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Rasputín, entre curas milagrosas y rumores imposibles / Sarcasmo y café

Rasputín, entre curas milagrosas y rumores imposibles / Sarcasmo y café
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Corina Gutiérrez Wood

UNA MIRADA AL PASADO

Si hay un personaje histórico que combina misterio, sexo y conspiración hasta el cansancio, ese es Grigori Rasputín, el místico siberiano que sirvió a los Romanov y, en particular, a la emperatriz Alexandra y a su hijo Alexis, el joven heredero con hemofilia. La historia oficial lo pinta como un hombre capaz de calmar los ataques del príncipe, mientras que la leyenda popular lo retrata como un hipnotizador promiscuo con un órgano viril capaz de inspirar poesía; o al menos eso sugieren los rumores más salvajes de la alta sociedad de San Petersburgo. Sí, estamos hablando del mismo hombre que sobrevivió a más intentos de asesinato que un villano de película de acción, y cuya vida y muerte parecen sacadas deHollywood.

Nacido en 1869 en Pokróvskoe, un pueblo siberiano remoto, Rasputín no prometía grandes cosas. Era un campesino con una fe profunda, un tanto excéntrico y con una fascinación particular por lo espiritual. Hasta aquí, nada que justifique los rumores sobre su supuesta capacidad para seducir a la élite rusa. Sin embargo, como suele pasar en la historia, un poco de carisma, mucho misterio y la debilidad de una familia real por la superstición pueden convertir a cualquier hombre común en leyenda. Rasputín no solo calmaba los ataques de hemofilia del joven Alexis; aparentemente también tenía el don de inspirar suspiros, y chismes.

Porque hablemos claro; Rasputín se convirtió en un objeto de obsesión no solo por sus habilidades médicas dudosas, sino por su vida personal. La combinación de su influencia sobre la emperatriz Alexandra y su reputación de hombre de apetitos “desmedidos” alimentó una narrativa que mezclaba miedo, deseo y pánico moral. Y, por supuesto, las historias sobre su miembro. Ah, sí, nadie podía resistirse a contar, exagerar y reinventar las proezas de aquel órgano que parecía más leyenda que realidad. Los rumores eran tan descarados que uno se pregunta cómo sobrevivió a la censura, la moralidad victoriana y la omnipresente envidia de la aristocracia rusa.

Pero pongamos un poco de seriedad histórica entre tanto escándalo sexual. Rasputín se movía en la corte rusa gracias a su cercanía con la familia Romanov y a la fe de la emperatriz Alexandra en sus poderes. Mientras la guerra y la revolución hervían en Rusia, él se convirtió en un personaje casi omnipresente, cuya influencia real fue probablemente menor de lo que los rumores sugerían. Sin embargo, la percepción pública, y el rumor escandaloso, tiene un poder inmenso. Que un campesino siberiano con barba larga y mirada intensa pudiera ser más temido que generales y ministros demuestra que, a veces, la leyenda supera con creces la realidad.

Y luego está su asesinato, que parece salido de una serie de Netflix. Conspiradores aristocráticos decididos a frenar su influencia lo invitan a una cena, lo envenenan con pasteles y vino, y cuando eso falla, lo balean y cuando eso falla también, lo golpean y finalmente lo arrojan al río Neva. Todo esto según los informes de la época. La ironía histórica no podía ser más perfecta; un hombre del que se decía que era inmortal y capaz de resistir todo tipo de amenazas muere finalmente por la combinación de paranoia, desesperación y excesiva creatividad de la nobleza. Un desenlace digno de su leyenda.

Ahora, si repasamos con lupa las historias sexuales y la reputación de Rasputín como seductor inigualable, la ironía se vuelve deliciosa. Los relatos sobre su promiscuidad y su órgano descomunal provienen en gran parte de la prensa sensacionalista y de aquellos que deseaban desacreditar su influencia sobre la corte. La evidencia histórica sugiere que, si bien era carismático y disfrutaba de la compañía femenina, muchos de los cuentos que circulaban eran exageraciones grotescas, inventadas o al menos muy adornadas. Pero, ¿quién necesita la verdad cuando una buena historia de sexo y poder capta mejor la atención de la nobleza y el pueblo? La leyenda, después de todo, siempre vende más que la realidad.

No podemos olvidar que Rasputín se convirtió en el chivo expiatorio perfecto de los males de Rusia. Las derrotas militares, el descontento social y la inminente revolución necesitaban un culpable. Rasputín, con su aura de misterio, su vida sexual colorida y su influencia sobre la familia real, cumplió el papel a la perfección. Y así, un hombre que probablemente era más simple y humano de lo que los rumores sugerían, terminó inmortalizado como el epítome del escándalo y el misticismo ruso.

La ironía de Rasputín es que su fama sexual y su capacidad de sobrevivir milagrosamente lo hicieron más peligroso para la percepción pública que para la política real. Su leyenda eclipsó su vida concreta y, de hecho, su muerte, llena de violencia espectacular, solo sirvió para alimentar aún más los mitos. La realidad histórica nos dice que probablemente no fue más poderoso ni más promiscuo de lo que un campesino con carisma y suerte podría ser; la leyenda nos dice que era un hechicero sexual invencible capaz de manipular reyes y resistir balas. Ambas versiones conviven en nuestra imaginación con perfecta incomodidad, la historia y la exageración, el mito y la realidad, el hombre y la leyenda.

En conclusión, Rasputín nos enseña que la historia es tan divertida como cruel, un hombre corriente puede transformarse en mito gracias a rumores, exageraciones y una pizca de verdad estratégica. Su influencia sobre la familia Romanov, sus supuestas habilidades curativas y sexuales, y su dramático asesinato son un recordatorio de que el espectáculo de la historia rara vez necesita realismo. La realidad puede ser aburrida; la leyenda es irresistible.

Así que, mientras algunos leen documentos históricos y sacan conclusiones sobrias, otros preferimos imaginar a Rasputín flotando en el Neva, mientras murmura su último hechizo y sonríe ante la leyenda que él mismo ayudó a construir; y que, por cierto, es mucho más divertida que cualquier realidad documentada. Porque, después de todo, ¿qué sería de la historia rusa sin un poco de exageración, un toque de misterio y, sí, un rumor escandaloso sobre el miembro de un hombre que se convirtió en mito?

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