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Recuerdo a Rosario y siento como si se renovara en mí aquella juventud ya tan lejana

Recuerdo a Rosario y siento como si se renovara en mí aquella juventud ya tan lejana
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Rubén Bonifaz Nuño

Por dos razones, es esencialmente valioso para mí el premio que ahora se me otorga: una, que el premio lleva el nombre de Rosario Castellanos, gloria de las letras nacionales, gloriosa ella misma en sus novelas, en sus cuentos, en su poesía, en su teatro, con el sentido social que la anima constantemente en su defensa por las mujeres y los indios. 

Yo conocí a Rosario cuando, apenas salidos de la adolescencia, éramos estudiantes universitarios.

Muchas veces compartí con ella mesas y pláticas de amigos. Más tarde tuvimos los dos el privilegio de servir a la universidad durante el rectorado del doctor Ignacio Chávez; ella fue Directora General de Información y Prensa, yo fui Director General de Publicaciones. Ahora recuerdo a Rosario y pienso en esos días y siento como si se renovara en mí uninstante, algo de aquella juventud ya tan lejana.

La otra razón, que hace esencial para mí el valor de este premio, es que me lo otorga el Congreso del Estado de Chiapas.

Mi padre nació en San Cristóbal de Las Casas. Conoció a mi madre en Tapachula, donde se casaron. Él en ese tiempo era telegrafista en la ciudad de Tapachula. Mis dos hermanos mayores nacieron en Chiapas. Puedo decir que el lugar de mi infancia, fue un lugar Chiapaneco: a diario se oían los nombres de Tuxtla Gutiérrez, de Tuxtla Chico, de Comitán, Cintalapa, Chiapa de Corzo; se decían de memoria los versos de Rodulfo Figueroa, y también se trataban de las circunstancias y de las maneras de las gentes de aquí; se deploraban mucho la injusticia a que los indios chiapanecos somos sometidos. Mis padres, naturalmente, me dieron las primeras enseñanzas al respecto; ellos me enseñaron que si los indios queremos combatir esa injusticia lo primero que debemos hacer es unirnos; las armas para vencerla nos pueden ser dadas solamente por la educación, que nos eduquemos no para criados, sino como señores; que, para empezar, aprendamos nuestra lengua oficial y nuestras leyes, para que no requiramos de intérpretes o de abogados para defender nuestros derechos. Que aprendamos, que estudiemos lo necesario para saber que somos integrantes de un pueblo culto, y no miembros monolingües de una reservaexplotable por el extranjero; que, en fin, nos eduquemos como hombres orgullosos de ser lo que somos. Eso es lo que me enseñaron mis padres.

Y en su enseñanza radicaba una gran verdad, una gran esperanza que es mi herencia.

El premio que ahora me concede el Congreso del Estado de Chiapas me da ocasión para expresar esa esperanza, válida no sólo para nosotros los indios chiapanecos, sino para todos los mexicanos; la esperanza de que en México se establezca un sistema de educación nacionalista, específicamente nuestra, cuyos efectos sean la igualdad social, el quebrantamiento de las cadenas coloniales, la seguridad y el trabajo en la justicia y en la

libertad; la vigencia plena de nuestros principios revolucionarios. Eso es lo que me enseñaron mis padres.

SESIÓN SOLEMNE CELEBRADA

EL DÍA 25 DE AGOSTO DE 2005

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