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Mi soledad es un soneto (I)

Mi soledad es un soneto (I)
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Uvel Vázquez

Repetía en voz alta el soneto de Miguel Hernández, entre la milpa. Lo declamaba de abajo, hacia arriba; de arriba a abajo. Cumplía todas las licencias poéticas. Del primerverso endecasílabo, hasta el 14. Distinguía la rima consonante de los dos primeros cuartetos, de los tercetos. El esquema rítmico ABBA, CDC de los tercetos. En el libro de Octavio Paz, aprendí que el soneto se compone de catorce versos endecasílabos; es decir, de once sílabas cada verso. Con las vivencias que tenía de ir a los burdeles, a las casas de cita, podía escribir sus experiencias ejercitando la memoria. Utilizando un pie de verso para crear su propio texto.  

La poesía es inspiración divina, liberación y motivación interior, música del cielo, del mar, del suelo, de las aves. El sol fluye, se derrama, se disipa, se disuelve en el mundo real e irreal. La poesía me cautivó. Me sedujo. Me llenó de encantos y de embrujos. La poesía viene  de la fortuna del abandono. Disfrutaba tanto leyendo los poemas de Miguel Hernández y el ensayo poético de Octavio Paz, al mismo tiempo escuchaba canciones de José Alfredo Jiménez, que lo llenaban de profunda nostalgia.

A mi corta edad tenía intuición, emoción, pasión, presencia, ausencia, limbo, paraíso. Hablaba con mis manos, con el viento, con las hojas de la milpa, bebía el sol en mi jícara de pozol. En la milpa resonaba mi voz, sobre la tierra resquebrajada. Danzaba a solas, recitando entre las mazorcas.

Las horas temblaban como las raíces rojas de la milpa, vibraban con mi voz como los pequeños elotes amorfos. Las palabras que llevaban los poemas las iba adivinando, inventando con el gozo de mis pies desnudos, con mi respiración agitada, con el ritmo de mi corazón. Leer poemas en voz alta me transformaba, me sentía parte de la retórica de las aves que cruzaban el espacio.

Tenía razón mi padre que en Quintana nacieron mis poemas, mis fantasías. El camino se desvanecía, subía a tu cuerpo desnudo como por una montaña. La sabiduría de los árboles nos arrullaba con la voz del follaje; dispersándose instantáneamente entre nuestros cuerpos. Constante era mi hambre al ir contigo, mi tránsito por veredas de sueños. Mi talón tenaz sobre el vacío. Jalaba mis pasos sobre la nada.

La pereza me hacía pensar en tu abandono. Mis pensamientos deslizándose sobre las piedras acaloradas. Tus recuerdos pesados, inminente era el regreso, potente e impotente mi esperma de oro. Mi voz en el recodo de tu cuerpo. En el hueco del silencio agrietado del olvido. El viento de las horas pulverizando la angustia de no verte.  Las aves indecisas enredadas en el agua, paradas en el alambre de alta tensión. La benevolencia del amor, cobijando mi desamparo.

La orfandad de mis pasos sobre la arena del mundo.  Arenas movedizas, fueron tus pensamientos amor mío. Te perseguí como loco, desmemoriado, lleno de flato por estar un rato cerca ti, por olerte toda como un perro. Daría toda la rabia verbal que me cohabita. Te amo desde los pies, hasta la cabeza. Te amo como la tierra, que se abre como una pregunta. 

Y me preguntas, con tu mirada tierna, callada, cerrada a mi voz y a mi boca que te enciende.    Siglos de vientos recorren mis caminos. Te hallé a mi paso. Estabas ahí, esperándome bajo las sabanas. Tantos caminos bifurcados. Como destino elegí la poesía entre el método y el precepto. La poesía es hija de la ira, del delirio, del empirismo, espiritismo. La poesía habitó la tierra. Se apoderó de las mentes ardiendo. Se apoderó de la retórica del miedo de la vida y de la muerte. 

La poesía caminó como una muchacha desnuda entre los hombres. La retórica de la inspiración estalló entre los muertos en vida. La psicología del poeta es constante incertidumbre. 

El derrumbe de la lumbre de la forma, que lo conforma, conforme la dicha y el insomnio. La poesía con su rara belleza atrae, magnetiza, jala, provoca sensaciones, alteraciones nerviosas, provoca vacíos, sumas de momentos y ecuaciones de fastidio. La belleza imanta. Acecha con su constante existencia. 

