Juan Carlos Cal y Mayor
Durante décadas, México construyó uno de los sistemas de vacunación más sólidos de América Latina. El sarampión, la rubéola y la polio habían sido prácticamente desterrados del paisaje cotidiano. No por milagro, sino por ciencia, logística y constancia. Hoy, ese logro histórico se desmorona. Y no es un accidente: es consecuencia.
México no partía de cero. Durante años fue un caso de éxito internacional en vacunación: coberturas superiores al 90–95 %, eliminación del sarampión y de la polio, brigadas comunitarias, cadena de frío eficaz incluso en zonas rurales y campañas nacionales con metas claras. La vacunación era política de Estado, no consigna de sexenio.
Precisamente por eso el retroceso actual no puede explicarse como fatalidad: cuando se rompe la continuidad técnica, las enfermedades regresan.
EL RETROCESO
La reaparición del sarampión no es un fenómeno aislado ni una fatalidad inevitable. Es la señal más visible de un sistema de salud debilitado por decisiones políticas tomadas con ligereza. La 4T desmontó, sin un plan de transición sólido, mecanismos esenciales: compras consolidadas, cadenas de frío, brigadas comunitarias y calendarios claros. El resultado fue predecible: vacunas que no llegan, esquemas incompletos y comunidades expuestas.
DESMANTELAR PARA “REFUNDAR”
La desaparición del Seguro Popular y la centralización acelerada bajo un nuevo modelo prometieron gratuidad universal, resultó un fracaso. En la práctica, generaron desorden administrativo, vacíos operativos y pérdida de capacidades locales. La salud pública no admite improvisaciones. Cada retraso en una compra, cada almacén sin refrigeración adecuada, cada brigada cancelada tiene un costo humano.
DEL DOGMA A LA OMISIÓN
La pandemia dejó cicatrices, sí. Pero usarla como explicación permanente es insuficiente. Otros países lograron sostener sus esquemas básicos. Aquí, el discurso sustituyó a la ejecución. La desconfianza hacia la técnica terminó castigando a los más vulnerables: niños sin vacunas, adultos mayores sin refuerzos, regiones enteras sin cobertura.
LA HERENCIA INCÓMODA
La administración actual recibe un problema acumulado que no puede minimizarse. Anunciar campañas no basta si no se recupera la capacidad territorial, si no se fijan metas verificables y si no se asume la magnitud del daño. El sarampión es el síntoma; la enfermedad es la negligencia.
RESPONSABILIDAD DE ESTADO
Cuando se conoce el riesgo y no se corrige a tiempo, la omisión deja de ser error. La salud pública no entiende de ideologías: o funciona, o falla. Y cuando falla por abandono, las consecuencias son inevitables.
Si las autoridades han emitido una alerta sanitaria preventiva y han llamado a evitar eventos masivos, es fundamental que toda la actividad pública, y más la promovida por el estado, se conduzca con ese mismo criterio de prudencia. No es un señalamiento, sino un llamado a la congruencia: las alertas existen para cumplirse, porque en salud pública la prevención siempre debe ir por delante de cualquier agenda.