspiraba a discernir la verdadera naturaleza y no la supuesta naturaleza de las cosas. En el Parménides Platón decía que había que desarrollar  la idea o el

aspecto esencial de una cosa: primero había que percibirla, después verificarla y finalmente reconocerla mediante el diálogo. Tomás de Aquino dice: Veritas est adaequatio rei et intellectus ( la verdad es la adecuación de la cosa y del intelecto). La concordancia absoluta de la cosa y el pensamiento se designaba como el criterio de la verdad. Eso nos conduce a que pueden ser fecundos los puntos de vista diferentes sin encerrar las palabras en un corsé de afirmaciones y negaciones. A veces suele ocurrirnos que nos consideremos personas de saber, pero incapaces de aprender del que tenemos enfrente y de tener con él experiencias comunes.

Ahora, ¿cómo pueden las personas desarrollar su común humanidad?¿cómo se puede desplegar el espíritu del diálogo?¿cómo pensar y vivir en él? Requiere que estemos abiertos a las exégesis y a las interpretaciones de otros puntos de vista, hasta la implicación trágica puede conducir al diálogo. Robert Musil escribió: {No solamente estoy seguro de que lo que digo es falso /sino también de que lo es de lo que dirán para refutarlo/ A pesar de todo hay que empezar a hablar de ello. /Con ese objeto, la verdad/no está en el centro/sino todo alrededor como un saco/que cambia de forma/a cada opinión que se introduce/y se hace por tanto cada vez más sólido. 

El diálogo político. Debemos cambiar nuestro estilo de reflexión, un estilo monista, aislado, atomizado, para acceder a un pensamiento basado en el diálogo. La política en el sentido de que ejerce el poder, incita a presentarse como alguien que {sabe}. En cambio, la actitud de quien aprende nos exige apertura, valor para lanzarse a empezar de nuevo una y otra vez. Se ve cada vez más que, en la esfera política sobre todo, los diferentes grupos no son en absoluto capaces de escucharse  unos a otros, y mucho menos de entablar un diálogo serio.

En la Apología de Sócrates Platón dice: “Al irme, me decía: “yo soy más sabio que ese hombre. Es posible que ninguno de los dos sepa nada bello ni bueno, pero el cree saber algo y no sabe nada, mientras que yo, si no sé, tampoco creo saber. Me parece pues que soy un poco más que él, precisamente porque lo que no sé tampoco creo saberlo.” El concepto de diálogo se deriva de la palabra griega diálogos. Logos designa aquí la palabra, pero también el sentido de esa   la palabra. En cuanto al prefijo dia, no significa {dos} sino {a través de, por, entre}. Necesitamos hoy cada vez más este principio del diálogo, como condición sine qua non de una política de paz responsable. 

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