Tus pensamientos me desdicen a tu lado. Saborear tu cuerpo acostado junto al mío. Saborear tu vientre de chocolate, tu lengua de uva, tu ombligo de guanábana. Mamar tus pechos ebrios de preguntas y de vino. Mamar tus piernas como manantiales. Saborearte, hasta vibrar a tu lado. Tus pensamientos rompen el silencio más fiero. Con tu callado cuerpo desnudo amo la vida como un juego. Como una aventura eres junto mí. Tus pensamientos no están en las palabras.

Te escondes en los huecos de mi cuerpo y de mi alma. Amo tu cuerpo con inmensa alegría. Te nombro con la sombra de las palabras que me nombra y que te nombro. La belleza impone su fealdad entre labios con el sabor a saliva. La belleza de verte desnuda como llanura. La belleza de verte andar desnuda con la cadencia de la ola que me sigue a lo lejos del horizonte.   

La belleza embruja en el camino para que lo encuentres a la edad que sea. Es asesina de los deseos más remotos. Es la fealdad de la belleza disipándose entre ambos.  La belleza llena de arena los ojos. Me dibujas alegría en mi boca triste. Me das consuelo a mi andar solitario. Te enredas más a mí.

Enarenadas ruedas a mis manos, encendida de silencios. Te hago mía. Te aprieto más a mí. No quiero que me dejes más solo. La belleza atrae como un templo, como la muerte. Yo encontré a la poesía en mi camino. La hice mía como una mujer casada. Con violencia y con ternura. La niña rubia que conocí en la infancia cambió mi vida. Me olvidé de las mazorcas momentáneas, de las cosechas metafóricas.

Me olvidé del minutero del sol. De la rabia de la realidad que nos oculta con su vestuario de puta. Mi suerte de estar aquí, se había movido. El movimiento de la tierra cambió con esa presencia que me empapaba de amor, cambia la estancia familiar reconfortante. En la escuela primaria nació la musa. 

Cuidaba el manejo adecuado de las palabras, porque es el más duro oficio de la escritura como artificio de las formas. Utilizar palabras sencillas, sin tanta complejidad, me ayudaba a hacer más notorio el juego verbal en el texto. Los posibles lectores serán atraídos por el poema   desde la evocación; o por el artificio de las formas; por la intriga que uses para resolver la pequeña historia; el universo literario será resuelto por la mañana, o astucia del escritor a la hora de ir estructurando mediante signos y entrelazando pequeñas intrigas; por la fantasía que le provocas desde la primera línea.  O bien, desde el comienzo del verso opaco.  El lenguaje literario es un lenguaje metafórico. Resulta de la unión    del lenguaje denotativo con el lenguaje connotativo.

La escritura poética no sólo es trazar, dibujar, garabatear, ennegrecer el bello territorio de la hoja de papel, sino darle sentido, emotividad, ritmo al texto, para que pueda conmover, provocar un mundo de sentidos en el posible lector. Las palabras son como aves, paradas sobre las líneas invisibles de la hoja de papel que se torna inmensa. Los signos vuelan, dan sentido a la escritura. 

El poeta se adueña del corazón, de los sentimientos profundos, de la mirada del lector, que asombrado, derrumba el terror de los signos que se adhieren a su cuerpo como en una hoja. Habla en silencio y la colectividad lo recita calladamente;  provocándole sabiduría y predicciones. Secundino Gregorio en el taller literario aprendió a construir su propia experiencia. Las palabras son sonido y sentido. Las palabras nos enuncian, nombran. Todo tiene nombre. Y todo se hace posible gracias al lenguaje. Las palabras nombran lo visible, hasta lo invisible. Macondo, Comala, no existirían sin la magia de las palabras. Como lo dijo, Jorge Luis Borges: “es imposible concebir un mundo sin palabras”. De ahí que debemos de pedirle al escritor, al poeta “lo imposible”; porque finalmente:” el poeta es un mago”, como lo pensara Vicente Huidobro. 

El taller es un acto creativo, es la resurrección de la imaginación; es también el terror de la corrección de una experiencia; en el taller se corrige, se sugiere, se marca los posibles errores de sintaxis, de semántica. Es recomendable que el aprendiz asista a un taller literario, mínimo un año de trabajos forzado. El aprendiz debe hacer sus propios textos de manera solitaria. Corregirse el mismo. Tener la capacidad para realizar un texto, no necesitar de otros comentarios para estar satisfecho con su trabajo. 

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