Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida Ana Karen,
Los miramos con miedo, desprecio, lástima y en ocasiones con compasión humana sin tenderles la mano; pasamos frente a ellos con indiferencia; los alejamos de nuestros hijos como si tuviesen sarna. El hombre yace tumbado a la orilla de la banqueta, sus pies cuelgan hacia el arroyo donde los automovilistas lo esquivan, sea por consideración o por evitarse un problema legal. Su vestimenta social como sus cabellos lo cubre a mitad del cuerpo dejando ver sus pies descalzos y sucios. Nadie sabe donde vive, ni nadie tiene curiosidad por averiguarlo; la policía pasará a retirarlo o a encerrarlo 36 horas en la cárcel municipal por faltas a la moral que él nunca supo cando la perdió. Empezó fumando marihuana y cuando el dinero no le alcanzaba recurría al cemento. Después de algún robo podía conseguir cocaína barata cerca del mercado o en alguna casa clandestina; los robos se convirtieron su forma habitual de agenciarse la droga y el alcohol. Cambió la cocaína por el fentanilo por ser más barato y accesible; quizá por esa sensación de alivio y relajación que le produce sin saber que tarde o temprano, lo conducirá a la depresión respiratoria y la muerte. En tanto, el fentanilo le alivia los dolores del cuello produciéndole somnolencia; tampoco sabe que sus vómitos y mareos se los produce esa droga. Su cerebro se daña rápidamente, su memoria se debilita y los estados de confusión son más constantes. El fentanilo es 50 veces más potente que la heroína y cien veces más que la morfina, especialmente en el fentanilo adulterado con otras sustancias desconocidas. Solamente el Naxolona (Narcan) puede revertir los efectos de los opioides. Para la OMS y otras organizaciones de salud, Ernesto es un números en la estadística sin nombre ni apellido cuando cambie su domicilio en las calles por la fosa común del cementerio municipal. Por ahora, se alimenta de lo que encuentra entre los botes de basura del mercado o la comida que le brindan las taquerías de las calles con la misma caridad con la cual alimentan a los perros callejeros.
Alfredo es ajeno a las estadísticas; poco o nada le interesan los 48,422 fallecimientos sucedidos durante el 2024 en Estados Unidos provocados por un fentanilo alterado, que deja a los cárteles mexicanos enormes utilidades al producirlo con un costo de 10 centavos de dólar y vender cada pastilla entre los 10 y 30 dólares. Los cárteles en Latinoamérica, con el fentanilo, operan en más lugares a menor costo transformando los escenarios de la droga dramáticamente al desplazar a la cocaína con mayor mercado en Europa. Mientras en Estados Unidos, el fentanilo registra alza insospechadas, en Europa y Asia, la cocaína eleva su mercado convirtiendo a las mafias internacionales en un poder que debilita a los gobiernos y como en el caso de México, toma el control en forma discreta o de manera abierta y cínica. La producción de drogas sintéticas sustituye a las producidas a partir de aquellos derivados de plantas que requieren mayor inversión para cultivo, procesamiento y transporte. El fentanilo ha fortalecido la red criminal al diversificar actividades que incluyen el tráfico de migrantes, delitos comunes, explotación ilegal de minas, desplazamientos de pueblos enteros, extorsión y secuestro. Así, la alianza entre los cárteles de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación, en México; el Clan del Golfo, con el deColombia; el Primer Comando Capital, en Brasil, y el Tren de Aragua, en Venezuela extienden su presencia y fortalecen sus mercados. El Clan del Golfo aprovecha el alto número de migrantes para cobrarles “impuestos” por dejarlos continuar su camino como lo hacen los cárteles de Colombia y el Tapón de Darién. Otro caso es el Tren de Aragua donde el aumento de migrantes venezolanos en Chile ha provisto a la organización de un punto de entrada al mercado chileno. Una vez ahí, rápidamente se las ha arreglado para tomar el control de territorios a través de la extorsión mientras los homicidios rebasan todas la estadísticas históricas. Algunos especulan sobre la recomposición del gabinete de Claudia Sheinbaum llevando al actual secretario de seguridad, Omar García Harfuch a la secretaría de gobernación retomando el control perdido desde el año 2018. Pero ninguna de estas noticias parece interesarle a Alfredo.
Es más fácil socorrer a un perro que a un drogadicto asoleado o calado por el frío de una madrugada helada con vientos invernales. Las organizaciones de prevención de la drogadicción se centran en aburridas pláticas donde parecen hacerle más difusión a las drogas que a la forma de prevenirlas y entrar medios de rehabilitación. Los Centro de Integración Juvenil fueron desapareciendo dejando un enorme vacío en la atención a jóvenes y familiares. Cuando un adulto padece de esta adicción, no es fácil encontrar quien pueda asistirlo. Conocí el caso de Alfredo a través de una anciana quien lo recogió de la calle para proporcionarle higiene, alimentos y ropa. La anciana pasó por circunstancia similares en su etapa de madurez logrando rehabilitarse con los cuidados de su familia. Fue un largo proceso nada fácil para ella, porque “salir de la marihuana, la cocaína, el alcohol y otras anfetaminas es como escapar del infierno donde los demonios te tiene atrapada por la cola viviendo paraísos artificiales mientras tu alma y cuerpo se degrada hasta morir. Ese infierno tiene múltiples entradas y encuentra motivos cautivantes para acceder poco a poco hasta extravíanos”, comenta la señora. Alfredo llegó a la marihuana por diversión, un poco de curiosidad y por estar a todo con sus amigos. Un “churro no hace daño, es hierba natural”; ese churro de cada semana se hizo costumbre diaria. Tenía entonces, 37 años y un futuro promisorio como abogado; soltero; con un pequeño patrimonio que le proporcionaba vivienda, automóvil, comodidades y estabilidad económica. En una salida de amigos conoció a una hermosa chica extranjera cuya charla y cuerpo lo sedujeron. Repitió la visita en varias ocasiones pagando cuentas exhorbitantes entre el alcohol y la compañía de la chica. Cuando le propuso encontrarse fuera del antro, la chica le solicitó una suma elevada de dinero que el pagó sin protestar. La droga, el alcohol y el sexo lo condujeron a una rápida bancarrota; se endeudó y para entonces, ya estaba atrapado en las adicciones. Su vida cambió de rumbo hasta encontrarse tumbado en una banqueta con los pies sobre el arroyo de la calle sin una mano que le ayudara hasta que al anciana se apiadó de él. Después de varios meses de tratamiento, Alfredo empieza a recuperarse como aquellos perros heridos a quien alguien rescata del sufrimiento. Pero ¿cuántos de ellos corren con la misma suerte? Cuando esos seres son tocados por una mano piadosa sólo puede ser por una cuestión de amor.
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