Sr. López
Se lo comenté hace mucho. Contaba la abuela Elena, que en la revolución, en Autlán se acantonó un batallón de federales que para distraerse en algo, podían ir a misa de seis de la madrugada o a Casa Antonia, el burdel; ya se imagina qué prefirieron, con el inconveniente de que al poco, ya había soldados enamorados, escenas de celos y verdaderas batallas campales, hasta que la dueña, doña Toñota, mandó pintar un letrero que colgó en el salón principal, que rezaba: “Se recuerda a nuestra estimable clientela que las damas que aquí atienden, todas son putas”. Contaba la abuela que las últimas tres palabras iban en mayúsculas. Paz.
Ayer preguntaron al insoportable Trump, si “consideraría el uso de la fuerza contra objetivos en otros países donde el narcotráfico es muy activo, incluidos México y Colombia”, y con su expresión de matón de barrio, respondió: “Lo haría”.
Al gobierno de los EUA -por su moral calvinista-, le preocupa respetar la ley (la de ellos, se entiende), por lo que dado su interés en ser imperio, se ha dado a sí mismo las leyes con que se autoriza a sí mismo, a invadir, arrasar y saquear a otros países. Esas leyes están en el Código de EUA (USC, en inglés); en el Título 10, para descaradas acciones bélicas y el Título 50, para espionaje y acciones bélicas a escondidas (encubiertas les dicen ellos). Da lo mismo: hacen lo que les pega la gana.
Si quiere llevarse una sorpresa, revise en el Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos, y verá que en sus 249 años de existir, se han metido más de una vez por año en acciones bélicas y guerras de agresión con excusas que a veces son de risa loca (o de rabiar, depende), y no hay continente al que no hayan ido a incordiar.
En América Latina y el Caribe unas 70 veces han invadido países o los han agredido militarmente. Los “amigous”…
No se vaya usted a enojar, pero cuando nuestros presidentes y hoy doña Sheinbaum, defienden en el discurso la soberanía nacional como si fuera el himen patrio, los gobernantes de los EUA se aguantan la risa porque recuerdan la historia, somos su burla (que no se enoje).
Para abrir boca, cuando se inició eso que acabó siendo la independencia de México, Hidalgo y Morelos, buscaron el apoyo militar y económico de los yanquis, los dos. Muy dignos empezamos.
Luego, en la Reforma, ese diminuto gigante de nuestra historia, Benito Juárez, buscó con denuedo el reconocimiento de los EUA, su apoyo militar y financiero; y les firmó el Tratado McLane-Ocampo, que dejaba al país como condominio yanqui (no se aplicó porque el Congreso de allá, no quiso ratificarlo… digo, mejor les dio pena a ellos). Luego, cuando el imperio de don Max y Carlotita, otra vez el Juárez les rogó por su apoyo y el tío Sam que no quería nada de Europa por este rumbo (América para los americanos), le proveyó armamento y presionó mucho a Francia para que se fuera con la música a otra parte. Sin los EUA, ni Reforma ni fusilamiento del Max (que era mexicano, nacionalizado llegó).
Otra muestra de esa extravagante dignidad risible de nuestros gobernantes a la hora defender nuestro sacro suelo, fue cuando en 1848, estando invadidos por los EUA, en lugar de luchar una guerra de guerrillas imposible de ganar para los yanquis, nuestros honorabilísimos liberales decidieron vender el 55% del territorio (2.3 millones de kilómetros cuadrados, km2), por la risible cantidad de 15 millones de dólares, 6.50 por km2, 6.5 centavos de dólar por hectárea (41 dólares de ahora). Baratito.
Nada más para echar sal en la herida, entérese, el presidente de México que vendió más de medio país, Manuel de la Peña y Peña reposa muy dingo en la Rotonda de las Personas Ilustres, ¿sabe por qué?, “por su servicio a la nación, en la defensa y negociación del territorio mexicano”. ¡Vivan los liberales del siglo XIX! (los que tremola esa cosa de hoy, la 4T).
Y en 1854 otra vez nuestros dignísimos políticos vendieron otro cacho de país (Gadsden Purchase), ya menos, 77 mil km2, a mejor precio, Santa Anna era más vivo. Y un detalle: si los EUA se hubieran robado el territorio que hubieran querido, luego lo hubiéramos podido reclamar, así, vendido, no. Lo que vendieron fue la dignidad de la nación. Las cosas, como son.
Después, cuando el 25 de mayo de 1911, Madero echó del poder a Porfirio Díaz (fin de la revolución), los EUA promovieron, apoyaron y organizaron el golpe de Estado de 1913 que le costó la vida al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez; los EUA reconocieron a Huerta a la carrera y empezó esa guerra civil que bañó en sangre al país durante casi 20 años (o poquito más). ¡Gracias yanquis!
Esa rebatiña por el poder la ganaron Carranza & Cía., con el apoyo decidido de los EUA, que decretaron embargo de armas a todas las facciones en pugna menos a la de don Venus. Los EUA definieron el resultado de eso que le dicen Revolución Mexicana.
Los EUA nos han invadido y agredido militarmente en 16 ocasiones: 1844; 1846–1848; 1859; 1866 (de esta se disculparon después, hombre ¡qué detalle!); 1876; 1914–1917 (con el consentimiento tácito de Venustiano Carranza a partir de 1915, cuando entró Pershing con 10 mil soldados a corretear a Villa, que le caía mal a ese grandísimo ladrón, el Venus); tres veces en 1918 y seis veces en 1919 (“al menos”, dice el Congreso yanqui).
No se le olvide no es versión de este menda ni de ninguno de esos historiadores a la moda, es lo que dice oficialmente el propio gobierno yanqui.
Los EUA, mientras les convenga, ya no entran a saco en América Latina y el Caribe. Mientras les convenga. Prefieren consolidar su imperio económico.
A México no lo van a invadir, no les conviene para su impostura de defensores de la democracia y el derecho, además, les acomodamos más así, bien agarrados al T-MEC.
Pero si les viene en gana, pero-por-supuesto bombardean narcos o arman secuestros de esos modelo Zambada… ¿y qué va a hacer nuestro aguerrido gobiernito?, nada, tragársela, el tío Sam sabe que nuestros gobernantes de ogaño son de lodazal.