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Vigilancia ambiental acotada durante la obra del Tren Maya; su operación tampoco despega

Vigilancia ambiental acotada durante la obra del Tren Maya; su operación tampoco despega
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* Los inspectores recibieron instrucciones para no imponer sanciones o clausuras a las obras

La construcción del Tren Maya avanzó durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador con restricciones inusuales a la supervisión ambiental, al tiempo que el proyecto ferroviario hoy opera lejos de las expectativas oficiales. Documentos internos de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente indican que, pese a detectar posibles infracciones, los inspectores recibieron instrucciones para no imponer sanciones o clausuras a las obras.

Los reportes indican que, desde los primeros años de construcción, las visitas de inspección fueron limitadas incluso cuando existían denuncias de deforestación, uso de suelo irregular o actividades sin permisos. Funcionarios consultados señalan que muchos de estos señalamientos quedaron sin seguimiento, aun cuando se trataba de obras ejecutadas en zonas ecológicas sensibles de la península de Yucatán.

Las irregularidades documentadas incluyen talas no autorizadas, modificaciones sin permiso en diversos tramos y la operación de bancos de materiales sin registros ambientales. En algunos casos, los inspectores reportaron remoción de vegetación, afectaciones a cuevas y cenotes, así como cambios en el diseño original que no estaban contemplados en las autorizaciones temporales otorgadas al proyecto.

Mientras ese historial de incumplimientos se acumulaba en expedientes internos, el tren fue presentado públicamente como un detonador económico para el sureste. Sin embargo, un año después de su inauguración total, cifras del propio gobierno señalan que el uso del servicio es significativamente menor al proyectado. Según un informe del Fondo Nacional de Fomento al Turismo, se esperaba movilizar 74 mil usuarios diarios, pero los registros oficiales muestran un promedio cercano a los 3 mil 200 pasajeros.

En varias comunidades cercanas a las estaciones, habitantes y comerciantes reconocen que el tren tiene poca incidencia en su vida cotidiana, principalmente por la distancia entre los centros urbanos y las terminales, así como por los costos de traslado. A esto se suma que muchos visitantes internacionales continúan utilizando transporte privado o tours contratados, lo que limita el impacto del ferrocarril en la movilización turística.

Aunque la operación del tren es considerada funcional en aspectos técnicos, usuarios han señalado fallas menores y dificultades para conectarse con otros servicios de transporte. En la región, el proyecto tampoco ha generado los cambios económicos esperados, según testimonios de artesanos, guías y pequeños negocios que aseguran no haber visto un aumento significativo en la llegada de visitantes.

A la par de las críticas por su desempeño, persiste el debate sobre la magnitud del daño ambiental ocasionado durante su construcción. Estudios independientes estiman una deforestación equivalente a decenas de kilómetros cuadrados y advierten sobre impactos en ecosistemas subterráneos, fauna y dinámica hídrica. Las autoridades actuales han reconocido que el proyecto requiere procesos de restauración que deberán emprenderse durante los próximos años.

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